Maritza Crespo Balderrama, M.A. y Diego Tapia Figueroa, Ph.D.
(marzo, 2020)
“Feminismo es la noción radical de que las mujeres son personas“.
(Virginia Woolf)
Este domingo es un nuevo 8 de marzo, fecha en la que recordamos la lucha de las mujeres por vivir una vida en la que ejercer sus derechos no sea una excepción. Proponemos, entonces, una reflexión que dé algunas pistas y pautas para el trabajo desde la perspectiva relacional, en favor de promover nuevas formas de relacionarnos; formas en las que la libertad, la apertura a las diferencias y el respeto a lo diverso sean la base de la interacción.
Es muy común, en el contexto ecuatoriano, escuchar, en conversaciones cotidianas, que alguien está o se siente en una relación “toxica y codependiente”, pero ¿qué significa realmente eso?, ¿cómo impacta en nuestra vida y en nuestros contextos laborales, familiares, relacionales?, y aún más, ¿cómo podemos saber si estamos o no, realmente, en una relación tóxica, codependiente, desgastante, que nos nos aporta?
Partamos diciendo que en toda relación que es “tóxica” hay una dependencia emocional: hay una dificultad para afrontar, de modo independiente, las propias necesidades y deseos como adulto/a, es decir, para cuidar de sí mismo/a. Sentimos, sabemos, estamos convencidos de que la relación no va bien, de que no es lo que quiero, sin embargo, no puedo terminarla, no puedo salir de ella.
Si se pudiera mirar con distancia crítica y reflexiva el vínculo entre esas personas, estaríamos de acuerdo en que no es conveniente, para la estabilidad emocional y autoprotección, permanecer en ella. De hecho, una relación tóxica es una relación de la que todos deberíamos salir, sin embargo, no podemos hacerlo, no “somos capaces”. Es como una adicción; no se puede concebir el vivir sin el otro, sin importar si se trata de un jefe, la madre/padre o, como suele suceder, la pareja.
Más aún, cuando en esta cultura y sociedad patriarcal, quienes imponen su “LEY” opresiva a las mujeres, ubicándolas en condiciones de subalternidad, colonizando su subjetividad y negándoles sus derechos humanos, son muchos hombres abusivos, violentos, carentes de ética relacional.
En ese contexto y pensando en que en nuestro desempeño profesional y en la vida privada, podemos encontrarnos con relaciones tóxicas (incluso estar en una de ellas), proponemos a continuación, algunas reflexiones útiles para poder identificar si una relación es tóxica o no y cómo salir de ella.
“AMO… PERO NO ME AMAN”
Muchas veces, en nuestra práctica terapéutica, escuchamos y compartimos con mujeres y hombres que dicen y sienten que aman más de lo que los aman. Es bastante frecuente en la consulta, escuchar que nuestro interlocutor siente que su pareja ya no lo quiere.
Por lo general, este sentimiento, o intuición va acompañado de una dependencia emocional que no es fácil de cortar: frente a la posibilidad de terminar la relación (que el otro u otra los deje) la reacción es de miedo y de súplica; se ha buscado maneras de cambiar y se han hecho cosas que no “son buenas” o no “se quieren hacer” para que la otra persona se quede, nos quiera, no nos deje. Muchas veces, se hacen y se permiten cosas que van contra la propia integridad, contra la libertad y la autonomía, contra la salud emocional y física.
También, es común, por los testimonios de nuestros consultantes, evidenciar que, aunque las parejas digan que aman o valoran, las acciones de ellos o ellas demuestren lo contrario. Es bueno recordar, en estos casos, que: “cuando lo que te dice y lo que hace no encaja… hay que quedarse con la conducta, con sus actos; hay que confiar en la propia intuición y no seguir siendo cómplices del bla bla bla de quien quiere ser encubierto en su maltrato”.
Las acciones, aunque contradigan las palabras, son definitorias si hablamos de relaciones tóxicas; actos que implican maltrato, vulneración de derechos, imposición de prácticas atentatorias contra la libertad de la pareja evidencian la dependencia y la “toxicidad” de una relación.
Permanecer en una relación en que amas, pero no te aman, es sostener una relación tóxica.
“CONTIGO… NO PUEDO SER YO”
Otra de las pautas para reconocer si una relación es tóxica tiene que ver con los proyectos personales y de pareja que se plantean a lo largo de la vida y cómo nuestro ser está siendo respetado en la interacción cotidiana.
Si la pareja, pone como condición, para permanecer en la relación, el que uno de los dos participantes deje sus amigos, contextos que le gustan, o su trabajo; si se ha convertido en un tema recurrente el “adaptarse” para complacer, es una señal de que se está viviendo en una relación que se sostiene en la dependencia y no en la libertad. Es común escuchar testimonios de consultantes que afirman que “no se reconocen” que no entienden cómo llegaron hasta ese momento en la relación, que los cambios que han hecho en función del otro son tantos que se han transformado “en otras personas”. Sostener esas relaciones ha significado, en estos casos, el dejarse de lado y no ser consecuente consigo mismo, sino vivir en función de los deseos y criterios del otro.
Permanecer en una relación en que no puedes (o no quieres) ser tú mismo/a, es sostener una relación tóxica.
“ME AMA… AUNQUE ME TRATE ASÍ”
Toda relación en la que existe maltrato físico o psicológico es tóxica; esto es una evidencia más común de lo que quisiéramos constatar en nuestra experiencia terapéutica. En nuestro contexto cultural si bien el maltrato físico es más evidente que el psicológico, este último se ha normalizado hasta el punto de que creemos que eso es “amor”.
Prohibir y/u obligar a hacer cosas que no se quieren hacer; los insultos, denigraciones, desprecios o, incluso, ignorar al otro (“cuando se enoja no me habla tres días”), es maltrato.
Se tiende a pensar que el maltrato físico o sexual (golpes, rasguños, bofetadas, empujones, obligar a tener relaciones sexuales sin consentimiento, etc.) es peor que el maltrato que no se ve (el psicológico); sin embargo, las palabras pueden convertirse en formas de destruir y lastimar, aún más efectivas, que los golpes. Las palabras crean realidades, nos convencen, nos estructuran; palabras hirientes, silencios acusadores o culpabilizadores, marcan la vida de las personas hasta causar daños graves.
A lo largo de los procesos terapéuticos con múltiples parejas de diferentes niveles socioeconómicos, educativos y culturales hemos escuchado cómo, muchas veces, las voces de quien maltrata se han convertido en parte del diálogo interno de los consultantes, hasta tal punto de que ellas/ellos sostienen el discurso abusivo, lo avalan y perpetúan como propio. La auto descalificación, deslegitimación, auto agresión e infra valoración propia es un tema recurrente en los diálogos terapéuticos que abordan relaciones tóxicas y de co-dependencia emocional y afectiva.
Quienes se aceptan, buscan y mantienen relaciones de codependencia exigen a la pareja amor incondicional, como no lo recibieron de sus padres, viven con miedo a la intimidad. Es en la niñez que se necesita recibir y sentir una relación de conexión y acompañamiento con los padres como alimento emocional y que se les diga: “Eres importante, te acepto, y te amo”.
Quien no logra funcionar sin una pareja que le cargue en sus espaldas suele haber vivido abandono, irrespeto y maltrato durante la infancia, creciendo con la convicción que el mundo no es seguro ni confiable, que no cuenta con nadie y que no merece amor. Tienden a imaginar que solo su pareja logrará cuidarlos y darles la sensación de estar completas/os.
Salir de ello, del diálogo interno maltratante, puede ser aún más complejo que el reconocer el maltrato en las palabras y actos del otro; suele implicar la deconstrucción de conceptos, creencias e historias vinculadas con la infancia y las relaciones primeras (con los padres y madres). Un proceso siempre doloroso y difícil que emprende la persona y que requiere un acompañamiento distinto, sostenido en una lógica contraria a la historia personal de él o ella, sostenida en el respeto, la escucha profunda, reflexiva y crítica y el reconocimiento de los recursos propios del consultante.
Permanecer en una relación en la que te maltratan física o psicológicamente es sostener, encubrir y perpetuar una relación tóxica. Es fundamental apoyar en la identificación de estas situaciones en las relaciones para poder acompañar en el proceso de salida y en la construcción de relaciones distintas y transformadoras. Es urgente decidir salir de relaciones tóxicas-codependientes: de ello depende nuestra salud, integridad y futuro.
Es importante tener claro tres aspectos cuando se trata de relaciones de maltrato y dependencia:
- Para prevenir la adicción al amor se necesita experimentar desde la niñez relaciones de amor, respeto, protección, comprensión, legitimación y buen trato de sus padres y de los adultos de su entorno, como condición para que la persona sea capaz a lo largo de su vida de quererse, respetarse, aceptarse a sí misma. Los únicos que pueden dar y de los que se puede recibir amor incondicional son los padres.
- Que la pareja pretenda cambiar a la persona “toxica”, abusiva, y querer ayudarle a “darse cuenta de que no deberían actuar así”, es imposible; eso no va a pasar. Una transformación impuesta, promovida desde el exterior (el otro), no es sostenible en el tiempo.
- Es necesario reconocer que toda relación (y las de pareja no son la excepción) puede acabar, que no está garantizada su permanencia, que pueden ser temporales, con fecha de caducidad si no se cuida la relación; esto es importante para afrontar el final de una relación sin que, por ello, la propia vida termine.
Para apoyar en la construcción conjunta de una relación de pareja que sea consistente es fundamental:
- Que exista mutua admiración.
- Basada en la confianza.
- Diálogo con el otro para la intimidad, conexión.
- Placer y satisfacción sexual.
- Que nos encante compartir tiempo con el otro.
- Aceptación de su ser.
- Aportar en la relación y desarrollar nuevos intereses comunes.
- Mantener sueños propios, autónomos e independientes.
- Expresar libre y abiertamente lo que se siente y se piensa.
- Libertad, creatividad e imaginación.
- Soltar la lógica del control, la lucha de poder y la jerarquía.
Las relaciones positivas, en las que somos las personas que nos gustaría ser o en las que nos gustaría convertirnos y respetamos lo mismo en los otros, son las que construyen lo distinto como persona y posibilitan el crecimiento mutuo, los proyectos propios y en común. El diálogo es la base fundamental para la construcción conjunta de una cultura relacional de buen trato, de la ética relacional, para el desarrollo de vidas y proyectos que sean trascendentes y transformadores.
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