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Construccionismo social-relacional. Construcción conjunta, significativa y creativa de procesos de transformación en el proceso terapéutico, en la formación de profesionales y en la supervisión clínica. (11)

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.

 “Yo he venido a conocer, he venido a descubrir, y no sólo a soñar sobre este suelo de mis padres.”

Jorge Carrera Andrade (1989, p. 332)

La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, 1632, de Rembrandt van Rijn

Nos basamos para esta serie, en esta tesis, de la que extraemos -adaptándolas- las propuestas e invitaciones a una postura relacional distinta para la construcción del proceso de diálogo terapéutico transformador.

¿Cómo el construccionismo social y las prácticas colaborativas y dialógicas son útiles para la co-construcción relacional de un espacio de formación y supervisión terapéuticas? Tapia Figueroa, Diego, Tesis (2018) para el Ph.D. con la Universidad Libre de Bruselas (VUB) y el TAOS INSTITUTE de Estados Unidos,

Caja de herramientas – Mundos posibles

“Solo podemos contribuir para ayudar si la conversación nos hace sentir curiosidad. Como en otras cuestiones de la vida, la curiosidad es el motor de la evolución”.

Tom Andersen (1994, p. 60)

Desde esta perspectiva se puntualiza que los términos con los cuales comprendemos el mundo son artefactos sociales, productos de intercambios entre las personas, históricamente situados. Desde la posición construccionista el proceso de entendimiento no es conducido automáticamente por las fuerzas de la naturaleza, sino que es el resultado de una empresa activa y cooperativa de personas en relación:

La idea fundamental de la construcción social parece bastante sencilla, pero es a la vez profunda: todo lo que consideramos real ha sido construido socialmente. O lo que es más radical, nada es real hasta que la gente se pone de acuerdo en que lo es. (Gergen y Gergen, 2011, p.13).

Lo fundamental del pensamiento construccionista social es la noción de que las construcciones personales del entendimiento están limitadas por el medio social; es decir, el contexto del lenguaje compartido y los sistemas de significado que se desarrollan, persisten y evolucionan a lo largo del tiempo.

Contamos con una caja de herramientas, no un “modelo”, ni un recetario; sino instrumentos que utilizamos según los momentos, contextos, situaciones, necesidades concretas y específicas.

Y, son instrumentos, herramientas móviles. Se trata de movilizarse, deslizarse (con una perspectiva bio-psico-socio-cultural-histórica-política-compleja) en la producción de significado. La transformación humana se produce, sobre todo, más que por las técnicas empleadas, por el significado que surge luego de su uso en el proceso terapéutico.  Cuando se habla de un modelo terapéutico que orienta el trabajo, más que una escuela, se trata de buscar un modelo de recursos, opuesto a un modelo de déficit. Aún en las personas “más duras” hay algo positivo. Si sólo veo lo que hace mal, no le doy muchas oportunidades de esperanza. El rol de terapeuta con las familias, podría ser percibido así: alguien con quien se puede contar, humana y profesionalmente.

Se podría tomar el riesgo de decir que casi todos los modelos de psicoterapia son un recurso válido para el terapeuta posmoderno, a condición que se los conciba como un conjunto de metáforas y orientaciones tentativas, limitadas histórica y culturalmente, y no como una ciencia acabada que impone conceptos y una sola forma “correcta” de intervención. Una perspectiva posmoderna para la práctica de la terapia, significa una postura en la cual la realidad, en cualquiera de los sentidos complejos que le dan los seres humanos, nunca se encuentra ahí afuera de un modo inmutable, independiente de nuestras formas de conocerla.

Estamos constituidos por las historias que creamos; no sólo nuestras propias historias, sino las de nuestros padres, abuelos, compañeros, nuestra sociedad.  Se trata entonces de extender o modificar estas historias para ampliar los mundos posibles que pueden habitar.

Sostiene el psicoterapeuta constructivista Marcelo Pakman (1996, pp. 260-261):

Un diálogo reflexivo como ése tiene la potencialidad de constituir una práctica descolonizadora, no sólo para ellos sino también para nosotros mismos.  Eso y la risa.  Una mente colonizada es la que respeta la solidez del mundo tal como es postulada por el colonizador (incluyendo sus valores).  Y el colonizador somos nosotros mismos siempre que perdemos una postura reflexiva, pues aceptamos una organización social de la interacción que restringe nuestras posibilidades de actuar y mantiene el statu quo.  Una práctica descolonizadora genera una dimensión espiritual en la cual la solidez del mundo es cuestionada y ‘se disuelve en el aire’.  La terapia como práctica social crítica de la normalidad tiene un papel descolonizador que jugar, tanto político como espiritual (…)

Una organización de sujetos humanos sólo se mantiene a sí misma como tal en la medida en que encarne un proyecto utópico, no como objetivo futuro, sino como virtualidad en el presente; no como ideal, sino como fundamento básico de algo digno de llamarse humano: la construcción cotidiana de un espacio espiritual.

Danae, 1643, de Rembrandt van Rijn.

En terapia, por ejemplo, se trata de proponer el desarrollo de una reflexión distinta sobre estas preguntas y cuestiones significativas:

Tabla 1 Preguntas y cuestiones significativas para la terapia construccionista social

Cada encuentro terapéutico, me cuestiona de formas distintas.  Es una conversación sobre aquello que importa a los consultantes, en el que intento ser la persona que me gusta ser, y al mismo tiempo, ser capaz de ofrecer las condiciones, de cocrear el contexto relacional, para que los consultantes sean quienes les gustaría ser.  En un diálogo colaborativo/generativo que no teme enfrentar las complejas contradicciones de la condición humana, desde una mirada y una escucha que privilegia la responsividad, la responsabilidad, la continua y honesta interrogación sobre otros sentidos y significados, para contribuir a nuevos estilos de vida.

En el Taller Pre-Congreso de ASIBA, realizado en Buenos Aires, Tom Andersen, nos formuló esta pregunta: “¿Qué es lo que los humanos en nuestras vidas, los clientes en la terapia, las personas en sus contextos, buscamos en toda interrelación humana, lo que más necesitamos y valoramos, lo que agradecemos? (Andersen, 2003) Y, ante las varias respuestas que escuchó, agregó lo siguiente (que he compartido permanentemente desde entonces, en cuanta clase, seminario o taller he podido trabajar):

Lo fundamental, en toda relación humana, es la gentileza, que significa: hablar con gentileza; escuchar con gentileza; preguntar con gentileza; responder con gentileza; tratar con gentileza. Lo más importante en este proceso, es cocrear un vínculo de confianza y seguridad entre consultantes y terapeuta, esto es lo que hace que la terapia sea un espacio relacional significativo, capaz de generar nuevos estilos de vida.  La verdad de la relación con otro exige una consistencia que debe ejercitarse.

Tarea del terapeuta será la creación ilimitada de nuevo sentido (de nuevas historias) manteniendo abierta la conversación.  Entender que hacer terapia no es saber aplicar técnicas, sino construir conjuntamente con los consultantes relaciones nutricias; expandir las posibilidades, las conversaciones, las historias y las narraciones.  La idea es que la terapia pueda permitir al consultante decir (y pensar) lo que aún no ha dicho (ni pensado) acerca de su historia personal, de sus contextos relacionales.

Movilizar los recursos de los consultantes se relaciona, también, con desanudar los miedos, culpas, prejuicios y redescubrir, con quien viene a la consulta terapéutica, que tiene el coraje para enfrentarlos, para liberarse de todo cuanto es una negación de su ser; y, a la vez, es desplegar sus propias capacidades para moverse de una manera distinta en las experiencias, en las acciones y en los acontecimientos en los que se involucran, participan y les importa.

Son conversaciones generativas que buscan producir nuevos significados y, por lo tanto, nuevos actos con un sentido distinto. La especificidad de este diálogo transformador, llamado terapia, está relacionada con una postura filosófica colaborativa/generativa, comprometida con el diálogo que construye esos futuros posibles que el coraje y la capacidad, movilizados por los consultantes, pueden crear.

Si la propuesta construccionista es una filosofía, significa que es una orientación para reflexionar, con asombro, curiosidad, sensibilidad e inteligencia, sobre la complejidad de la condición humana, desde una posición crítica, cuestionadora, capaz de interpelar la incertidumbre, gracias a este diálogo colaborativo/generativo, con una ética relacional convertida en pregunta significativa.

El hombre con el casco dorado, c. 1650, de Rembrandt van Rijn.

Conversación dialógica: la aceptación de la legitimidad del otro

Es de enorme relevancia la creatividad de los terapeutas para construir procesos generadores de transformaciones relacionales, en especial cuando se enfrentan con limitaciones de recursos y contextos (instituciones rígidas, contextos de pobreza, entre otras).

La terapia caracterizada como una práctica conversacional no se presenta como una charla trivial.  Para que sea terapéutica deben emerger nuevos significados, reescribiendo la experiencia vivida a partir de nuevos marcos de sentido.  En una conversación de naturaleza terapéutica no sólo se transforman las historias, sino las personas que las narran.  Para que una conversación produzca ese efecto transformador, llevando a un sentido de autoría personal, a la disolución de los problemas y a otro yo narrador, se debe definir como una conversación dialógica.  Es una investigación compartida, una forma de acción conjunta entre terapeuta y consultante.

El diálogo no presupone que los participantes estén de acuerdo.  Esta es justamente una de sus mayores riquezas: poder convivir con los acuerdos y también con la diversidad de ideas, opiniones y sentimientos, en una actitud de respeto por la alteridad, y por ello, legitimadora.  Este es el aspecto fundamental de una conversación dialógica: la aceptación de la legitimidad del otro.

Todo eso ocurre en un contexto de acogida y acompañamiento genuinos, en el que la voz del consultante puede ser escuchada en primera persona, expresando aquello que es, la manera en la que se construyó y cómo experimenta su complejo mundo singular.  La cocreación y coconstrucción de un espacio de colaboración mutua en que lo relevante es la confianza, seguridad, comprensión, validación, respeto, legitimación, apertura, flexibilidad, aceptación del otro como legítimo, buen humor, diálogos significativos y transformadores, preguntas nuevas.

Se propone que el espacio terapéutico sea el lugar de los diálogos apreciativos que, siguiendo lo expuesto por Dora Fried Schnitman (2013) son la búsqueda cocreativa del potencial, de lo mejor de las personas, los equipos, las organizaciones y los sistemas en los que se encuentran.

En sus textos desarrollados en el Diplomado que dirige sobre perspectiva y práctica generativa, la autora -a quien reproducimos in extenso con nuestra propia sistematización, sostiene que el diálogo apreciativo se fundamenta en poner el foco en lo positivo para hacerlo crecer.

Esta mirada en el potencial positivo, establece una diferencia que perturba asertivamente un sistema orientado a lo opuesto; y al hacerlo con un diálogo apreciativo moviliza decididamente el campo de lo que en colaboración podemos generar, desarrollar y hacer crecer con inteligencia.

¿Qué es apreciar?  Es valorar.  Es el acto de reconocer lo mejor de las personas y del mundo que nos rodea; afirmar fortalezas, potencialidades y logros presentes y pasados; percibir aquello que da vida (salud, vitalidad, excelencia) a los sistemas de vida.  ¿Qué hacemos entonces con lo negativo, las dificultades o los obstáculos que se presentan en el camino?  No se trata de negarlos sino de incorporarlos con atención y concentración, darse cuenta de que están y formularlos en clave de aprendizaje, enfrentarlos, poniendo el foco sobre lo positivo como fuerza motora e impulsora del futuro que queremos crear. En la posición del diálogo y la indagación apreciativos las personas no se estancan culpándose por los errores del pasado, sino que se busca rescatar lo mejor del pasado o incluso del presente, lo creativo, lo positivo, lo constructivo y se desarrolla el potencial de enriquecimiento (“cómo podría haber sido…” si es en pasado o “cómo podría ser…” si es presente) para contribuir para que ese potencial sea una realidad.

La indagación apreciativa, como lo explica Fried Schnitman (2013), es una conversación reflexiva que narra, a través de preguntas significativas, las experiencias exitosas del pasado; se relatan las historias positivas del presente; se cuentan las posibilidades que se desean construir conjuntamente para el futuro.  Y, cómo, en un diálogo creativo e imaginativo, nos comprometemos para expandir la libertad, la dignidad, el placer; para que crezca y se potencie la ética relacional.

Se apela a movilizar los recursos colectivos que crean las posibilidades: confianza en las relaciones con las que se decide interactuar; estar presente de forma activa y viva; comprometerse en un común deseo de aprender reconociendo lo positivo, destrabando los nudos, los estancamientos y las repeticiones; entretejiendo con creatividad e imaginación, el “cómo podría ser”.

El diálogo apreciativo busca la creatividad para la innovación.  Las mejores condiciones para crear son las que nos hacen disfrutar, relajarnos y sentirnos seguros.  Por ello, centrarse en lo positivo y en la posibilidad es tan potente, ya que genera un entorno de confort y seguridad que nos permite abrir nuestra mente y atrevernos.  Se trata de elegir entre trabajar desde la rutina, los miedos, la frustración y las quejas; o, desde la confianza, y el amor.  Y, se vive este trabajo conjunto, estos procesos de diálogos apreciativos y colaborativos como auténticas experiencia de gozo, con espontaneidad vital.

El proceso necesita participación, democracia, buen humor, flexibilidad y darle espacio a los sueños de cada uno, valorando lo que sí funciona e imaginando lo que podría ser.  Las prácticas colaborativas y dialógicas y generativas, abren nuevas conversaciones, que significan nuevas posibilidades relacionales, nuevos mundos.

Hombre dibujando en la ventana, a mediados del siglo XVII, de Rembrandt van Rijn.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

Andersen, T. (1994). El equipo reflexivo: Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Barcelona, España: Editorial Gedisa. 

Andersen, T. 2003. Taller Pre-Congreso de ASIBA, realizado en Buenos Aires, Diario de campo de Diego Tapia Figueroa.

Anderson, H. (1999). Conversación, lenguaje y posibilidades.  Un enfoque posmoderno de la terapia. Buenos Aires, Argentina Editorial Amorrortu.

Carrera, J. (2000). Obra poética. Quito, Ecuador: Editorial Acuario.

Fried Schnitman, D. (2013).  Proceso generativo y prácticas dialógicas.  Redes: revista de psicoterapia relacional e intervenciones sociales No. 28, (pp. 67-98). RELATES, España, Barcelona.

Gergen, K (2016).  El Ser relacional. Más allá del Yo y la Comunidad. Bilbao, España: Editorial Desclée de Brouwer, S.A.

Gergen, J. (2011). Construir la realidad.  El futuro de la psicoterapia.  Barcelona, España: Editorial Paidós.

Pakman, M., Comp. (1996), Construcciones de la experiencia humana, Volumen II, Barcelona, España: Editorial Gedisa.

Tapia Figueroa, Diego, Tesis (2018) para el Ph.D. con la Universidad Libre de Bruselas (VUB) y el TAOS INSTITUTE de EEUU.