Maritza Crespo Balderrama, M.A. y Diego Tapia Figueroa, Ph.D.
(noviembre, 2019)
“Nunca sé, cuando comienzo un trabajo, qué pensaré al concluirlo. Cuando escribo, lo hago sobre todo para cambiarme a mí mismo y no pensar lo mismo que antes”.(Michel Foucault)
A propósito de nuestra ponencia: “El construccionismo social como posibilidad de transformaciones creativas en un proceso de coterapia”, presentada en el II Congreso Internacional de Psicología y Desarrollo Humano, en la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE-Quito, 22 de noviembre 2019).
Nuestra principal forma de “hacer” coterapia es el diálogo, que permite contextualizar el significado, comprender, e invita a reflexionar sobre ¿Cómo traer nuestros recursos al diálogo que tiene un propósito transformador? Es la misma forma de “hacer” investigación, que practicamos.
A lo largo de estos años de diálogo reflexivo, que en muchos de los casos se ha visto reflejado en las entregas de este blog, hemos podido constatar que la terapia es una forma de transformación relacional. Desde la pragmática reflexiva del construccionismo social, ponemos el foco en la relación existente entre nosotros (con los consultantes y entre los terapeutas). En el “CON”, que se entreteje relacionalmente.
Estas perspectivas investigativas y coterapéuticas, están enfocadas a lo que pasa “entre” las personas, porque es allí donde surgen los procesos relacionales (Harlene Anderson, 2016). Esta postura filosófica se vuelve una filosofía de vida. Una visión del mundo que no separa lo profesional de lo personal, se convierte en una forma de “ser con los otros”.
Postura y perspectiva socioconstruccionista para la psicoterapia
- La curiosidad -para comprender y conectarse-;
- El respeto que dignifica y legitima;
- Aceptación (respeto de su ser);
- Confianza en las relaciones, en el diálogo, en el proceso conversacional;
- El diálogo reflexivo con preguntas significativas;
- La escucha profunda y la comprensión;
- Una sensibilidad fina y una conexión relacional;
- Reconocer y legitimar las diferencias;
- Dejar la posición del experto, la jerarquía, el deber ser
- Creatividad e imaginación;
- Buen humor.
Reconocemos la importancia de invitar y ofrecer el espacio para la expresión de múltiples voces y para preguntarnos cómo podemos promover la participación de otras voces, de todas las voces presentes.
Desde estas perspectivas la construcción y propuesta de un espacio coterapeutico, se convierte en una fuente de inspiración y aprendizaje generativo y colaborativo, tanto para los consultantes que aceptan (con curiosidad al inicio y al final con agradecimiento) la propuesta de trabajar sus procesos de terapia con dos profesionales, como para los mismos terapeutas, que tienen la posibilidad de compartir y aprender con su colega.
En la práctica clínica, la coterapia, al menos en el Ecuador, constituye, fundamentalmente, un momento previo a la implementación del trabajo profesional clínico. En las universidades que forman a psicólogos y psicólogas ecuatorianos, se incluyen algunos espacios de práctica preprofesional en la que los estudiantes hacen “coterapia” con sus profesores y tutores. En estos momentos pre profesionales, es el tutor el que hace las veces de terapeuta, mientras los estudiantes que lo acompañan se limitan a escuchar, mirar y “aprender” de lo que el experto hace y dice a sus “pacientes”. La consulta terapéutica se convierte, entonces, en oportunidad para que el experto (profesor) muestre al aprendiz (estudiante) como se hacen “bien” las cosas, como “se debe hacer”.
En otros casos, el estudiante “hace las veces” de terapeuta, mientras el profesor permanece a un lado, escuchando, mirando y, claro, evaluando, lo que el aprendiz pone en práctica en la sesión, a manera de agente externo o de observador pasivo. Posteriormente le hará los comentarios “pedagógicos” pertinentes para mejorar su aprendizaje desde el modelo terapéutico que sea de preferencia para la institución o para el docente.
Tanto en uno como en otro ejemplo, vemos que la oportunidad de trabajar en coterapia se ha, como mínimo, desperdiciado. Desde nuestra práctica clínica en coterapia, las ventajas no solo son, como lo hemos comentado, beneficiosas para los y las consultantes, sino, también, para los propios terapeutas.
¿Cómo nos proponemos para la coterapia?
El espacio coterapéutico implica un reto vinculado con la ruptura de la tradición en psicoterapia. Se trata de reconocerse con los propios recursos y las propias vulnerabilidades. Y, al mismo tiempo, tener confianza en el otro, en sus recursos y en sus capacidades, que están a favor del proceso de transformación de los consultantes. La honestidad intelectual, profesional y humana es una de las constantes. Honestidad intelectual para reconocer que el otro, el colega, puede aportar con su conocimiento al tuyo y al consultante; honestidad profesional para evitar la competencia, prevenir la lucha de poder y promover la colaboración; y, honestidad humana para valorar la voz del otro, que aporta, desde su experiencia y respeto por la diferencia, en la construcción de diálogos ricos en significados y sentidos.
La práctica coterapéutica es, entonces, el espacio para el diálogo y aprendizaje colaborativo, y para el trabajo en conjunto -terapeutas y consultantes- en un proceso conversacional que nos transforma a todos, en cada encuentro, cada vez.
Nos acercamos a la sesión terapéutica con alegría, porque estamos seguros de que es una oportunidad privilegiada y única para un aprendizaje conjunto y para aportar al otro; nos planteamos como interlocutores de los consultantes, como anfitriones para iniciar un diálogo desde la curiosidad, la aceptación y el respeto por quien viene a narrarnos sus historias y también por el colega con el que tenemos el privilegio de compartir.
Tenemos curiosidad por las palabras de nuestro consultante y también por lo que nuestro colega puede aportar de distinto al diálogo, por comprender y aprender de las fortalezas que movilizará, creativamente, durante la cada sesión.
¿Cómo llevamos el proceso coterapéutico durante la sesión?
(Ver en este blog, en detalle, la descripción de nuestro estilo de procesos psicoterapéuticos socioconstruccionistas: “Inicio, desarrollo y cierre de procesos terapéuticos”: viernes, 22 de febrero de 2019; viernes, 8 de marzo de 2019; viernes, 22 de marzo de 2019; viernes, 5 de abril de 2019).
Más que plantear el punteo de lo que implican los 50 minutos de terapia, quisiéramos compartir cómo se da el proceso dialógico entre los coterapeutas y los consultantes.
El diálogo suele iniciarse con preguntas que buscan darle espacio a quien viene a la consulta, se prioriza la palabra del consultante y se motiva su participación activa. Para organizar la conversación podemos hacernos estas 3 preguntas iniciales (válidas también cuando realizamos investigación relacional dialógica): a. ¿Cuál es el contexto del diálogo? b. ¿Quiénes somos nosotros en este diálogo? c. ¿Cuál es el proyecto que podemos y queremos compartir?
Las preguntas que se plantean son para el consultante, pero también para el colega terapeuta, generan sentidos que llaman a la participación activa de quienes forman parte de la sesión.
Nos preguntamos todos, en conjunto, sobre lo que va surgiendo en el diálogo, no planteamos respuestas únicas e inamovibles, sino que abrimos posibilidades, opciones, caminos distintos. Mientras más voces (internas y externas) en terapia, será más variada y creativa la coconstrucción de nuevos significados y posibilidades.
A veces tenemos percepciones diferentes, y planteamos nuestras diferentes opiniones sin reservas ni temores, con respeto; lo expresamos abiertamente, obviamente, si es pertinente al proceso y beneficia al proceso de los consultantes. Podemos disentir porque no es posible, para quienes vivimos en sociedad y en la cultura, estar siempre de acuerdo, sería aburrido; y lo hacemos en público, delante y sin ocultarnos de nuestros consultantes, porque se puede hacerlo sin hacer ruido, sin lastimar al otro, recogiendo la diversidad y aprendiendo de la opinión, la voz, de la perspectiva y de la experiencia distinta, que nos enriquece a todos los participantes del diálogo.
Conversamos, pero no es una charla inocua, se trata de una conversación que genera interrogantes, sentidos y propuestas, un diálogo profundo, abierto y alegre. En una coconstrucciòn conjunta de nuevos significados.
En la terapia nos permitimos, como terapeutas (contribuyendo a crear el espacio de confianza, seguridad, aceptación y respeto) conmovernos, con lo que nos narran los consultantes, con lo que a ellos les conmueve, y también con lo que nuestro colega quiere compartir. No tememos vernos vulnerables, de ser el caso, porque nos sabemos humanos y sabemos que estamos juntos, no aislados o solos, ni en roles impostados. Somos personas que nos encontramos para escuchar profundo y con una sensibilidad fina; para preguntar no en busca de informaciones sino para comprender y generar reflexiones inéditas; para aportar.
¿Cómo cerramos el proceso terapéutico?
Cuando cerramos la sesión lo hacemos dándole espacio a la palabra del otro, el consultante, a lo que rescata, valora y precisa, a lo que se lleva de la sesión; preguntamos sobre lo que quisiera o precisa abordar en la siguiente sesión y nos despedimos con confianza por lo generado en conjunto.
Luego, a modo de aprendizaje y reflexión, nos preguntamos sobre nuestros aprendizajes en la sesión, lo que reconocemos como positivo en nuestro aporte y lo que podríamos mirar distinto (el uno al otro y a uno mismo); nos interesa saber en qué nos tocó la historia relacional, qué nos conmovió, qué nos impactó, qué aprendimos de los consultantes, de sus recursos y fortalezas, de su historia y contextos relacionales.
Al finalizar cada sesión nos acompañamos, como colegas, en la reflexión profunda sobre lo sucedido y nos planteamos qué nos hubiera gustado hacer de otro modo, qué nos faltó, qué quisiéramos preguntar o cómo nos gustaría hacerlo, que nos habría gustado preguntar, decir o hacer distinto.
No damos nada por hecho, no suponemos. También nos cuestionamos, nos decimos en qué podemos ser con los otros de manera asertiva, lo que consideramos que puede ser de otra manera, solidaria, respetuosa, claramente. Nos preguntamos desde esta ética relacional: ¿Podríamos hacer en conjunto algo más, una diferencia significativa que contribuya a crear una conexión profunda, un nuevo significado a la propia vida? ¿Cómo contribuir con nuestras preguntas a desanudar los nudos relacionales, que oprimen la vida de las personas?
En coterapia, no es uno u otro el protagonista, los que protagonizan los procesos son los consultantes; los terapeutas los acompañamos en su proceso, confiando en las personas y en los procesos. Nos sentimos cómodos y libres, trabajando desde el construccionismo social, que invita a una postura crítica, e involucra la curiosidad acerca de las diferentes maneras en que podemos hacer las cosas, involucra una actitud de creatividad y apertura.
Todo lo que hacemos y decimos, es algo que hacemos y le damos sentido en la relación. Por ello, lo que nos invita a pensar es: ¿Si trabajamos con la gente, podemos ver qué es lo que la gente necesita? Porque tenemos la responsabilidad de preguntar los puntos de vista de los otros y tener confianza en las relaciones, en las personas y en su capacidad y derecho de elegir y decidir por sí mismos.
Reiteramos lo que consideramos podría ser una brújula en este viaje conjunto:
Las preguntas de la pragmática reflexiva, en este diálogo transformador llamado terapia (válidas en la investigación relacional dialógica), son:
- ¿Aportan?
- ¿Importan?
- ¿Son útiles?
- ¿Qué es lo distinto, transformador y significativo que decimos y hacemos conjuntamente?
- ¿Cómo podemos cuidar nuestras relaciones, de manera que podamos crear conjuntamente vida, vida significativa?
- ¿Cómo utilizar estas ideas, no solo para liberarnos, sino para que sean útiles para la sociedad?
- ¿Qué sucedió, ¿cómo se dieron las relaciones que generaron transformaciones?
- ¿A qué clase de futuro puedo contribuir?
Como nos invita a hacer, Kenneth Gergen: “Necesitamos formarnos en el futuro”.
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