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Procesos dialógicos transformadores: conversacionalmente tejen contextos relacionales distintos y encarnan futuros deseables, posibles.

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.

Calle 14, 1937, de Camilo Egas.

Al comenzar nuevos proyectos, ciclos, sueños, tendemos a reflexionar evaluando lo anterior, sea para sacar aprendizajes distintos, como para no repetir aquello que no sirvió y a la vez reconocer lo que sí nos fue útil.

Las preguntas nos llegan para darnos la bienvenida a la creatividad, porque cuando generamos preguntas desde la curiosidad, desde el deseo de aprender, desde nuestros nuevos aprendizajes, nos hacemos inteligentes para la vida.

Más aún si son preguntas que vuelven auténtico el proceso porque se mueven relacionalmente al surgir del diálogo con lo diverso, con lo complejo. El proceso dialógico es el que abre las posibilidades de construir confianza, esperanza, conexión. Para que esto se encarne en la relación es necesario prestar realmente atención, estando genuinamente presentes, abiertos a comprender, a querer comprender.

Si decimos que la libertad es un proceso de construcción relacional responsable, estamos proponiendo una afirmación a la vez que una invitación a comprometernos para lo que podría ser, lo que no existe aún y está en constante devenir.

Esta construcción conjunta de significados va a interpelarnos para dejar las convenciones, los aprendizajes opresivos, las mediocres verdades de toda forma de poder cruel e injusto. Nos demanda respuestas desde una pragmática reflexiva, que manifiesta con ética relacional que, por ejemplo, los derechos no se mendigan, se ejercen.

Trabajamos desde una postura de confianza en que los consultantes tienen los recursos (que la terapia contribuirá a visibilizar, movilizando con la construcción conjunta de nuevos significados a que esas fortalezas se verbalicen, se manifiesten se resignifiquen) y las capacidades para realizar las transformaciones que necesitan.

Conscientes, que el espacio terapéutico es un lugar para ser habitado por las palabras del consultante, no para colonizarlo con la supuesta voz de “experto” del terapeuta. Lo importante es que los consultantes movilicen sus propias habilidades -no que se aplaudan las habilidades del terapeuta- para abrir nuevas, significativas e innovadoras posibilidades relacionales.

Lo que pensamos, lo que sentimos lo construimos relacionalmente. Nos damos el permiso de articular historias, con más o menos sentido, para nosotros y para los otros; de cada diálogo emerge una relación, una posible conexión, más o menos creativa; así vamos desplegando narraciones que resignifican nuestras relaciones, que configuran un sentido a nuestras experiencias y que, conversacionalmente tejen, posibles horizontes relacionales distintos y futuros deseables.

Los mil y un rostros de Quito, 1989, de Oswaldo Muñoz Mariño.

¿Cómo ser genuinamente respetuosos con los procesos ajenos? Probablemente, el lograrlo, expresa nuestra auténtica espiritualidad.

¿Cómo crear y aportar para generar redes de apoyo para liberarse con alegría y creatividad de las esclavitudes cotidianas? Ir dejando el rol de víctima y/o victimario, para gozar con los otros del presente posible, siendo responsables de establecer límites de autoprotección, que son la puerta y la ventana para encarnar futuros viables. Desde el respeto con nosotros mismos y desde el inclaudicable respeto con el otro.

Cuando entendemos lo que es importante para cada uno de nosotros, nos hacemos seres relacionalmente responsables, capaces de comprender lo que es relevante para los demás. Una presencia amorosa es la que puede aportar serenidad en las relaciones, la que decide abrazar la incertidumbre y -una vez más- dialogar desde la complejidad.

Al compartir inteligencia, honramos las relaciones y podemos, por ejemplo, preguntarnos cuando nos posponemos o nos traicionamos, o no hacemos escuchar nuestra propia voz: ¿Qué nos impide dar una respuesta afirmativa a la vida?

Para elegir salir de la ceguera y ver y escuchar distinto, lo nuevo; aquello que aportamos a construir de significativo, porque es lo que nos gustaría, al ser con los demás, para generar bienestar común.

Recuperamos el sentido de las palabras al encarnarlas relacionalmente, y las preguntas, desde la curiosidad, el respeto, la aceptación de lo diverso, siguen siendo:

¿Qué queremos, cómo queremos vivir, qué es importante para mí, y qué cosecha espero de esa siembra?

¿Qué hace que, o cómo así una persona tan inteligente, elige vivir tan tontamente?

¿Hay alegría auténtica en nuestra vida?

¿Para qué elegimos ser pareja de alguien?

Más que seguir en una relación de pareja, la pregunta es: ¿para qué, con qué sentido nuevo continuar, algo que tenga sentido “verdadero” para mí?

¿Y, para qué traemos hijos al mundo?

¿Qué podemos hacer de diferente con nosotros para acompañar a nuestros hijos? 

¿Hay alegría con mi pareja, en la vida compartida?

¿Hay placer y gozo genuinos, sin herir al otro?

¿Cómo quiero ser con los otros?

Y ¿Cómo quiero que sean ellos conmigo?

¿Qué vida distinta deseo, desde este momento, para mí?

¿De qué forma la construiré con aquellos que elija como significativos en esta nueva historia?

¿Qué me impide elegir vivir con alegría y libertad y respetar el que los otros hagan lo mismo?

¿Me pienso y me siento consistente en mis interrelaciones, en mis diferentes contextos relacionales?

¿Qué puedo aportar de distinto, con imaginación y creatividad, para construir el tipo de relaciones significativas, alegres y libres, que a mí me gustaría tener?

¿Vivo, experimento y encarno la diferencia -conscientemente-, la ética relacional, la elijo como mi ser con el otro, en todos mis contextos relacionales?

Árbol de carretera, 2016, de Enrique Tábara.

Ser capaces de elegir decidir confiar en el diálogo, en las relaciones, las conexiones

Desde esta postura relacional, generativa, colaborativa, que es ternura radical y cuidado mutuo. El lenguaje es autocuidado, es ternura, es buen trato porque es diálogo. No degradarse en la competencia, la violencia, el desperdicio.

La presencia radical está impregnada de confianza y comprensión, cuestiona las jerarquías, es la invitación constante a la metamorfosis de los sentidos. Un expandir comunicacional y relacional capaz de arriesgarse a articular preguntas y respuestas tentativas, honestas, poéticas.

Hemos escrito ya, en este espacio, que somos responsables de entretejer espacios dialógicos de dignidad, con dignidad para todos los participantes. Se trata de reconocer que lo importante es el “entre” el “con” relacionales. Si el sentido de las vivencias depende del contexto relacional y que conlleva una construcción conjunta de significados, cada conversación nueva nos desafía e interpela para co-crear conexiones innovadoras con distintos significados.

El proceso dialógico, el proceso terapéutico es aquel en el que las personas viven la experiencia de sentirse valorados, aceptados y reconocidos, a través de una escucha profunda, sin interrupciones, para generar nuevos aprendizajes capaces de cuestionar el statu quo imperante, en todos los contextos relacionales de los consultantes.

Desde una actitud abierta a comprender lo que se expresa libre y abiertamente y lo no dicho -para liberarse de su tiranía-; ser con este diálogo libre y honesto, catalizadores de lo que está en devenir. Para comprender necesitamos comprender la relación, su estilo, necesidades y posibilidades.

Comprender, para construir conexiones que, con palabras y acciones responsables, cuestionen todas las formas abusivas de poder, de poder opresivo, las jerarquías violentas, las prácticas relacionales irrespetuosas, excluyentes, crueles e injustas.

Para pensar, reflexionar, discernir se necesita elegir conversar desde la complejidad, siendo capaces de rechazar todas las formas de explotación, de opresión, miseria e injusticia; se necesita arriesgarse a preguntar críticamente acerca de la mediocridad, abyección y estulticia del poder, a ser consistentes comprometiéndonos con nuestros propios principios.

Proceso creativo, que se libera de la coartada de la funcionalidad útil únicamente al poder que entroniza las convenciones, las relaciones de subalternidad, el conformismo; desarrollando un pensamiento crítico, que se rebela a la vulgaridad, el cinismo, los prejuicios, que imponen la servidumbre más reaccionaria, a esta sociedad de muerte, especialmente criminal con niñas, niños, mujeres, trabajadores. Es momento de “buscar la filosofía del mañana”.

Ser capaces de elegir decidir confiar en el diálogo, en las relaciones, las conexiones, en maravillarnos y asombrarnos cada vez como si fuera la primera vez, arriesgándonos para ser interlocutores comprometidos, para generar proyectos inteligentes, alegres, libres, con diálogos nuevos que construyen posibilidades, futuros nuevos, con confianza, respeto y esperanza.

Mágico Precolombino, Ecuador, 1963, de Estuardo Maldonado.