(Praga, 1883 – Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana cuya obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela europea en las primeras décadas del siglo XX. Kafka fue un ser complejo, y también a su manera gozó de la vida con una intensidad fuera de lo común. Autor de una obra maestra absoluta: La Metamorfosis.
Para iniciar, un microrrelato, La partida:
Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó:
—¿Adónde va el patrón? —No lo sé —le dije— simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta. —¿Así que usted conoce su meta? —preguntó.
—Sí —repliqué— te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta.
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A partir de cierto punto ya no hay vuelta atrás. Hay que llegar a ese punto.
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En la lucha entre el mundo y tú, ponte de parte del mundo.
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No es necesario que salgas de casa. Quédate sentado a tu mesa y escucha atentamente. No escuches siquiera, limítate a esperar. Ni siquiera esperes, simplemente quédate callado y solo. El mundo se te ofrecerá para que lo desenmascares, no puede evitarlo; extasiado, se contoneará ante ti.
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El camino verdadero transcurre sobre una cuerda que no ha sido tendida en las alturas, sino apenas a escasa distancia del suelo. Parece haber sido dispuesta para tropezar antes que para pasar sobre ella.
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Como un camino en otoño: tan pronto como se barre, vuelve a cubrirse de hojas secas.
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Tú eres la obra, ningún discípulo hasta donde la vista alcanza.
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¿Cómo alegrarse del mundo sino cuando se refugia uno en él?
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Hay una meta, pero ningún camino. Lo que llamamos «camino» es duda.
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El animal arrebata el látigo al amo y se azota a sí mismo para ser a su vez amo, sin saber que todo es una fantasía engendrada por un nuevo nudo en el látigo del amo.
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Quien ama en el mundo a su prójimo no comete una injusticia mayor ni menor que el que se ama a sí mismo en el mundo. Sólo queda la cuestión de si lo primero es posible.
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Amor significa que tú eres para mí el cuchillo con el que remuevo mi interior.
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Cualquier cosa que me saque de entre las dos ruedas de molino que normalmente me machacan, representa para mí un alivio, a no ser que conlleve un excesivo dolor físico.
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Me he pasado la vida resistiéndome al placer de acabar con ella.
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Mantener la calma; alejarse al máximo de las exigencias de la pasión; conocer la corriente y a partir de ahí nadar contra ella; nadar contra la corriente por el placer de dejarse llevar.
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No permitas que el Mal te haga creer que puedes tener secretos frente a él.
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Del verdadero enemigo te llega una valentía ilimitada.
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Una jaula fue en busca de un ave.
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Comprender la fortuna de que el suelo que pisas no puede ser más grande que los dos pies que lo cubren.
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Yo soy la novela. Yo soy mis historias.
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Todo lo que no sea literatura me aburre.
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No poseo ningún interés literario. Yo mismo estoy compuesto de literatura, no soy otra cosa y no puedo ser otra cosa.
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Esfuerzos de todos los franceses con los que se entra en contacto por mejorar, aunque sólo sea un instante, su mal francés.
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No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives.
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El progreso se evapora y deja atrás una estela de burocracia.
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Reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas.
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El ocio es el padre de todos los vicios, y es el coronamiento de todas las virtudes.
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Hay problemas que jamás hubiéramos resuelto si fueran realmente nuestros problemas.
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Se les concedió la facultad de elegir entre ser reyes o mensajeros de los reyes. Como los niños, eligieron ser mensajeros. Por esta causa hay mensajeros vocingleros que recorren el mundo y, como ya no hay reyes, intercambian entre ellos mismos las noticias carentes de sentido. Con placer pondrían fin a sus vidas miserables, pero no osan hacerlo por el juramento profesional.
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No escribo como hablo, no hablo como pienso, no pienso como debería pensar, y así sucesivamente hasta las más profundas tinieblas.
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…Yo soy principio o fin.
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