Nuestro blog

Incertidumbre (y complejidad)

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.  

(abril, 2020)

  “The time is out of joint” “El tiempo -el mundo- está fuera de quicio”

(“Hamlet”-William Shakespeare)

“Somos elipsis de la nada”.

(Martín Heidegger)

 “Humanizamos lo que sucede en el mundo y en nosotros mismos solo al hablar de ello, y en el transcurso de hablar de ello aprendemos a ser humanos”.

(Hannah Arendt)

Escena callejera, 1925, de George Grosz.

La coyuntura actual del mundo, con esta pandemia, nos enfrenta a la realidad de que no es solo instinto de supervivencia lo que necesitamos sostener y movilizar, sino la necesidad de construir una nueva manera de ser comunidad humana, con una transformación radical de la estructura social, los estilos de vida y los contextos relacionales. Aprender a vivir la complejidad contribuye a favorecer la incertidumbre y nos confronta con nuestra fragilidad; aceptar la incertidumbre nos conecta con esta fragilidad y con la dignidad de la complejidad de la condición humana.

Existen dilemas complejos que nos plantea este momento, sobre nuestra forma de estar en el mundo, y ponen en evidencia que necesitamos enfocarnos en los recursos y capacidades que tienen las personas para resolver sus situaciones. Estamos frente al desafío de encontrar cómo acceder a nuestros recursos, ampliando el universo relacional y contextual de estos recursos. Potenciando un sentido de agencia, que se va construyendo a través del diálogo, distinguiendo hacia dónde se quiere llegar, con los recursos que se posee y se moviliza. Preguntándonos: ¿Qué otros significados les vamos dando a la situación actual? Una afirmación útil es esta: “La esperanza es algo que hacemos con los otros”. Incertidumbre y esperanza están vinculadas porque abren un espacio para actuar con responsabilidad.

Es momento de cuestionar con honestidad nuestras prácticas sociales, que imponen la certeza modernista basada en el monólogo, la jerarquía y el conformismo social. Proponemos la incertidumbre y complejidad a las que se necesitamos invitar a vivir y abrazar, que se generan en el diálogo transformador con el otro. El lenguaje nos construye socialmente, sin palabras -dichas, escritas, reflexionadas, compartidas- todo es insignificante ruido; el lenguaje es potencialmente redentor y nos humaniza para generar nuevas maneras de ser con el otro.

Para ello, preguntemos, interroguemos y cuestionemos las convenciones de domesticación social existentes, dudemos de las verdades generales y oficiales, válidas para cualquier época y momento histórico, para todos los contextos sociales, culturales. Pensemos, por ejemplo, en el clima intelectual de las universidades ecuatorianas (la academia) -que es de una mediocridad implacable, de un grado cero de reflexión crítica y autocrítica- en plena congruencia con su clase política, sus gobiernos mafiosos, sus castas dominantes (con todas las instituciones de esta estructura política-social-económica), carentes de la capacidad de articular un proyecto de futuro con sentido y significativo, y la posibilidad de un mañana con bienestar general, con justicia social y equidad.

Incertidumbre es desconocer nuestra condición futura, y esto produce miedo, angustia y ansiedad por el control. Esta ausencia de certezas resulta particularmente dolorosa en estos graves y traumáticos momentos de la humanidad, en un tema (¿cuál de los importantes, no lo es?) de vida o muerte. La incertidumbre es lo que caracteriza nuestra existencia. Tenemos certezas sobre muy pocas cosas, una de ellas es la finitud del ser, la certeza de que todos moriremos y que nuestros frágiles y vulnerables cuerpos se van a ir deteriorando y estarán en irreversible decadencia con el paso del tiempo.

Para ser creativos y desarrollar la imaginación hay que estar a favor de las transformaciones

Cuando lo que podemos aprender (¿queremos aprender algo nuevo y distinto, o seguir con la ignorante idiotez de los esclavos, doblemente esclavos, porque se ven a sí mismos con el ojo del amo?) es a vivir en un estado de incertidumbre permanente, practicando una espontaneidad creativa, para aprender a ser con plena libertad.

Es un proceso rizomático en el que la incertidumbre nos permite construir en conjunto, innumerables nuevas posibilidades, para conectarnos con los otros y con cada momento que la vida nos regala, siendo capaces de reinventarnos sin necesidad de ningún cliché, de renacer para vivir responsablemente en plena libertad, con ética relacional y una presencia radical.

Desde la incertidumbre y la complejidad estamos en condición de aproximarnos al infinito en continua metamorfosis (las conversaciones no terminan nunca, son infinitas), a las ideas del futuro para construir el mundo del mañana. Conscientes que para ser creativos y desarrollar la imaginación hay que estar a favor de las transformaciones.

Para quienes han llegado hasta aquí y nos leen (lo valoramos y agradecemos) recuperamos esta reflexión que publicamos hace exactamente dos años, desde estas posturas socioconstruccionistas, porque nos parece que aporta, es útil y sirve más aún en estos días. Es el proceso de diálogo colaborativo el que nos conecta, nos hace corresponsables y transforma. John Shotter afirma -en nuestra adaptación-:

El viaje

La conversación es un viaje, movimiento creativo (incertidumbre, caos, complejidad); significa que no podemos controlar nada. Imaginemos un barco que va a navegar en un océano con aguas turbulentas.  Parte desde un lugar, con una brújula, con la intención de alcanzar otro lugar.  En esa travesía, en corrientes cruzadas que no controla -que es imposible controlar- atraviesa un espacio y un tiempo -que tampoco controla-, dejándose llevar, acompañado por la incertidumbre, que aprenderá a habitar y, probablemente, llegará a un lugar nuevo, desconocido, impensado.  Es otro lugar. En esas turbulencias, que son caos, la brújula no sirve y solo podemos dejarnos llevar, confiando que se creará alguna posibilidad que siga dando sentido al trayecto.  Entregados al movimiento, a las sutiles vibraciones de lo que se abre.  En un desplazamiento, en un movimiento de sentido, de significados, entre la incertidumbre y lo que está en devenir, lo que no existe aún.  Como un barco que, en su navegar, va dando forma al recorrido, en el dejarse llevar por la corriente de agua, las turbulencias, su necesidad de seguridad (la brújula) y su propia imaginación que construye el lugar -su destino- al que, en principio, quería llegar.

El mañana es la pregunta

Todo diálogo creativo es una travesía en la que nos acompaña la incertidumbre, en la que el lenguaje, que nos va haciendo distintos, también nos construye, comprometiéndonos en la diferencia.  Se trata de la complejidad e incertidumbre de entender que cada conversación es un recorrido en el que seremos transformados y nos encontraremos con la otredad que nos habita y nos relaciona con la voz de lo que no se conoce aún y se crea conjuntamente. Es el privilegio de tocar, en cada encuentro con el otro, el misterio de la condición humana que es otra forma de decir poesía.

El lenguaje nos humaniza y crea formas, estilos y proyectos de vida.  ¿Cómo construimos, a partir de estos lenguajes, nuevas posibilidades relacionales? ¿Cómo generamos procesos sociales liberadores, con palabras liberadoras, en procesos de construcción social? ¿Cómo elegimos ser con los demás (cuidar las relaciones, ser recíprocos, agradecidos, desarrollar un sentido de pertenencia y compromiso), desde este futuro posible que nos convoca, compromete y dice del tipo de personas que nos gustaría comenzar a ser y la sociedad y el mundo que tenemos la responsabilidad de habitar, liberándonos de la estupidez y miseria humana impuestas por todas las formas de poder abusivo?

¿Cómo seremos con los otros y con nosotros, siendo distintos cada vez?, ¿a qué nuevos retos nos enfrentaremos de maneras conjuntas?, ¿qué demandarán de nosotros las nuevas situaciones y dilemas que afrontemos? Empezar a actuar, decir, expresar, sentir, tratar, ya no tontamente, sino con inteligencia, curiosidad, templanza, alegrìa y ética relacional: será una buena apertura y posibilidad de generar procesos conversacionales y sociales innovadores, transformadores.

Sin duda se trata de una excelente ocasión para reinventarnos, sin dejar de cuestionar las visiones autocomplacientes (intoxicadas de estulticia, abyección y zafiedad) e hinchadas de hipócritas buenas intenciones predicadas para el control social, con su ideología de que toda crisis es una oportunidad (suelen repetirlo, en especial, quienes tienen el poder y los privilegios en esta sociedad); con la imposición opresiva para que dejemos de pensar y reflexionar críticamente (con espíritu rebelde) con nuestra propia cabeza, teniendo voz propia y que aceptemos dócilmente obedecer al poder establecido.

Esta pandemia nos muestra la importancia de una mentalidad de reinvención permanente cuyas características son la gratitud, el diálogo, la reflexión, la responsabilidad, el respeto, la curiosidad, el buen humor, la aceptación de la diferencia y el amor. Con el desafío de recuperar el reconocimiento y la confianza en las relaciones, en las conexiones con los otros, en la legitimación de los distintos.

Necesitamos, sin duda, aprender que hay que vivir por encima del drama, la queja, la victimización, la cultura del maltrato, las consolaciones religiosas y dogmáticas, sean metafísicas o científicas; las descripciones superficiales, conspirativas, delirantes y apocalípticas no aportan, solo aumentan la subalternidad. Cuestionar la enajenación cotidiana, toda forma de domesticación y disciplinamiento social puede y debe ser pensada críticamente, así como la burocratización de la vida y toda forma de resignación a la tiranía del miedo, la culpa, la ausencia de preguntas; y no hay pseudo razones científicas o humanistas que nos hagan convertirnos en cajas tontas de resonancia del nuevo control biopolítico.

Hacerlo con la potencia del buen humor, eligiendo la alegría como nuestro estilo relacional. Practicando día a día un sentido auténtico de solidaridad social, optando por estar conectados socialmente, generando relaciones sociales significativas; es el momento de pasar de las angustias de lo urgente a discernir lo importante, hacer distinciones y comenzar a reconocer y querer lo que uno elige. Realizando y enfrentando nuevas preguntas, por ejemplo: ¿qué buscamos realmente para nuestra vida? Conscientes que el mañana no es una certeza sino una pregunta. Ya lo decía Ornette Coleman: “El mañana es la pregunta”.

En palabras del poeta (Francisco de Quevedo):

“…su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.”


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