Nuestro blog

Alteridad, conciencia del otro, ética relacional

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.  

(enero, 2020)

“Ser libre es construir un mundo en el que se pueda ser libre.”

(Emmanuel Lèvinas)

Baba Yaga de Vasilisa la Bella , 1899, de Ivan Bilibin.

Conversar con la complejidad y desde la incertidumbre, sobre el Otro, el distinto,  el diverso, interrogarse acerca de su alteridad y otredad, que me permite ser y devenir, dialogar reflexivamente sobre el Otro y su legítimo derecho de ser diferente, puede ser útil en estos tiempos y contextos sociales en los que la conciencia del Otro como ser con necesidades, derechos y responsabilidades se banaliza, rechaza e ignora, encubriendo la cultura del abuso relacional con una retórica vacía, llena de buenos y tontos sentimientos (por el nivel cero de crítica y autocrítica) y una práctica relacional irresponsable, funcionales a la cultura dominante, a sus ideales impuestos de competencia, jerarquía y éxito.

Nos sorprende el ver cada vez más personas -en nuestros entornos familiares, sociales, de amistades, laborales- más y más soberbias y cínicas;  en la cotidianidad aumentan a un ritmo de vértigo las personas de toda edad, condición socioeconómica, cultural y educativa, que están convencidos que el mundo y la vida han dado inicio gracias a su llegada (cual Mesías) a la faz de la tierra y sin duda finalizará con su improbable muerte. Tanto en las interrelaciones como en todas las redes sociales (colonizadas por el ruido y el desierto), son la norma actitudes poco o nada respetuosas y dignas con los otros, la tendencia a dejar tierra quemada y relaciones devastadas tras de sí, a ir en plan de “perdonavidas”, quejumbrosos, culpabilizadores, ciegos dogmáticos, dueños jerárquicos de sus verdades adocenadas, decadentes y obligatorias.

En esta sociedad estamos convencidos que nuestros peores límites son nuestras mejores virtudes

Pareciese, que a estos personajes fascinados con ejercer su tiranía de abusos relacionales (que consideran legítimo ejercicio de sus derechos absolutos e incuestionables), el baremo de su exclusiva dicha y felicidad, se mide por la complacencia, obediencia y esclavitud, que obtienen de su egoísmo y ceguera de la existencia del Otro, de la dimensión de Otro, ese ser distinto, que merece respeto. Apuntalan su éxito -en los términos bárbaros actuales- sobre el cadáver de los demás. Otro y respeto, son significados que carecen de sentido en su lenguaje empobrecido. Constatando -más de lo mismo-, lo que hace varios años uno de nosotros sostenía: “En esta sociedad estamos convencidos que nuestros peores límites son nuestras mejores virtudes”.

Frente a este paisaje de miseria humana encubierta con coartadas para mantener la posición y los privilegios de quienes detentan un poder abusivo en las relaciones sociales, nos mantenemos en la invitación a asumir una postura relacional, una ética relacional, que significa ser relacionalmente responsables estando en sincronía con la relación misma.  Con curiosidad y respeto sostener la tensión de la diferencia, crear un contexto para el diálogo, facilitar el que los interlocutores se conecten y se involucren en nuevas maneras de conversar juntos. El lenguaje es lo que nos permite ser y nos construye; es en el diálogo vivo que la vida habla. Al relacionarnos dialógicamente nos construimos socialmente.  El diálogo tiene una dimensión pragmática, el diálogo es acción transformadora en el mundo.

¿A qué clase de futuro puedo contribuir?

La orientación relacional (esta postura: construccionismo social) genera el espacio, vínculo, conexión y contexto relacional que inaugura, cada vez, el encuentro con una pregunta nueva. Con una ética relacional, que nos hace preguntarnos: ¿Qué aportamos de distinto y positivo en este contexto local?  ¿Cómo podemos cuidar con responsabilidad nuestras relaciones, de manera que podamos crear conjuntamente vida, vida significativa? ¿A qué clase de futuro puedo contribuir? 

Podemos buscar el que se entienda el diálogo como una forma nueva de aceptar las diferencias.  Expandiendo los diálogos y contextos relacionales, generando lo nuevo; coordinando con respeto la complejidad; con curiosidad por lo diverso; propiciando una mirada creativa a favor de los recursos y las fortalezas; conversando críticamente sobre las transformaciones sociales necesarias.

Como comenta Jacques Derrida: “…posibilidad ya no es sólo un accidente sobrevenido a la promesa: desde que hay uno, hay dos y, por tanto, tres, y el tercero —posibilidad de la justicia, dice Lévinas—…” Si algo significativo podemos aportar en las relaciones sociales (incluidas las psicoterapéuticas) es la responsabilidad de la apertura hacia el Otro. Conscientes (por el lenguaje), que nos hacemos con el Otro, a nosotros mismos y a ese Otro. En ese devenir del nosotros en permanente metamorfosis. Son aprendizajes y diálogos inesperados que pueden llevarnos tan lejos como para aprender a vernos como si fuese la primera vez y entender relacionalmente algo de lo que nos ocurre y que merece que le pongamos palabras con sentido, otros significados, inéditos.

Cuando te preguntas, te interrogas, te cuestionas todo, llegas al tema importante: la ética relacional, la responsabilidad con los otros, la corresponsabilidad en la construcción del bienestar común. Y, de los diálogos reflexivos surgen los sentidos nuevos para lo que el estar presente con el otro aporta: curiosidad, aceptación de lo diverso, significados distintos, innovaciones, posibilidades creativas, transformaciones relacionales y sociales, alegría, responsabilidad, justicia, equidad y libertad. Puede ser útil mirar y escuchar otras voces, las múltiples voces que tenemos dentro de nosotros mismos y las de los Otros: “¿Ahora que ya sabes que te puedes morir mañana, cambiarías algo de esta última jornada que acabas de vivir?”:

https://verne.elpais.com/verne/2020/01/07/articulo/1578388242_435464.html