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Diálogo terapéutico desde el construccionismo social-relacional en nuestra práctica.

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.

“No es “la respuesta” lo que debemos buscar sino más bien un proceso continuo de respuestas que generan preguntas nuevas …esfuerzos activos para construir el tipo de futuros en los que, en conjunto, podamos vivir de manera viable… es el cuidado del proceso…mejorar el bienestar a través del proceso relacional…”.

 (Kenneth Gergen)

“Sólo encontré dos pájaros y el viento,
las nubes con sus mapas enrollados
y unas flores de humo que se abrían buscándome
durante el vertical viaje celeste.
Porque vengo del cielo
como en las profecías y en los himnos,
emisario de lo alto, con mi uniforme de hojas,
mi provisión de vidas y de muertes”.

(Jorge Carrera Andrade)
Venus de Urbino, 1538, de Tiziano.

La semana pasada la Sociedad Ecuatoriana de Psicoterapia nos invitó a dar una charla e intentamos contar cómo trabajamos en co-terapia desde las posturas del construccionismo social-relacional; nos quedó un sabor agridulce por no haber logrado decir y aportar como nos habría gustado. Para reivindicarnos, proponemos ahora, este breve texto.

En nuestro espacio terapéutico queremos habitar la posibilidad, como apertura a lo distinto.

Cuando trabajamos las terapias (en co-terapia) nos proponemos hacerlo como un equipo comprometido con quienes dialogamos, desde una presencia radical. Entendemos la terapia como un diálogo transformador. Hacer terapia no es saber aplicar técnicas, sino construir relaciones nutricias; expandir las posibilidades, las conversaciones, las historias y las narraciones.

Conversar terapéuticamente es abrir nuevos espacios relacionales, nuevas oportunidades de significación para comprender distinto; es generar posibilidades nuevas desde la creatividad, hilando un discurso con las hebras que sostienen los sueños de las personas, un discurso que crea el porvenir, un futuro que invita a vivir con esperanza y alegría.

La intención es que la terapia (Harlene Anderson) pueda permitir al consultante decir (y pensar) lo que aún no ha dicho (ni pensado) acerca de los asuntos importantes, de su historia vital. Como terapeutas queremos crear nuevas condiciones relacionales, dentro de las cuales las familias puedan fortalecer sus propios recursos.

Antes que resultar en una especie de elección de una nueva narrativa en cuanto un compromiso fijo y singular, la terapia debería favorecer la apertura para participar en el juego de la vida (Gergen), en el contexto de las relaciones desprovisto de “verdades” sobre sí mismo y sobre los otros. Transformaciones terapéuticas que deberían favorecer una postura abierta para permitir el transformar-se, dejar tocar y ser tocado por la alteridad y por los contextos.

En el espacio terapéutico que hemos construido, Invitamos a que la persona nos cuente sus historias porque es una manera de generar un vínculo de confianza y de crear las condiciones para entender cómo hacen y viven sus relaciones.

Comprender a una persona implica acercarse, conocer y comprender sus contextos relacionales, sociales. Reconocemos que somos seres “dialogantes” y esas conversaciones se dan en los espacios sociales; es en la transformación de ese estar-con, desde esta pragmática reflexiva, que generamos las posibilidades de transformación de los contextos relacionales en los que vivimos.

También es una invitación a que cada persona elija hablar y narrar con su propia voz, a confiar en el proceso, a relacionarse, también con nosotros, de forma distinta.

Cuando las personas inician un proceso de terapia con nosotros (presencial o por zoom), mencionamos nuestros nombres, e inmediatamente, les damos la bienvenida. Les explicamos el “Contrato Bien Informado”, que garantiza la confidencialidad; nuestro interés en escucharlos para comprenderlos, sin juzgar ni criticar, sin prejuicios; nuestra apertura para acompañarlos en la generación de nuevos significados y posibilidades.

Repetimos: “Bienvenido/a/os”, con alegría y gentileza; para nosotros es un privilegio escucharlos. Y, solemos preguntar: ¿Qué es lo más importante o significativo que usted considera que deberíamos saber acerca de cómo es usted, de su historia, para comprender el tipo de persona que es y que tal vez los demás no lo han notado o se pierden por no prestarle suficiente atención?

O, también: ¿Qué tendría que pasar para que cuando termine este diálogo, se sienta satisfecho/a? O, si no: Si usted pudiese imaginar cómo le gustaría que fuese su vida: cuéntenos, ¿cómo sería, qué sería lo distinto?

En el espacio de conversación al que invitamos a nuestros consultantes privilegiamos el diálogo en primer lugar, como generador de una cultura del buen trato reconociendo que en el contexto de la sociedad ecuatoriana el maltrato impera. Queremos generar un vínculo con integración, comunicación, curiosidad, respeto y compasión vividas desde la serenidad.  Queremos transmitir que siempre hay una salida a través del buen trato.

Procuramos estar presentes sin ansiedad, escuchando lo que los consultantes dicen (no lo que imaginamos que dicen o lo que nos gustaría que digan, si no lo que realmente dicen); aprendiendo a escuchar con respeto y afecto el silencio. Valorando el privilegio de conectarse con “el misterio” de la diferencia que cada persona significa.

No pretendemos ser o parecer un dechado de virtudes, ni tener el mismo estilo terapéutico ni ser la misma persona.  Nos importa estar presentes íntegramente y con integridad en ese espacio y tiempo relacional. Ser capaces de abrazar la incertidumbre, trabajando desde un paradigma de la complejidad. Conscientes que estar vivo implica poder habitar la contradicción y que, por lo mismo, somos legítimamente diversos y distintos uno del otro.

Reconocemos permanentemente el aporte a nuestro trabajo de quienes nos precedieron y de nuestros maestros y maestras. La Terapia Breve Centrada en Soluciones (Steve de Shazer) puede ser también útil en este trabajo, porque es un proceso que pone el foco en: imaginar, recordar y construir. Imaginar el futuro preferido de la persona en base a sus mejores esperanzas. Recordar aspectos de ese futuro preferido que ya vienen ocurriendo. Construir ese futuro aprovechando y adecuando los aspectos del pasado y del presente (de ese futuro) que ya vienen aconteciendo.

El bacanal, detalle de dos figuras detrás de Ariane, c.1518, de Tiziano.

Durante las sesiones de terapia, durante la conversación con las personas presentes o mientras, podemos preguntar a los consultantes, por ejemplo: ¿Qué diálogos internos estaban teniendo este momento mientras escuchaban a la otra persona o mientras nos escuchaban a nosotros? También: ¿Qué quieren hacer con su dolor? Y: ¿Qué se imaginan que podrían decir y hacer de distinto, a partir de ahora, para construir el tipo de relaciones y de estilo de vida que les gustaría tener?

Intentamos, cada vez estar con la actitud genuina de “como si fuera la primera vez”, porque cada terapia, con pocas o muchas sesiones, la consideramos una oportunidad para construir nuevas posibilidades, reconociendo que fuera de la consulta está la vida y ésta (la vida) sigue; nos mueve la curiosidad por lo nuevo, lo distinto. A la vez, procuramos pensar que cada sesión puede ser la última (en situaciones de violencia intrafamiliar, abusos sexuales, ideaciones suicidas esto suele ser común): entonces nos proponemos establecer un clima de comprensión, respeto, creación de un vínculo y de un contexto -una atmósfera- de confianza y seguridad. Buscamos colaborar en encontrar los recursos del propio consultante para enfrentar la situaciòn y en fortalecerlos; le facilitamos la información adecuada a sus necesidades y urgencias, tanto en cuanto a sus derechos humanos, legales, de salud, de protección, etc.

En nuestra práctica co-terapéutica nos proponemos desde una postura de respeto. Conversamos con las personas escuchándolas, mirándolas y tratándolas como interlocutores. No los vemos como “pacientes” (pasivos, enfermos), ni como víctimas, ni síntomas, ni patologías. Los vemos como personas, ponemos el foco en sus recursos y fortalezas, no en los déficits. Confiamos en el proceso del diálogo.

Trabajamos desde la curiosidad. Nuestra forma de conversar es a través de las preguntas y preguntamos, no para obtener información (chisme), si no para comprender y para que las personas al describir, al contar su historia, se escuchen a sí mismas de otra manera. La mejor pregunta es la que se conecta con lo último que acaba de ser dicho por el consultante.  Son preguntas que hacen sentir al consultante la sensación de ser invitado a una conversación, de pertenecer.  

Una vez hecha la pregunta, esperamos en silencio y no interrumpimos. Escuchar profundo es también no interrumpir. No damos sermones, ni consejos ni recetas, ni protocolos. Ofrecemos, como retroalimentación reflexiones que interpelen el contexto relacional, las corresponsabilidades en lo que se desea y elige construir con los otros; y, de ser el caso, conjuntamente con los participantes en el diálogo, escenarios de futuros posibles.

Escuchar-Comprender. En nuestro espacio de reflexión conjunta escuchamos distinto. Se trata de una escucha que da lugar para la conexión, para que lo no dicho, al encontrarse con un interlocutor abierto a una escucha con aceptación y sin juzgamiento ni prejuicios, pueda verbalizarse, ser puesto en palabras.  Esto da dignidad al proceso de liberación. Con el diálogo se genera el encuentro con lo diverso, con la alteridad y se produce la transformación, al dialogar con la diferencia.

Aceptación de las diferencias. No idealizamos la tolerancia, que consideramos una actitud complaciente, moralista e hipócrita; creemos en el respeto y en la plena aceptación de la alteridad. Desde la perspectiva construccionista relacional estamos comprometidos en la construcción de espacios que permitan sentirse -encontrar sensiblemente la experiencia- interlocutores unos con otros; con conocimientos de su propia realidad (los conocimientos locales), desde una cultura particular y con perspectivas diferentes. Al mismo tiempo, aceptarse en esa diversidad, tratarse como iguales. Reconocerse en la relación con el otro. Abrirse a comprender de maneras nuevas esa complejidad de ser con el otro, como condición ética del diálogo que se despliega constantemente.

Alegoría de las tres edades de la vida, 1511 – 1512, de Tiziano.

Trabajamos desde una pragmática reflexiva. Dialogar para actuar distinto, para construir diferencias que creen diferencias, que generen bienestar común, con un permanente pensar y repensar reflexivos.  No sostenemos la terapia eternamente, para que los consultantes “no puedan vivir sin nosotros”.  Trabajamos para que cada uno pueda generar sus propias transformaciones, recogiendo lo que podemos aportar -la impronta de los terapeutas- en el devenir del proceso terapéutico, de acuerdo con la epistemología y la cosmovisión de las propuestas postmodernas (construccionismo social-relacional), que entienden el diálogo como un proceso transformador en lo concreto, en la vida, en las relaciones de los consultantes con su entorno social, en sus estilos de vida, también transformador para nosotros mismos como terapeutas.

Perturbar (creatividad). La terapia es también confrontar a favor del proceso del consultante. “Perturbar” es introducir diferencias significativas que movilicen otras reflexiones y los recursos del consultante; perturbar el sistema relacional -si es cruel e injusto-. Es introducir complejidad e incertidumbre, cuestionar lo establecido, ampliar la cosmovisión, generar alternativas responsables. Que se recupere el valor de las propias palabras, que se recupere la responsabilidad de los actos y sus consecuencias en los demás. Es interpelar desde la disrupción para generar un devenir, un movimiento estético, saltos cualitativamente superiores, para conversaciones y acciones que generen vida nueva.

Presencia Radical. Sheila McNamee (2017), invita como construccionista social, a asumir un lugar, la “Presencia Radical”, que significa, estoy radicalmente a tu lado. Asumir y trabajar con la incertidumbre (abrazar la incertidumbre), que significa confiar en el proceso. Todos los seres humanos tienen recursos, historias, fortalezas. Si colaboramos para que aparezcan, el proceso fluye. El diálogo como presencia radical, orientada la curiosidad por lo diferente, abre a la formación de nuevas comprensiones.

La presencia radical es un modo de estar y continuar juntos; nos da la comprensión relacional del mundo social (comprender no significa estar de acuerdo). No se trata de tener que llegar a un acuerdo, lo importante es llegar a entender la perspectiva del otro. No entender al otro, sino llegar a entender lo que es importante para el otro. El entender no es cognitivo, sino que está del lado del sentir con. ¿Cómo dejar de ver individuos y enfocar procesos relacionales?

Al concluir la sesión de terapia, podemos preguntar algo de esto, a los consultantes: ¿Hay algún tema que les gustaría tratar o profundizar la próxima vez? ¿Existe algún asunto que sienten que es necesario enfrentar de manera distinta? ¿Hay algún tema que no logramos comprender como les habría gustado? ¿Cómo sabrán, en qué notarán, que lograron lo que necesitaban con este proceso? ¿Qué se llevan de significativo de esta sesión? ¿Con qué sienten que se van de nuevo, en comprensión de sus responsabilidades, alternativas, posibilidades, futuros? ¿Qué aprendieron de diferente de ustedes, diciendo y escuchándose, de sus recursos, fortalezas, capacidades?

Una vez que los consultantes se van (la sesión dura 50/60 minutos y respetamos este límite), durante 10 minutos abrimos un diálogo entre nosotros dos, respondiéndonos reflexivamente a estas preguntas y facilitándonos esta retroalimentación (una mini supervisión conjunta y recíproca):

¿Qué notaste de distinto en la descripción de estas relaciones y contextos? ¿Qué aprendiste de ti en esta sesión? Las tres cosas que aprendí de ti en esta sesión, fueron… ¿Qué te habría gustado decir o hacer de distinto? ¿Qué te imaginas que podría pasar con estas personas y sus relaciones? ¿En qué te tocó esta historia, con qué asuntos te conectaste en esta sesión?

Rafael y Tobías, 1507-8, de Tiziano.

Las prácticas construccionistas sociales – relacionales no son una técnica.

Al cierre de las sesiones, nos preguntamos cada vez uno al otro: ¿qué aprendí de importante para mí, de esta persona y sus fortalezas, de este contexto y cultura relacional?

Otras cuatro posibilidades, una vez que concluye el proceso de terapia (de 6 sesiones, 12 sesiones o las que hayan sido), con estas preguntas abiertas:

Terapeuta DTF: 1. Me preguntaba: ¿Si nos volviésemos a encontrar en tres años: qué sería distinto en su relación? ¿cómo se imaginan que será la relación entre ustedes?

Terapeuta DTF: 2. ¿No sé si les gustaría escuchar nuestra opinión personal de cómo los vemos a cada uno, nuestra percepción sobre las fortalezas de cada uno de ustedes y de su relación y sus contextos relacionales? (Lo que les decimos, resalta sus fortalezas y recursos; les decimos nuestros aprendizajes de sus experiencias y reflexiones)

Terapeuta MCB: 3. ¿Qué no sirvió, que no ayudó de este proceso? ¿Qué les habría gustado profundizar o desarrollar más? ¿Qué les ha aportado el diálogo con nosotros, qué les ha sido útil, qué les ha servido de este proceso?

Terapeuta MCB: 4. ¿Si llegasen otras personas con asuntos parecidos a los que ustedes han traído y enfrentado aquí: qué nos sugerirían decir y hacer? ¿qué piensan que les podrían servir y ser útil a esas personas?

Coincidimos en que un buen terapeuta posee ciertas cualidades: sus límites tienen una base de ética relacional; tiene una experiencia comprobable que le enseña que las conversaciones, como los aprendizajes, no terminan, son infinitos; y una buena capacidad para conectarse. El desafío es estar con el otro, de tal manera que el otro sea la persona que quiere ser en esa situación y en ese momento.

Según la aproximación socioconstruccionista, la terapia debe generar múltiples y diferentes conversaciones, capaces de llevar a la revisión de las narraciones dominantes sobre las que se apoya la identidad de los consultantes. Ser construccionista, tener o tomar esta posición, supone y significa ser más responsables. Ser responsable de las historias que generamos juntos. Supone ser crítico-reflexivo con responsabilidad.

Dialogar con respeto, curiosidad, afecto, aceptación, comprensión, confianza, reconocimiento y ética con los consultantes es una manera de honrar las relaciones, de honrar la vida; es darle un sentido y significado nuevos a cada encuentro, que construya (siendo corresponsables) los futuros posibles que nos gustaría habitar. Las prácticas construccionistas no son una técnica; sino una manera de ser, de estar en la relación con el otro; es una postura filosófica. Se le concede un valor especial al lenguaje, a la conversación, a la narración, al diálogo. Es respetar y valorar la diversidad humana. Atiende a lo sorpresivo, lo inesperado, lo poético, lo creativo.

María Magdalena, s/f, de Tiziano.

Según Dora Fried Schnitman (2017) a diferencia de otros enfoques que trabajan sobre criterios de déficits, la propuesta epistemológica, teórica y operativa del construccionismo social privilegia la construcción de posibilidades, los procesos emergentes, la creación y reconocimiento de los recursos de las personas, su participación e inclusión; con una visión generadora de transformaciones sociales.

La praxis no diferencia entre teoría y práctica, sino que es donde coinciden teoría y práctica. Esto que se dice tiene efectos en las acciones. Y, nos guía un criterio pragmático para el trabajo terapéutico, social, con comunidades, familias, parejas, personas:

1)         ¿Aporta; qué aporta de distinto esto que decimos y hacemos?

2)         ¿Es útil para estas personas, familias, comunidades?

3)         ¿Les sirve en sus relaciones, en su vida, en su cultura local?

4)         ¿Qué procesos relacionales -y cómo- construye de diferente, de significativo, de alternativo?

5)         ¿Qué futuro genera?

Nos preguntamos: ¿Dónde estamos? ¿quiénes somos, mientras nos movemos? Nos interrogamos sobre la forma de crear preguntas que inviten a descubrir las historias no relatadas que todos y todas tenemos. Que las voces silenciadas tengan un espacio; visibilizar a quienes se ha querido negar, oprimir.

Desde la postura que trabajamos, con una ética relacional, invitamos a la conexión con una propuesta transformadora que de voz a la gente. Conectar las prácticas con los contextos de vida. Comprometidos en una acción política con un sentido de transformación consistente.

Autocuidado responsable. Implica realizar terapia personal; buscar supervisión clínica; actualización profesional continua; creatividad e imaginación, dentro y fuera del espacio profesional.

Con una comunicación asertiva que es ternura radical y cuidado mutuo. El lenguaje es autocuidado, es ternura, es claridad, es libertad. Nos agenciamos para construir vida propia fuera de los asuntos de trabajo. Por ejemplo, a mí (DTF), leer buena literatura, me hace feliz -y comer chocolate dark, ecuatoriano-. A mí (MCB), tomar buen café y ver buen cine, me relaja.  A los dos: compartir con nuestros respectivos hijos, por ejemplo, nos encanta. Y, si se puede viajar, bueno, mejor.

Cuando realizamos supervisión-intervisión-covisión a otros profesionales de distintos modelos y escuelas terapéuticas, mantenemos esta postura relacional. Obviamente, por el contexto, hay otras especificidades del trabajo como supervisores clínicos, acerca de las que podremos reflexionar en un futuro. También, porque nos han pedido que compartamos “nuestro estilo” de ser y hacer supervisión clínica. Será en un futuro próximo.

Venus se deleita con amor y música, 1545, de Tiziano.

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