El tiempo presente y el tiempo pasado
están quizá presentes los dos en el tiempo futuro
y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado.
Si todo el tiempo es eternamente presente
todo tiempo es irredimible.
Lo que podía haber sido es una abstracción
que queda como perpetua posibilidad
sólo en un mundo de especulación.
Lo que podía haber sido y lo que ha sido
apuntan a un solo fin, que está siempre presente.
Hay eco de pisadas en la memoria
allá por el pasadizo que no tomamos
hacia la puerta que nunca abrimos
a la rosaleda. Mis palabras tienen eco
así, en vuestra mente.
Pero con qué propósito
agitar el polvo en un búcaro de pétalos de rosa,
no lo sé.
Otros ecos
habitan el jardín. ¿Seguiremos?
Deprisa, dijo el pájaro, encontradlos, encontradlos,
a la vuelta de la esquina. A través de la primera puerta,
entrando a nuestro primer mundo, ¿hemos de seguir
el engaño del tordo? Entrando a nuestro primer mundo.
Allí estaban, dignos, invisibles,
moviéndose sin presión, sobre las hojas muertas,
en el calor del otoño, a través del aire vibrante,
y el pájaro llamó, en respuesta a
la música no oída oculta entre los arbustos.
Y la mirada del ojo sin ser vista cruzaba, pues las rosas
tenían el aspecto de flores que son miradas.
Allí estaban como invitadas nuestras, aceptadas y aceptando.
Así avanzamos, y ellas, en ordenación formal,
a lo largo de la alameda vacía, hacia el círculo de boj,
para mirar en lo hondo del estanque vaciado.
Seco el estanque, seco el cemento, de bordes pardos,
y el estanque se llenó de agua salida de la luz del sol,
y el loto se elevó, callada, calladamente,
la superficie centelleó desde el corazón de la luz,
y quedaron detrás de nosotros, reflejándose en el estanque.
Entonces pasó una nube, y el estanque quedó vacío.
Anda, dijo el pájaro, pues las hojas estaban llenas de
niños,
escondidos con emoción, contenidos la risa.
Anda, anda, anda, dijo el pájaro; la especie humana
no puede soportar mucha realidad.
El tiempo pasado y el tiempo futuro
lo que podía haber sido y lo que ha sido
apuntan a un solo fin, que está siempre presente.
Burnt Norton, 1936; primer poema de “Cuatro cuartetos”, de T. S. Eliot.
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