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Los padres y la etapa escolar

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Maritza Crespo Balderrama, M.A. y Diego Tapia Figueroa, Ph.D. 

S/T., 1942, de Mark Rothko.

La importancia de apoyar a los niños en las transiciones de la etapa escolar permite una vida estudiantil plena y satisfactoria.

El sistema educativo ecuatoriano está dividido en tres momentos: la educación inicial, la educación básica y el bachillerato. Los niños y niñas inician su carrera estudiantil a partir de los 37 meses (3 años de edad) y, a lo largo de su vida académica escolar, pasarán distintos momentos y transiciones.

En el artículo de este mes haremos un recorrido por esos momentos de transición, para ofrecer algunas ideas útiles para las madres y padres, de manera que su presencia y apoyo contribuya a que la escuela y el colegio sean un período enriquecedor, más allá de los retos que implican.

De la casa a la educación inicial: el encuentro con el mundo exterior

Uno de los momentos más importantes, y que los padres recuerdan con mayor emoción, es el primer día de la escuela de sus hijos e hijas. La elección del centro educativo, las visitas y los criterios para decidir cuál es la mejor opción dan paso a las expectativas por cómo lograr que haya una buena adaptación, que los niños están contentos y protegidos en ese nuevo espacio, fuera del cuidado familiar.

Sin duda, no solamente se trata de un proceso importante para los padres, también para los pequeños que se enfrentarán al reto de hacer amigos, encontrarse con otros adultos y reconocer nuevos contextos. Inicia el proceso de socialización con los otros, que no son los cercanos. 

Este proceso no siempre es fácil. La mayor o menor adaptación de los hijos dependerá, en gran medida, de la predisposición, seguridad y actitud de los padres frente a este reto, quizás el primero de su vida. 

Padres y madres que miran con alegría este avance, que tienen expectativas y que, más allá de los temores lógicos, desean que sus hijos e hijas vivan la experiencia de su vida educativa con plenitud y libertad, serán los mejores modelos para afrontar esos primeros días y semanas dentro del sistema educativo.

De la misma manera, la presencia, no invasiva pero atenta, de los padres en el desarrollo de sus hijos, para el apoyo de la labor de las y los docentes, es un elemento que puede contribuir a que la experiencia educativa sea valorada y productiva.

Azul, Naranja, Rojo, 1961, de Mark Rothko.

De la escuela al colegio: cambios por todas partes

Pasar de la escuela al colegio es otro de los pasos que pueden marcar la vida de las personas. Más allá de que, según la nomenclatura ministerial, los estudiantes siguen en la llamada “educación básica”, ciertamente hay una diferencia, para los hijos y los padres, cuando se sale de séptimo y se entra a octavo año de educación básica.

Este momento académico coincide, en la mayoría de los casos, con el paso a la adolescencia. En otros artículos hemos hablado de lo que implica, para las y los niños, experimentar los cambios que acompañan esta etapa, no solo físicamente, sino, sobre todo, en cuanto a los intereses, la forma de ver el mundo, el reconocimiento de la vida social y la nueva manera de vincularse con los padres y la familia. 

Si a todo esto le sumamos el cambio de contexto académico (cambiarse a otro colegio, por ejemplo), conocer a nuevos maestros, estudiantes y adaptarse a nuevas reglas de trato y académicas, es evidente que se trata de un desafío, importante.

 En este proceso, los padres pueden marcar la diferencia en cuanto a cómo enfrentar y superar esta transición. Aquí, algunas ideas que pueden ser útiles:

Dejar claras las expectativas propias: Ayudarles a reconocer que los retos serán paulatinos y se pueden superar, es una buena idea. La responsabilidad del centro educativo es darles las herramientas a los estudiantes para que puedan aprender y adaptarse al contexto. La responsabilidad de los padres es la de acompañar este proceso. La vida académica es la que los hijos se construyan en el día a día, no la que los padres hubieran querido vivir o quisieran que sea. 

Abrir canales de comunicación: No solamente sostener el diálogo con los hijos, sobre la base de haber construido contextos de confianza y respeto con ellas y ellos; también es buena idea abrir el espacio con tutores y docentes, de manera que los padres puedan apoyar a sus hijos oportunamente y los docentes tengan el contexto familiar para, desde su espacio, hacer seguimiento y acompañamiento académico.

Apoyar a la construcción de rutinas de estudio: Debe hacerse desde la primaria. Sin embargo, es importante reconocer que pasar a la secundaria implicará otros tiempos y espacios para dedicarle a los estudios y esto puede modificar la organización familiar.  Los padres deben estar abiertos a los cambios (igual que sus hijos e hijas) y facilitar la reformulación de las rutinas.

Valoración y reconocimiento constante: Pasar de primaria a secundaria se trata de un avance que debe ser reconocido y valorado por los padres. El hacerlo explícito con frases de aliento y reconocimiento hace que los estudiantes se sientan orgullosos y puedan comprometerse con su proceso de aprendizaje. Las palabras de afecto, alegría y orgullo nunca deben escatimarse.

Rojo, 1968, de Mark Rothko.

Entrar al bachillerato: se acerca el final de esta etapa

Si entrar a secundaria es un cambio importante en la vida de un estudiante, pasar de la educación básica al bachillerato lo es aún más. En esta etapa las expectativas de los jóvenes se tiñen de una nueva realidad: el fin de la etapa escolar y la incertidumbre de lo que pasará después, cuando se acabe el colegio.

Para los padres y madres también se trata de un proceso importante porque, de muchas maneras, sus expectativas también comienzan a enfocarse en el futuro de sus hijos y en las oportunidades que el colegio puede abrir para los estudios universitarios (que implican la independencia económica y empleo). Se trata de encontrar nuevas formas de contribuir para que esta transición sea manejable para los hijos e hijas y reconocer que cada vez se va perdiendo el protagonismo en su vida. Ahora son ellos los que van construyendo su camino hacia la independencia.

Algunas ideas para contribuir en este periodo pueden ser:

Abrir el diálogo sobre los miedos, expectativas e ideas que su hijo tiene en relación a entrar al bachillerato. ¿Qué espera él o ella de esta etapa?, ¿qué le gustaría que pase?, ¿qué necesitan de sus padres?

Conocer las opciones y oferta del colegio para los estudiantes de bachillerato, en cuanto a clases extracurriculares, oportunidades de aprendizaje en otros contextos. De esta manera también se puede aportar a los hijos para la elección y acercamiento a las mismas.

Acompañar a los hijos, de manera respetuosa, en esta nueva etapa. Esto significa darles el espacio para que ellos asuman los retos del bachillerato con responsabilidad y autonomía, sin abandonarlos, pero sin invadirlos.

Asistir a las actividades escolares que el colegio prevé. El que los hijos entren al bachillerato no significa que los padres se desentiendan del colegio, la presencia de ellos en actividades académicas y sociales es importante para que tanto la institución educativa, como los propios hijos e hijas tengan constancia de que existe una familia que apoya y acompaña esta etapa.

Transmitir confianza y seguridad. Es decir, permitir la autonomía en cuanto al estudio, de sus hijos e hijas. Ya no es el momento de estar, activamente, en las tareas escolares. Sin embargo, es importante que ellos y ellas sepan que pueden contar con sus padres en la resolución de problemas.

Como toda transición, implica ritos de pasaje que hay que saber reconocer, valorar y respetar; así como acompañar a manejar y aceptar las pérdidas que implican las transformaciones que generan las transiciones, y potenciar y disfrutar las posibilidades que se abren y construyen. Los aprendizajes nuevos que surgen de las transiciones y la creatividad para caminar nuevos caminos.

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https://www.maxionline.ec/los-padres-y-la-etapa-escolar/

Negro, Rojo y Negro, 1968, de Mark Rothko.


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