Yo soy vertical
Pero preferiría ser horizontal.
Yo no soy el árbol con mi raíz en el suelo
Chupando minerales y amor materno
Así a cada marzo podría resplandecer en cada hoja,
Ni soy la belleza de un cantero
Atrayendo una estupenda porción pintada de Ahs,
Desconociendo que pronto puede que esté sin pétalos.
Comparado a mí, un árbol es inmortal
Y una corola no muy alta, pero más asombrosa,
Y yo quiero esa longevidad y aquella bravura.
Esta noche, en la infinitesimal luz de las estrellas,
Los árboles y las flores siguen propagando sus dulces olores.
Yo los he recorrido, pero ninguno lo ha reconocido.
A veces pienso que cuando estoy durmiendo
Seguro que debo parecerme a ellos-
Nociones evanesciendo.
Estar acostada me suena más natural.
Así que el cielo y yo mantenemos una charla,
Y eso será útil cuando yo duerma en fin:
Así que los árboles deberán tocarme por una vez, y las flores tendrán tiempo para mí.
Señora Lázaro
Lo hago otra vez
Un año cada diez
Lo logro-
Un tipo de movedizo milagro, mi piel
brilla como una lámpara nazi,
Mi pie derecho
Un pisapapeles,
Mi frente se parece a un fino y frío
Lino judío.
Despelléjate el pañuelo
Oh enemigo mío
¿Te agobio?–
¿La nariz, las orejas, la dentadura completa?
La agria respiración
Va a desaparecer un día.
En breve la carne
Que la caverna carcomió estará
En casa en mí
Y yo soy una mujer sonriente.
Sólo tengo treinta.
Y como el gato tengo nueve vidas.
Esta es la número tres.
Qué basura
Para devorar cada década.
Qué millones de filamentos
El maní mascado por la multitud
Empujando para verlo
Desfajando mis manos y pies-
El gran striptease.
Damas y caballeros
Estas son mis manos
Mis rodillas
Puede que sea hueso y pellejo.
Sin embargo, soy la misma mujer.
La primera vez pasó a los diez.
Fue un accidente.
En la segunda vez intenté
Que fuera por fin la última.
Rolé cerrada
Como una concha del mar.
Tuvieron que llamar y llamar
Y extirparme los vermes como perlas pingües.
Morir
Es un arte, como cualquier otro.
Yo lo hago estupendamente.
Así que se vuelve infernal.
Incluso real.
Dirías tal vez que tengo un don.
Es muy fácil hacerlo en una prisión.
Es muy fácil hacerlo poniéndose de canto
Es teatral
Vuelve en pleno día
Al mismo lugar, al mismo rostro, al mismo grito
Tosco y chistoso.
¡´Un milagro!
Que me deja mal
Hay que pagarlo
Para mirar a mis cicatrices, hay un precio
Para escuchar mi corazón-
Pulsa fuerte.
Y hay un precio, un precio muy grande
Para cada palabra o cada roce
O cada gota de sangre
O una mecha de pelos y prendas.
A ver, Herr Doktor
A ver, Herr Enemigo.
Soy tu opus,
Tu tesoro,
El bebé de puro oro
Que se disuelve en un chillido
Me vuelvo y ardo
No crea que subestimo su enorme celo.
Cenizas, cenizas-
Tú revuelves y atizas.
Carne, hueso, no hay nada ahí-
Una pastilla de jabón,
Un anillo de boda,
Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer,
Ojo
Ojo.
Renacida de las cenizas
Subo con mi cabello rojo
Y como al aire sorbo hombres.
El jardín solariego
Las fuentes resecas, las rosas terminan.
Incienso de muerte. Tu día se acerca.
Las peras engordan como Budas mínimos.
Una azul neblina, rémora del lago.
Y tú vas cruzando la hora de los peces,
los siglos altivos del cerdo:
dedo, testuz, pata
surgen de la sombra. La historia alimenta
esas derrotadas acanaladuras,
aquellas coronas de acanto,
y el cuervo apacigua su ropa.
Brezo hirsuto heredas, élitros de abeja,
dos suicidios, lobos penates,
horas negras. Estrellas duras
que amarilleando van ya cielo arriba.
La araña sobre su maroma
el lago cruza. Los gusanos
dejan sus sólitas estancias.
Las pequeñas aves convergen, convergen
con sus dones hacia difíciles lindes.
Carta de amor
No es fácil expresar lo que has cambiado.
Si ahora estoy viva entonces muerta he estado,
aunque, como una piedra, sin saberlo,
quieta en mi sitio, mi hábito siguiendo.
No me moviste un ápice, tampoco
me dejaste hacia el cielo alzar los ojos
en paz, sin esperanza, por supuesto,
de asir los astros o el azul con ellos.
No fue eso. Dormí: una serpiente
como una roca entre las rocas hiende
el intervalo del invierno blanco,
cual mis vecinos, nunca disfrutando
del millón de mejillas cinceladas
que a cada instante para fundir se alzan
las mías de basalto. Como ángeles
que lloran por la gente tonta hacen
lágrimas que se congelan. Los muertos
tenían yelmos helados. No les creo.
Me dormí como un dedo curvo yace.
Lo primero que vi fue puro aire
y gotas que se alzaban de un rocío
límpidas como espíritus. y miro
densas y mudas piedras en tomo a mí,
sin comprender. Reluzco y me deshojo
como mica que a sí misma se escancie,
igual que un líquido entre patas de ave,
entre tallos de planta. Mas no pienses
que me engañaste, eras transparente.
Árbol y piedra nítidos, sin sombras.
Mi dedo, cual cristal de luz sonora.
Yo florecía como rama en marzo:
una pierna y un brazo y otro brazo.
De piedra a nube iba yo ascendiendo.
A una especie de dios ya me asemejo,
hiende el aire la veste de mi alma
cual pura hoja de hielo. Es una dádiva.
Espejo
Soy de plata y exacto. Sin prejuicios.
Y cuanto veo trago sin tardanza
tal y como es, intacto de amor u odio.
No soy cruel, solamente veraz:
ojo cuadrangular de un diosecillo.
En la pared opuesta paso el tiempo
meditando: rosa, moteada. Tanto ha que la miro
que es parte de mi corazón. Pero se mueve.
Rostros y oscuridad nos separan
sin cesar. Ahora soy un lago. Ciérnese
sobre mí una mujer, busca mi alcance.
Vuélvese a esos falaces, las luciérnagas
de la luna. Su espalda veo, fielmente
la reflejo. Ella me paga con lágrimas
y ademanes. Le importa. Ella va y viene.
Su rostro con la noche sustituye
las mañanas. Me ahogó niña y vieja.
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