Nuestro blog

Parejas en procesos, tiempos y diálogos distintos

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.

El amor, 1920, de Salvador Dalí.

Lo que tal vez fue, lo que es -relativamente- y lo que podría ser

Las relaciones de pareja significan un proceso de conexiones, que pueden durar en el imaginario de cada pareja, al menos cuando comienzan, toda la vida, un ciclo y tiempo extensos, un lapso medio o breve y, en ocasiones, un momento.

¿Qué hace que no comience una larga lista de quejas, agravios y resentimientos sin fin; sea la lista interminable; unilateral o en conjunto? ¿Lista de lo no dicho, lo que pesa cotidianamente, invisibilizado y silenciado? ¿Lo que oprime, roba libertad y alegría, gozo y futuro? Todos los detalles complejos y los asuntos que son los que marcan ineludiblemente, que esa relación tiene fecha de caducidad.

Las relaciones humanas, y las de pareja obviamente, están signadas con más frecuencia de la que nos gustaría, por lugares comunes, vulgaridades sempiternas, demandas cansinas, expectativas tontas. Pues sí, se puede amar con inteligencia y se puede amar tontamente; y, de acuerdo al criterio que se escoge para hacerlo será el proyecto de pareja y de vida.

Encontrase, tiene que ver con elegir decidir que el otro/diverso es un interlocutor, un otro que se acepta con respeto, con amor. La conciencia plena de que la relación, con esa otra persona, es mi lugar, a la vez que es el lugar que abro y doy a esa otra persona.

Algunas preguntas necesarias para construir un proyecto de pareja, con sentido. Conscientes que la posibilidad de elegir es lo principal que aporta ser y estar con una pareja: ¿Qué queremos, cómo queremos vivir, y qué cosecha esperamos de esa siembra? ¿Hay alegría en nuestra vida? ¿Hay alegría en mi pareja, en la vida compartida? ¿Hay placer y gozo auténticos, sin herir al otro? ¿Qué pasaría si comenzáramos a decir SÍ, cuando de verdad quisiéramos decir SÍ, y a decir NO, cuando de verdad quisiéramos decir NO, independientemente de que guste o no a los otros, por importantes y queridos que sean? ¿Qué esperamos del otro y qué estoy dispuesto a dar? ¿Qué me aporta de distinto esta relación? ¿Qué me imagino que puedo aportar de distinto para construir el tipo de relación que a mí me gustaría tener?

Que cada integrante de la pareja se comprometa desde un lugar propio, asumiendo esta pregunta: ¿Qué responsabilidad tengo yo, para contribuir -sin prejuicios, desde ahora y permanentemente-, a construir la relación de pareja que me gustaría, deseo, necesito y merezco?: y hacerlo con inteligencia, respeto, alegría, responsabilidad, confianza, autenticidad, placer, creatividad, buen humor, templanza, solidaridad, justicia, dignidad, espíritu crítico, ética y libertad.

¿Qué vida distinta quiero, desde este momento, para mí? ¿De qué forma la construiré con aquellos que elija como significativos en esta nueva historia? ¿Cómo aporto para generar relaciones consistentes y transformadoras, para construir bienestar común?

Los amantes, 1928, de René Magritte.

La calidad de nuestras conversaciones dice de la calidad de nuestra vida

Como hemos manifestado en otra ocasión (ver: https://iryse.org/breves-perspectivas-subjetivas-sobre-la-necesidad-y-posibilidades-que-se-abren-de-separarse-y-o-divorciarse/): desde la postura relacional, construccionista social, se sostiene, que la calidad de nuestras conversaciones dice de la calidad de nuestra vida. Esta perspectiva es plenamente pragmática para las relaciones de pareja. La calidad de nuestras conversaciones en la pareja, con la pareja, dice sin duda, de la calidad de la relación que se construye con esa pareja, del futuro posible que serán responsables de crear conjuntamente.

En terapia a lo largo de ya algunas décadas, hemos escuchado, aprendido y acompañado a múltiples parejas de culturas y edades diferentes a ser conscientes de ciertos asuntos, como, por ejemplo (ver:  https://iryse.org/creando-una-relacion-constructiva/)

Acciones útiles para mejorar la relación: Preservar los espacios de pareja; Compartir las responsabilidades familiares; Cultivar el sentido del humor; Manejo del dinero; La relación con las familias de origen; Acuerdos fundamentales sobre la educación de los hijos; No centrar la pareja en los hijos; La intimidad; Tener sueños propios y apoyar los sueños de la pareja.

También solemos mencionar, en las terapias de pareja, la imagen-metáfora de una mesa que se sostiene en estas cuatro patas para construir relaciones de pareja consistentes (y, obviamente dialogamos con cada integrante de la pareja sobre el significado propio de estas 5 palabras): a. la una pata es la confianza; b. otra pata, es la libertad; c. otra pata, es la aceptación; d. otra pata más, es el respeto. Estas 4 patas sostienen la tabla sobre la que se nutre la relación, que es la alegría. ¿Cómo están estas patas en la mesa de tu relación, que es tu relación? ¿Qué patas están en proceso de reparación, cambio, lastimadas o rotas? ¿Existe la mesa aún? ¿Se necesita otra mesa nueva, con otras patas?

Ese otro ser no es mi propiedad, ni mi extensión, ni mi parásito (ni ser su parásito), ni tengo derecho alguno de imponerle control, dueñez, abusos o violencias con la coartada del amor, el deseo, etc.; ni oprimirle delegándole la responsabilidad de hacerse cargo de mis carencias, vacíos, subdesarrollos emocionales y relacionales; ni obligarle a responder a toda la parafernalia publicitaria de lo trillado del consumo de relaciones, que se venden como ideales de amor o gozo.

La relación de pareja durará mientras se experimenta que se camina con el otro, con propósitos, proyectos, horizontes comunes, cercanos; en un compromiso basado en la ética relacional, que generan conexiones, de maneras nuevas y distintas; expanden y potencian las posibilidades de presentes compartidos y futuros en construcción conjunta.

En el devenir de cada relación de pareja, cuando se experimenta que el nosotros ha mermado, se ha reducido al mínimo o dejó de existir, cuando se comprueba que no se camina más juntos hacia ningún lugar, ese proyecto de pareja y de vida termina simbólicamente, vivencialmente, relacionalmente.

En esas circunstancias y contexto, posponer la separación, postergar el divorcio, no querer soltarse la mano, sólo conlleva una lenta, triste y cruel agonía, decepción, capitulación de derechos propios y vulneración de los derechos del otro. Lo que suele seguir es que, en lugar de florecer con el otro -como pudo darse mientras la relación tenía sentido para cada uno y para los dos-, lo que surge, por el miedo a perder -y a crecer- es la manifestación de lo peor de cada uno.

Saber honrar las historias de pareja que han aportado algo o mucho de significativo, y a las que hemos aportado, es también decidir -a tiempo- cerrarlas, decir adiós, liberarse de lo que ya está muerto y dar la libertad al otro ser, para continuar otros caminos, con la responsabilidad y la dignidad, que cada uno merece.

Diálogos que crean conexiones

Estos misteriosos lugares, caminos y horizontes de los amores coyunturales, de los compromisos consecuentes, de los proyectos conjuntos de futuros posibles, que se renuevan continuamente y se actualizan con creatividad, imaginación y consistencia; son estos diálogos que crean conexiones, los que probablemente dan la consistencia necesaria a las conversaciones de los interlocutores que abiertos a la transformación que aporta la presencia del otro, dan plenitud de vida a las relaciones de amor.

Preguntar a la pareja qué necesita de distinto de mí, cada vez como si fuera la primera vez, y abrirse de manera genuina y auténtica a comprender esa voz diferente, da esperanza y entusiasmo para disfrutar y dejar disfrutar del seguir juntos. Y, hacerlo con pasión, entusiasmo y asombro.

La relación de pareja es la construcción de un proyecto relacional inteligente, político/poético; de un deseo que se encarna en el encuentro y validación de las mutuas vulnerabilidades; una conexión, que da trascendencia al propio misterio, desde la confianza en la relación y el diálogo transformador.

La relación de pareja con posibilidades de futuros nuevos, se construye conjuntamente con diálogos responsables y significativos, que reconocen al otro como legítimo otro. Y, que no buscan ni pretenden o imponen la colonización de la subjetividad del otro.

Aceptar y respetar su alteridad significa transformar el statu quo del querer convencional, reflexionar críticamente sobre el “deber ser”, liberándose de los lugares comunes; y, generar conexiones amorosas, en una permanente metamorfosis del ser, que nos permite ser con el otro, en un diálogo generador de nuevos significados conjuntos; una diálogo curioso, creativo, abierto, libre e infinito.

La novia judía, 1666, de Rembrandt.

Amor constante, más allá de la muerte

Francisco de Quevedo

 

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

 

mas no, de esotra parte, en la ribera,

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa.

 

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

Kiss II, 1962, de Roy Lichtenstein.

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