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Reconociendo el maltrato***

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Maritza Crespo Balderrama, M.A. y Diego Tapia Figueroa, Ph.D. 

Dragón matando a un león, s/f, boceto de Leonardo da Vinci.

Es una problemática común, que se puede dar en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos. Enfrentar con inteligencia y salir positivamente de esta situación es posible.

La violencia, en sus distintas manifestaciones, es un mal que aqueja a las sociedades contemporáneas. Basta con mirar las noticias en la televisión o escuchar lo que cuentan ciertas personas para reconocer que, lamentablemente muchas de las relaciones de pareja, familiares, laborales o de amistad están marcadas por el signo de una cultura de maltrato.

Si bien esto es así, es común que tanto mujeres como varones no sepan diferenciar los tipos de abuso o violencia y discernir si están o no viviendo situaciones en las que esto es cotidiano.

Violencia, abuso, maltrato… ¿son lo mismo?

Hablar de violencia significa hablar de situaciones en las que hay una relación de fuerza y sometimiento, es decir alguien -o un grupo de personas- ejerce un poder abusivo para someter a otro. En ese sentido, el abuso puede presentar multiplicidad de formas y, por ende, la violencia puede configurarse en diversidad de contextos y con diferentes actores.

Una de las formas más comunes de violencia es la llamada Violencia Basada en Género (VBG) que señala la violencia que se ejerce sobre una niña, adolescente o mujer, por el hecho de ser mujer. Otra forma habitual de violencia es la violencia intrafamiliar que se da dentro de las relaciones de pareja y con los integrantes de la familia.

El abuso, también, implica una posición de ejercicio de poder, desigual y por la fuerza, en una relación, aunque, ciertamente, este concepto se lo utiliza más en el sentido del uso inapropiado, excesivo, injusto y por la fuerza de una persona o una cosa. Por ello, el término “abuso” se asocia más al ejercicio del poder en situaciones con connotación sexual, por ejemplo.

Por otro lado, maltrato, constituye un acto que pone en situación de vulnerabilidad, indefensión y abuso de poder a una persona o, también, la amenaza de cometer un acto que ocasione esto. Es más común escuchar el término maltrato en relación a los niños o a los animales.

En el contexto de la violencia basada en género y la violencia intrafamiliar, estos términos -violencia, abuso y maltrato- son sinónimos y denominan a cualquier acto, palabra, conducta o situación en la que una persona ejerce un poder abusivo sobre otra para causarle daño, disminuir su dignidad, tener posesión sobre ella o sacar provecho de ella.

Bocetos con el sol que derrite la máscara de la mentira, 1510, de Leonardo da Vinci.


Tipos de violencia

Muchas instituciones y profesionales, nacionales e internacionales, han trabajado para definir los tipos de abuso o violencia que pueden darse. Conocer en qué consiste cada uno de ellos es fundamental si se quiere identificar si existe -o no- una situación de violencia en determinado caso o si se está siendo parte de una relación violenta o abusiva.

Existen categorías amplias que determinan los tipos de violencia:

1. Violencia Basada en Género. Según ONU Mujeres “se refiere a los actos dañinos dirigidos contra una persona o un grupo de personas en razón de su género”. Esta categoría de violencia se sostiene en la desigualdad histórica de género, el abuso de poder y la existencia de costumbres, normas y supuestos culturales que van contra personas de distintos géneros, en especial contra las niñas y mujeres.

2.Violencia Familiar o Intrafamiliar. Describe la violencia o abuso que un familiar o una pareja íntima (cónyuge, excónyuge, novio/a, etc.) lleva a cabo sobre su pareja.

3. Abuso o maltrato infantil es cualquier daño intencional infringido a personas menores de 18 años por parte de un adulto.

Alíen, 1504, boceto de Leonardo da Vinci.

Estas tres categorías de violencia pueden presentarse de múltiples formas, algunas más evidentes, como el abuso físico, y otras más sutiles o invisibilizadas, como el gaslighting.  Explicaremos, a continuación, algunas de ellas:

• Maltrato o abuso físico. Es el más conocido y evidente. Consiste en todo daño que se hace al cuerpo de una persona, de forma directa e intencionada, temporal o permanente. Pueden ser: golpes, heridas, fracturas, arañazos, empujones, zarandeos, etc.

• Maltrato o abuso sexual. Es la violencia física que se refiere, concretamente, a situaciones en las que la persona está forzada o coaccionada para llevar a cabo actividades sexuales sin su consentimiento o voluntad. Se trata de una imposición para llevar a cabo actos sexuales, incluso si es que en un principio hubo consentimiento, pero durante la situación se manifiesta que ya no.

• Maltrato psicológico o emocional. Es la violencia que, aunque no haya agresión física, se ejerce sobre otra persona humillándola, amenazándola, insultándola o desvalorizándola, de manera temporal o constante y de forma pasiva o activa. Algunos ejemplos de este tipo de violencia son: Amenazas, coerción, chantaje, control, monopolio de las decisiones, comparaciones descalificadoras, gritos, burlas, imposición de la forma de vestir, negar la palabra o sentimientos del otro o el gaslighting, que consiste en hacer que la persona dude de sí misma y pierda el sentido de la realidad afectando su autoestima o amor propio.

• Violencia económica. Se trata de la reducción y privación de recursos económicos a la pareja o a los hijos como medida de coacción, manipulación o con la intención de dañar su integridad; también es obligar a que la persona dependa económicamente de su agresor.

• Violencia patrimonial. Tener la intención de dominio o producir daño con la usurpación o destrucción de propiedades u objetos que pertenecen a la pareja. Es común que los bienes que son resultado del trabajo de muchos años, sean destruidos o usufructuados por la pareja para su propio beneficio, excluyendo a la dueña o dueño de este proceso.

• Violencia vicaria. Cuando una pareja tiene hijos y se busca lastimar, agredir o ejercer cualquier tipo de violencia sobre ellos con la intención de violentar a la pareja es violencia vicaria. Esta busca un impacto psicológico en la persona a partir de la agresión a otra persona que no es parte directa de la pareja.

• Violencia institucional. Se trata de los actos u omisiones que los servidores públicos o de otras organizaciones hacen para dilatar, impedir o disminuir el ejercicio de los derechos de una persona. Por ejemplo, lo que algunos elementos del sistema de salud hacen con las mujeres cuando les obligan a someterse a una cesárea (sin la debida razón o información), porque es más conveniente por temas de horarios o agendas; o cuando una institución minimiza el pedido de una mujer por considerarlo fuera de lugar o no prioritario.

Transformar, con el diálogo, la violencia relacional

Para entender el buen trato, opuesto al abuso y la violencia, hay que estar conscientes que, toda interrelación y comunicación, que no ponga el diálogo en primer lugar, significa maltrato y exclusión. Para generar posibilidades nuevas de futuros constructivos se necesita elegir una postura de respeto y afecto, de comprensión y responsabilidad.

Las palabras son constructoras de las personas: cómo le habla al otro y cómo habla del otro, lo construye. Ver al otro como alguien con derecho a pensar distinto, a tener otros puntos de vista y diferentes perspectivas, a la vez que se lo valora como un interlocutor/a con el que se comenzarán conversaciones para coordinar acciones sociales que aporten para el bien común, capaz de garantizar una vida digna, sin abuso ni violencia.

El diálogo moviliza los recursos y las fortalezas de los participantes, su sentido de pertenencia se expande, las personas experimentan una sensación de conexión y están dispuestas a la reciprocidad y a tomar parte en la responsabilidad social de decidir con los otros, como interlocutores legítimos de un diálogo social, que es una interacción para construir socialmente otros futuros posibles y deseables.

Es con el diálogo que reconocemos, valoramos y apreciamos que los otros viven en redes de relaciones con expectativas y necesidades concretas y diversas, con las que es fundamental conversar contextualizando para construir relaciones y mundos humanos auténticos.

Conversar es una práctica integradora, una filosofía, que convoca la confianza y el respeto; que modela una ética relacional, que construye un vínculo relacional. Que permite al otro comenzar a ser, a ser distinto, como desea ser: con voz propia, y responsable de movilizar creativamente sus propios recursos para una dinámica relacional basada en la responsabilidad.

Las palabras son actos, y los actos se convierten en palabras, portadoras de nuevos sentidos. Por su capacidad de evocar y convocar reflexiones con criterio, en construir nuevos significados, que humanizan las experiencias, les ponen voz, rostro, posibilidades, contexto.

Todo encuentro auténtico y genuino (que es tal porque aceptamos al otro), se transforma poco a poco, con las palabras de los demás. Es allí, por su carácter transformador, que las conversaciones generan alegría, al conectarnos con “aquello que nos es común”. Necesitamos construir una ética relacional diferente, una intimidad profunda, que significa abrirse totalmente, en un diálogo transformador, a la posibilidad de que el diálogo abierto y honesto con el otro, nos cambie, para generar bienestar común.

Ramo de rosa viburno, 1505-10, boceto de Leonardo da Vinci.

*** Reproducción autorizada de:

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