Nuestro blog

Inicio, desarrollo y cierre de procesos terapéuticos (primera parte)

Diego Tapia Figueroa Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama MA.

(febrero, 2019)

“Todo lo que hago, lo hago con alegría.”

Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)

San Jorge y el dragón, c. 1470, de Paolo Uccello.

En nuestra práctica terepéutica cotidiana, solemos preguntarnos sobre ¿Cómo poner el ser del terapeuta (o de la persona que brinda la atención) al servicio del proceso de reflexión significativa y transformación responsable del consultante? Trabajamos desde una postura socioconstruccionista (y, en ese contexto, esta secuencia es una invitación a reflexionar con nuestros lectores y confiamos en que lo que aporte, sea útil y sirva, lo tomarán con libertad; no es un paso a paso ni un recetario a seguir; es una invitación de un camino posible, como pueden existir otros) cuando lo hacemos desde:

  • La curiosidad -para comprender y conectarse-;
  • El respeto que dignifica y legitima;
  • Aceptación (respeto de su ser);
  • Confianza en las relaciones, en el diálogo, en el proceso conversacional;
  • El diálogo reflexivo con preguntas significativas;
  • La escucha profunda y la comprensión;
  • Una sensibilidad fina y una conexión relacional;
  • Reconocer y legitimar las diferencias;
  • Dejar la posición del experto, la jerarquía, el deber ser
  • Creatividad;
  • Buen humor;
  • Reconocemos la importancia de invitar y ofrecer el espacio para la expresión de múltiples voces y para preguntarnos cómo podemos promover la participación de otras voces, de todas las voces presentes

En la consulta, recibimos con estas palabras a las personas:

“Bienvenido/a/os”. Solemos preguntar: ¿Qué es lo más importante o significativo que usted considera que deberíamos saber acerca de cómo es usted, de su historia, para comprender el tipo de persona que es y que tal vez los demás no lo han notado o se pierden por no prestarle suficiente atención? Otras posibles preguntas: ¿De qué le gustaría conversar? ¿Cómo ve usted la situación?; o también: ¿Cómo les gustaría a ustedes utilizar esta reunión? A las respuestas dadas a lo largo del diálogo de 50 minutos, decimos: ¿Qué significa para usted? ¿Qué parte de responsabilidad tiene usted?

Como explica Harlene Anderson (1997), el consultante es el experto en lo que dice con respecto al contenido: él es el que sabe de sus experiencias de vida y de las razones que lo traen a la terapia. El terapeuta, con todo esto, es el especialista en el proceso: su experticia consiste en crear un contexto dialógico, comprometiéndose con el consultante en una conversación en primera persona…Un terapeuta se constituye en un recurso para una manera de ser.

Durante las sesiones de terapia, mientras habla alguna de las personas presentes o mientras les preguntamos algo o hacemos alguna reflexión que acompañe lo último que acaban de decir, podemos preguntar a los consultantes, por ejemplo: ¿Qué diálogos internos estaban teniendo este momento mientras escuchaban a la otra persona o mientras nos escuchaban a nosotros? También: ¿Qué quieren hacer con su dolor? Y: ¿Qué se imaginan que podrían decir y hacer de distinto, a partir de ahora, para construir el tipo de relaciones y de estilo de vida que les gustaría tener? Escuchamos conectados, comprometidos con el proceso dialógico; preguntamos, no para sacar informaciones de contenido sino para comprender las conexiones relacionales, los procesos. Una vez que hacemos una pregunta, nos callamos, escuchamos en silencio, no interrumpimos; no damos consejos, no juzgamos ni criticamos. Respetamos el ritmo y tiempo de los consultantes y del coterapeuta.

Sheila McNamee (2017), hablando de la presencia radical, nos invita a pensar desde un nuevo lugar estos asuntos. Existen múltiples sistemas de valores. La idea de ser reflexivos es plantearnos preguntas. Se trata de ser curioso, respetuoso, abierto. No es el objetivo, es el medio; la consecuencia de la presencia radical. No se trata de tener que llegar a un acuerdo, lo importante es llegar a entender la perspectiva del otro. No entender al otro, sino llegar a entender lo que es importante para el otro. El entender no es cognitivo, sino que está del lado del sentir con.

¿Cómo dejar de ver individuos y enfocar procesos relacionales? ¿Cómo nos despegamos de la rigidez? ¿Cómo vemos la complejidad en lugar de seguir buscando uniformidad? ¿Podemos dejar el deseo de uniformidad y buscar la vulnerabilidad que sucede en los procesos relacionales?

Comprendemos la importancia de:

  • No patologizar ni etiquetar ni asumir un rol de experto y de omnipotencia.
  • Procurar trabajar en Equipo.
  • Buscar permanentemente hacer coterapia.
  • Prevenir las revictimizaciones; concienciar sobre este riesgo.
  • Saber remitir responsablemente, a las Instituciones y profesionales más adecuados a cada contexto y necesidad.
  • Procurar movilizar Redes de Apoyo familiares, sociales, institucionales.
  • Pensar que cada sesión puede ser la última: entonces hay que ver si se garantiza, por ejemplo, la comprensión, el respeto, la creación de un vínculo y de un contexto -una atmósfera- de confianza y seguridad, etc.; y si se colaboró a encontrar los recursos del propio consultante; así como si se le facilitaron las informaciones adecuadas a sus necesidades y urgencias, tanto en cuanto a sus derechos humanos, legales, de salud, de protección, etc., etc.

No es necesario -ni tampoco posible- que el terapeuta sea un dechado de integración y plenitud en todos los aspectos de su vida. Es suficiente con que sea exactamente él mismo en esta hora de su relación, basta con que en este sentido fundamental sea lo que es verdaderamente en este momento. Insistimos en la importancia de la gentileza en el diálogo terapéutico:

  1. Preguntar con gentileza.
  2. Escuchar con gentileza.
  3. Hablar con gentileza.
  4. Responder con gentileza.
  5. Tratar a las personas con gentileza.

Tenemos responsabilidad de aquello en cuya construcción participamos. Que las personas se sientan comprendidas, apoyadas, aceptadas y escuchadas. Nos preguntamos desde esta ética relacional: ¿Podríamos hacer en conjunto algo más, una diferencia significativa que contribuya a crear una conexión profunda, un nuevo significado a la propia vida? ¿Cómo contribuir con nuestras preguntas a desanudar los nudos relacionales, que oprimen la vida de las personas?

En coterapia los consultantes experimentan un aprendizaje conjunto con los dos terapeutas que estamos presentes. Descubren que, como seres humanos y profesionales, con frecuencia tenemos diferentes perspectivas, percepciones, reflexiones y sentimientos. Que encarnamos una diferencia que nos significa un desafío y un enriquecimiento práctico; que es posible decir, actuar y ser distintos sin que sea una amenaza, un ataque personal, una descalificación, lucha de poder o guerra. Que esta diferencia nos aporta recursos nuevos y es aceptada y bienvenida.

El trabajo como coterapeutas nos brinda una gran libertad para interactuar relacionalmente, nos hace sentir comprometidos, a través del diálogo, a favor del proceso de transformación de los consultantes (y nuestro). Vamos articulando una complementariedad, que significa, abrir y generar reflexiones, construir en conjunto significados, alternativas y posibilidades, en este ser y estar con: con uno mismo, con el colega, con los consultantes; en un proceso relacional-dialógico que nos transforma a todos los participantes, cada vez, como si fuese la primera vez; desde el asombro, la curiosidad, la imaginación y la creatividad.

Al concluir la sesión de terapia, podemos preguntar algo de esto, a los consultantes: ¿Hay algún tema que les gustaría tratar o profundizar la próxima vez? ¿Existe algún asunto que sienten que es necesario enfrentar de manera distinta? ¿Hay algún tema que no logramos comprender como les habría gustado? ¿Cómo sabrán, en qué notarán, que lograron lo que necesitaban con este proceso? ¿Qué se llevan de significativo de esta sesión? ¿Con qué sienten que se van de nuevo, en comprensión de sus responsabilidades, alternativas, posibilidades, futuros? ¿Qué aprendieron de diferente de ustedes, diciendo y escuchándose, de sus recursos, fortalezas, capacidades?

Una vez que los consultantes se van (la sesión dura 50 minutos y respetamos este límite), durante 10 minutos abrimos un diálogo entre nosotros dos, respondiéndonos reflexivamente a estas preguntas y facilitándonos esta retroalimentación:

¿Qué notaste de distinto en la descripción de estas relaciones y contextos? ¿Qué aprendiste de ti en esta sesión? ¿Las tres cosas que aprendí de ti en esta sesión, fueron…? ¿Qué te habría gustado decir o hacer de distinto? ¿Qué te imaginas que podría pasar con estas personas y sus relaciones? ¿En qué te tocó esta historia, con qué asuntos te conectaste en esta sesión?

Con frecuencia nos acompaña un buen café.