Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.
“Vivimos, organizamos y damos sentido a nuestra vida a través de narrativas construidas socialmente. Nuestras historias no se forman aisladas, sino que son relacionales. Los significados e interpretaciones que adscribimos a los acontecimientos y experiencias de nuestras vidas -incluida nuestra propia identidad personal- son creados, experimentados y compartidos por individuos que se hallan en relación y diálogo entre sí”.
(Harlene Anderson, 2013).
“La ética relacional, desde la perspectiva del construccionismo social, incluye diálogo, colaboración y toda una gama de prácticas relacionales. Necesito de las otras personas para que coordinen conmigo la construcción del mundo; ser relacionalmente responsables es estar en sintonía con la relación misma”.
Sheila McNamee (2015)
“Estoy conectado por lo tanto yo soy”.
(Kenneth J. Gergen)
A diferencia de un monólogo, el diálogo implica ser cambiado por el proceso mismo.
“El diálogo concreta el sentido de una nueva realidad y sienta las bases para formas alternativas de acción…Puede considerarse que un diálogo es transformador cuando promueve espacios generativos y acción concertada”.
(Dora Fried Schnitman, 2000)
Como nos explica Dora Fried Schnitman: El construccionismo social entiende que la sustancia del mundo social son las conversaciones, definiéndolas como diseños de actividades conjuntas semejantes a juegos. Una red de relaciones. Al nacer, traemos con nosotros la potencialidad de aprender cómo ser participantes en estas actividades. No somos sólo seres epistémicos sino seres sociales. Nuestra primera tarea es averiguar cómo actuar, cómo proseguir, qué esperar de los demás.
Según la perspectiva del construccionismo social, los contextos tienen suma importancia: siempre actuamos desde y hacia contextos. El contexto en que nos encontramos prefigura cómo debemos actuar.
Preguntas Generadoras del Proceso
- ¿Qué es lo más importante que deberíamos saber sobre ti, para comprender el tipo de persona que eres; qué es lo más significativo que te gustaría contarnos de ti, para comprender tu historia?
- ¿Cuáles son tus mejores esperanzas para esta conversación que tendremos aquí, para este trabajo que realizaremos juntos?
- ¿Para qué estamos aquí? ¿Estoy aquí, por…? Interesa saber la razón particular por la que cada uno está aquí.
¿Cómo miramos, escuchamos, y respondemos?
- ¿Qué tendría que pasar para que cuando termine esto, te sientas satisfecho/a?
- ¿Qué diálogos internos estabas teniendo mientras me escuchabas?
- ¿Cómo puedes aportar, de forma significativa, para que lo que suceda aquí, sea lo que esperas, y lo que te gustaría?
- ¿Puedes pensar un momento de aprendizaje, una reflexión distinta, que te vas a llevar de este encuentro?
- Una pregunta en terapia de pareja, a cada uno de los participantes: ¿Qué te imaginas que podrías aportar, decir y hacer de distinto, para construir la relación de pareja que te gustaría tener?
- ¿Cómo proponer un lenguaje con el que invitamos al otro a sentirse involucrado?
- De nuestras preguntas iniciales: ¿siguen allí; se han transformado; hay algo que quieres retomar?
- ¿Cómo invitamos a una persona a entablar una relación?
¿Cómo ven una comunidad en la que todos nos sentimos comprendidos e incluidos?
- ¿Cómo continuar esta conversación para construir algo significativo?
- ¿Qué futuro te gustaría construir a partir de tus mejores esperanzas?
- Reflexión sobre lo vivido: ¿Qué te llevas de útil de aquí; con qué te vas?
Estos son procesos de construcción conjunta, con la comunidad; lo hacemos conversando para conectarnos, comprendernos, entendernos y ser relacionalmente las personas que nos gustaría ser con nosotros y con los otros. Como nos invita Harlene Anderson (1999, p. 151): “El objetivo -según Gergen y McNamee- de una exploración de la responsabilidad relacional no es cambiar a una u otra persona defectuosa ni resolver un conflicto. Más bien se trata de ampliar el espectro de las voces -” realidades relacionales”- que son aceptadas en la conversación. Hacerse más responsable, y dar más cuenta de sí (…).”
En palabras de Kenneth Gergen (2016): “Lo que está en juego no es reparar la mente, desde una perspectiva relacional, sino la transformación relacional…”. El construccionismo social, según lo señalado por Kenneth Gergen (2014) “…sí hace a los profesionales de todo tipo, dos preguntas centrales: ¿cómo y para quién es útil lo que haces? Y ¿cuáles son las implicaciones socio políticas -éticas- de tomar, seriamente, la realidad propuesta?” Y, además: “…este proceso…es indefectiblemente una forma de activismo social o político: cualquier acción que se realiza en una sociedad forja de ese modo su futuro”.
Nuestra premisa central es que la consecuencia natural del diálogo o la conversación dialogística, es el cambio o la transformación. Partiendo de esta premisa, resulta importante la pregunta: ¿Cómo pueden los terapeutas producir estas conversaciones y relaciones con sus consultantes, de manera que de ambas partes puedan permitir el acceso a su creatividad, y abrir nuevas posibilidades donde antes no pareciera que existiera ninguna? (Anderson, 2013. p. 60).
En el ámbito terapéutico, así como en otros aspectos de la vida, es fundamental una posición filosófica que, en el caso del construccionismo social/relacional, implica la convicción de que más allá del juzgamiento o las ideas preconcebidas que podrían ser catalogadas como “verdad”, se proponen acciones pragmáticas por el bienestar común, el mejoramiento de la calidad de vida de todos y todas, la apertura a las voces múltiples y a la diversidad y el compromiso por la construcción, desde el espacio que se escoja, de relaciones consistentes sostenidas en el respeto, la aceptación, la confianza, el afecto, el reconocimiento y la ética relacional.
Las personas que nos gustaría ser con nosotros y con los otros
Dora Fried Schnitman (2017) sostiene, que: “se trata de poner el foco en lo positivo y hacerlo crecer. Esta posición involucra una apertura hacia lo nuevo, lo inesperado…El lugar del operador generativo es el de facilitador o gestor de un proceso que provee de nuevas posibilidades para la comprensión, la coordinación, la interacción y la acción. Atiende a las respuestas de los consultantes promoviendo procesos transformativos: nuevos conocimientos y acciones”.
Son procesos de aprendizaje, en el que se generan sentidos impensados, porque se conecta la experiencia con lo nuevo. Procesos creativos, capaces de notar lo distinto, de invitar a un espacio de creatividad. Procesos de deconstrucción permanente, para poner en evidencia las relaciones de poder. Confrontar, crear una disrupción en la costumbre de no interrogarnos a nosotros mismos. Procesos de diálogo para dar un lugar a las diferencias, para que adquieran nuevos significados al ser reflexionadas en sus múltiples y complejos contextos relacionales.
Para Sheila McNamee (2016-2018) se trata de: “Para crear situaciones y contextos dialógicos lo único útil es: la curiosidad, el estar abiertos a escuchar la diferencia, el ser reflexivos acerca de lo que yo mismo estoy pensando acerca de la situación… ¿Cómo involucrarnos en una situación dialógica?: Con la Presencia Radical: ¿Qué hacemos de manera conjunta para estar presentes el uno con el otro en la situación? No es estar solamente presente con todo lo que yo soy y abierto al otro, sino también aceptar la vulnerabilidad de la situación y el querer, el desear estar en una situación de desafío, en donde la meta no es imponer lo que yo pienso o aceptar lo que piensa el otro, sino cómo de manera conjunta creamos un espacio donde las dos partes puedan participar y encontrarse”.
Cuatro preguntas de Barnett Pearce, útiles para estar con “Presencia Radical”:
- ¿Qué estamos haciendo juntos?, en vez de preguntarnos: ¿Qué es lo que esta persona está haciendo en esta situación? En lugar de eso, nos preguntamos: ¿Qué es lo que estamos haciendo juntos que no está dando resultados?
- ¿Cómo estamos haciendo esto, todos los involucrados?
- ¿En quién nos estamos convirtiendo mientras hacemos esto; cómo nos estamos transformando?
- ¿Cómo podemos hacer esto de una mejor manera?
Estas preguntas nos ayudan a mantenernos en un proceso autorreflexivo, en el que no nos enfocamos en resolver la situación, sino que nos enfocamos en cómo, de manera conjunta, trabajamos para hacer esto que estamos haciendo (terapeutas y consultantes). La “PR” implica humanizarnos en la relación y dejar a un lado las teorías, las técnicas y las herramientas y concentrarnos en qué es lo que de manera conjunta estamos produciendo en este momento; y, qué es lo produce nuevos significados y expande las relaciones; y, cómo con la “PR” se crea posibilidades infinitas de cambio y transformación.
Construir, como terapeutas, una relación que sea significativa para el consultante y que le aporte para encontrar y construir otras relaciones significativas. Deberíamos ser capaces de actuar de la misma manera en la responsabilidad profesional, así como en nuestra vida completa; ser capaces de comprometernos y de invertir tiempo en las relaciones.
Dejar de pensar en aquello que no se puede hacer y comenzar a pensar en lo que sí se puede hacer. No engancharse en lo que no se puede, sino mirar las posibilidades y cómo crear posibilidades. Estar radicalmente presentes con nosotros para reconocer nuestros límites y estar radicalmente presentes para reconocer las posibilidades de crear espacios dialógicos donde sea posible generar transformaciones en los contextos relacionales.
Tenemos la perspectiva de comprender las historias de manera rizomática, significa que las historias se van complejizando y ampliando, enriqueciendo con detalles que conectan lo significativo, lo distinto; nos interesa escuchar, no solo el contenido, que tiene su importancia sino, sobre todo, el proceso, las conexiones, las relaciones, las posibilidades, el devenir. La imagen del rizoma nos sirve también como una brújula para preguntar, escuchar y comprender las historias que nos cuentan, con honestidad, generosidad y valentía, en cada encuentro terapéutico.
Para ello aporta, además la Ética Relacional: en lugar de encerrar y limitar aquello que estamos haciendo, abrimos las posibilidades de todo aquello que puede hacerse y que de manera conjunta podemos construir. De distintas maneras nuestros desafíos están en aceptar y abrazar la incertidumbre y dialogar desde la complejidad, confiando en las relaciones.
Trabajar, los procesos terapéuticos, desde una postura relacional, desde el construccionismo relacional quiere decir, que nuestra principal forma de “hacer” coterapia es el diálogo, que permite contextualizar el significado, comprender, e invita a reflexionar sobre ¿Cómo traer nuestros recursos al diálogo que tiene un propósito transformador?
Estas perspectivas coterapéuticas, como explica, Harlene Anderson, 2016: “…están enfocadas a lo que pasa “entre” las personas, porque es allí donde surgen los procesos relacionales. Esta postura filosófica se vuelve una filosofía de vida. Una visión del mundo que no separa lo profesional de lo personal, se convierte en una forma de “ser con los otros”.
Postura y perspectiva socioconstruccionista/relacional para la coterapia
• La curiosidad -para comprender y conectarse-;
• El respeto que dignifica y legitima;
• Aceptación (respeto de su ser);
• Confianza en las relaciones, en el diálogo, en el proceso conversacional;
• El diálogo reflexivo con preguntas significativas;
• La escucha profunda y la comprensión;
• Una sensibilidad fina y una conexión relacional;
• Reconocer y legitimar las diferencias;
• Dejar la posición del experto, la jerarquía, el deber ser
• Creatividad e imaginación;
• Buen humor.
¿Cómo nos proponemos para la coterapia? ¿Y, cuando las terapias no son como se imaginan o no se cumplen las expectativas de el/la consultante?
Nuestro espacio coterapéutico implica un reto vinculado con la ruptura de la tradición en psicoterapia. La coterapia que realizamos, se trata de reconocerse con los propios recursos y las propias vulnerabilidades. Y, al mismo tiempo, tener confianza en el otro, en el colega, en sus recursos y en sus capacidades, que están a favor del proceso de transformación de los consultantes. La honestidad intelectual, profesional y humana -nuestra integridad- es una de las constantes que sostienen nuestra propuesta.
En cierta ocasión, más allá de nuestra filosofía de vida y trabajo, de nuestra postura de respeto y de ética relacional/profesional, hemos experimentado también decepción (entendemos que mutua) por parte de alguna consultante o algún consultante -una o dos, en los últimos 7 años, tal vez-, que pensaba que la terapia con nosotros debía ser la ocasión para perpetuar o legitimar su posición en su contexto relacional, a favor de unos intereses específicos y en contra de otros intereses específicos; debíamos apoyar sólo su “verdad”.
Al no recibir una complicidad con esta estrategia de victimización, o al no sumarnos a una red de encubrimiento de abusos, malos tratos o explotación o injusticias, o no responder a su exigencia y su percepción de que “debíamos cambiar” por ejemplo, a su pareja, se declararon indignadas /os por nuestra “falta de ética profesional”. Alguna de estas personas, intentó desprestigiarnos o descalificar nuestro compromiso humano y profesional. Con acusaciones del tipo: “quiso lavarle el cerebro a mi pareja para que se divorcie; mi pareja me dijo que le preguntaron: ¿qué pasaría si siguen juntos? ¿qué pasaría si se divorcian?”
Suele ser paradójico, que quien quiso esparcir estos chismes, en su última sesión, se despedía de nosotros, agradeciéndonos por los aportes positivos, que hemos hecho en su vida, en sus relaciones, etcétera. Extraño. La compleja condición humana.
Nos produjo tristeza y nos apenó, en su momento, el no haber logrado contribuir positivamente a que construyan la paz para sus existencias y relaciones. Hicimos lo mejor que pudimos con los que teníamos, cumplimos con nuestra responsabilidad profesional, que es hacer bien nuestro trabajo (dialogar con preguntas reflexivas), confiando en que las personas son responsables de su propia vida y que nuestros consultantes, tiene los recursos para solucionar sus asuntos; la respuesta de esta o estas personas puntuales, también frente a nuestras acciones y palabras, es su responsabilidad; y, obviamente, desde la epistemología con la que abordamos los procesos terapéuticos, también es nuestra responsabilidad.
Sirve un proceso de diferenciación, para sin miedo a comprender y conectarse; así como a reflexionar con criterio, a la vez, no engancharse con los “asuntos no resueltos” de otra persona. Ser capaces de estar, interrelacionarse, participar y comunicarse sin ansiedad.
Son aprendizajes para trabajar con humildad humana e intelectual, sin perder la esperanza, a partir de testimonios y evidencias de que hay muchas otras personas que han generado transformaciones a favor de su bienestar relacional con la participación conjunta de nosotros como sus terapeutas. Y, la vida continúa. Nos sirve recuperar el sentido de algo que decía Goethe: “Sólo lo fecundo es verdadero”. Con nuestra consciencia relacional, de que lo “verdadero” responde a unas premisas modernistas, que el construccionismo relacional ha desnudado en su reduccionismo.
Por esto, nos es muy útil el mantener permanentemente los espacios de supervisión-intervisión-covisión clínica, en los cuales, además de aportar a los equipos con los que compartimos esta filosofía construccionista relacional, compartimos situaciones de “fracasos” nuestros, para recibir la retroalimentación de colegas, que nutren con sus perspectivas diferentes nuestra práctica terapéutica. Son espacios dialógicos de reflexiones críticas y autocríticas -asertivas, propositivas, creativas-, para profundizar en lo que “no hay que hacer” y en lo que aporta y es útil. Y, estamos abiertos a seguir aprendiendo, es una de nuestras pasiones, que nutre nuestras conversaciones y acciones, que abre posibilidades.
La práctica coterapéutica es, entonces, el espacio para el diálogo y aprendizaje colaborativo/generativo, y para el trabajo en conjunto -terapeutas y consultantes- en un proceso conversacional que nos transforma a todos, en cada encuentro, cada vez.
Nos acercamos a la sesión terapéutica con alegría, porque estamos seguros de que es una oportunidad privilegiada y única para un aprendizaje conjunto y para aportar al otro; nos planteamos como interlocutores de los consultantes, como anfitriones para iniciar un diálogo desde la curiosidad, la aceptación y el respeto por quien viene a narrarnos sus historias y también por el colega con el que tenemos el privilegio de compartir.
Tenemos curiosidad por las palabras de nuestro consultante y también por lo que nuestro colega puede aportar de distinto al diálogo, por comprender y aprender de las fortalezas que movilizará, creativamente, durante cada sesión.
Nos preguntamos desde esta ética relacional: ¿Podríamos hacer en conjunto algo más, una diferencia significativa que contribuya a crear una conexión profunda, un nuevo significado a la propia vida? ¿Cómo contribuir con nuestras preguntas a desanudar los nudos relacionales, que oprimen la vida de las personas?
En coterapia, no es uno u otro el protagonista, los que protagonizan los procesos son los consultantes; los terapeutas los acompañamos en su proceso, confiando en las personas y en los procesos. Nos sentimos cómodos y libres, trabajando desde el construccionismo social/relacional, que invita a una postura crítica, e involucra la curiosidad acerca de las diferentes maneras en que podemos hacer las cosas, involucra una actitud de creatividad y apertura.
Todo lo que hacemos y decimos, es algo que hacemos y le damos sentido en la relación. Por ello, lo que nos invita a pensar es: ¿Si trabajamos con la gente, podemos ver qué es lo que la gente necesita? Porque tenemos la responsabilidad de preguntar los puntos de vista de los otros y tener confianza en las relaciones, en las personas y en su capacidad y derecho de elegir y decidir por sí mismos.
Bibliografía mínima:
Andersen, T. (2013). Una oración en cinco líneas. Sobre la producción de significados desde la perspectiva de la relación, el prejuicio y el embrujo. En Deissler, K. & McNamee, S. (Ed) Filo y Sofía en diálogo. (pp. 76-83) Ohio, USA: Ed. Taos Institute Publication.
Anderson, H. (2013). Sistemas de lenguaje colaborativos y relaciones de colaboración: un enfoque posmoderno de la terapia y la consulta. En Deissler, K. & McNamee, S. (Ed) Filo y Sofía en diálogo: la poesía social de la conversación terapéutica. (pp. 58-67) Ohio, USA: Ed. A Taos Institute Publication.
Anderson, H. (1999). Conversación, lenguaje y posibilidades. Un enfoque posmoderno de la terapia. Buenos Aires, Argentina Editorial Amorrortu.
Fried Schnitman, D. (Ed.) (2017), Diálogos para la transformación: desarrollo de proyectos e investigación generativa orientados a la construcción de futuros en Iberoamérica – Volumen 3. Ohio, USA: Ed. A Taos Institute Publication. WorlShare Books.
Fried Schnitman, D. (comp.) (2000), Resolución De Conflictos. Nuevos Diseños, Nuevos Contextos. Buenos Aires, Argentina, Editorial Granica.
Gergen, K (2016). El Ser relacional. Más allá del Yo y la Comunidad. Bilbao, España: Editorial Desclée de Brouwer, S.A.
Gergen, K (2014). From Mirroring to World-Making: Research as Future Forming, Recuperado de: https://taoslearning.ning.com/groups2/global-relational-research-network/virtual-symposium-2018.
Mc Namee, S (2016). Resources for Facilitating Differing Worldviews, Taos Institute December 2016. Recuperado de: http://www.taosinstitute.net/Websites/taos/files/Content/5868649/Resources_for_Facilitating_Multiple_Worldviews_(McNamee).pdf
IRYSE (2018) Blog del Instituto Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE): https://iryse.org/
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