Arte y literatura

Emily Dickinson (10 de diciembre de 1830, Amherst, Massachusetts, Estados Unidos- 15 de mayo de 1886, Amherst, Massachusetts, Estados Unidos).

Se parece el dolor a un gran espacio;/ recordar no podría / cuando empezó; si hubo / sin él un sólo día.

“El viento comenzó a mecer la hierba”
“Yo no soy nadie. ¿Quién eres tú? / ¿También tú no eres nadie? / ¡Entonces ya somos dos! / ¡No lo digas! Lo pregonarían, ya sabes. ¡Qué aburrido ser alguien! / ¡Qué ordinario! Estar diciendo tu nombre, / como una rana, todo el mes de junio, / a una charca que te contempla”.

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“Como si el mar se retirara
y mostrara un mar más lejano;
y ese, otro aún más lejano;
y el tercero no fuera sino la conjetura
de serie de mares
no visitados por las costas;
y estos mismos, el borde de otros mares.
Esto es la Eternidad”

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133

El agua se aprende por la sed.
La Tierra —por los Océanos atravesados.
El Éxtasis —por la agonía—
La Paz —la cuentan las batallas—
El Amor, por el Hueco de la Memoria.
Los Pájaros, por la Nieve.

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156
Me quieres—estás segura—
No temo equivocarme
No me despertaré engañada
Una complaciente mañana
y descubriré que el Sol se ha ido
¡que los Campos—están desolados
y que mi Amor—se ha marchado!
No debo inquietarme—estás segura.
Nunca llegará la noche
En la que, asustada, corra a tu casa
Y encuentre las ventanas oscuras
Y mi Amor se haya ido—dime
¿Nunca llegará?
Claro que estás segura—sabes
Que lo soportaré mejor ahora
Si me lo dices así
Que si—cuando la Herida
haya sanado
¡Me hieres—otra vez!

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84
Su pecho es propicio para perlas,
Pero yo no soy un Buceador—
Su frente es propicia para tronos
Pero yo no tengo penacho.
Su corazón es propicio para un hogar—
Yo—un Gorrión—construyo ahí—
Con la dulzura de las ramas
Mi perenne nido.

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292
Si el Valor te abandona—
Vive por encima de Él—
A veces se apoya en la Tumba,
Si teme desviarse—
Es una postura segura—
Nunca se equivocó
En esos brazos de Bronce—
Ni el Mejor de los Gigantes—
Si tu Alma tiembla—
Abre la puerta de la Carne—
La Cobarde necesita Oxígeno—
Nada más—

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¡Yo, cambiar! ¡Yo, transformarme!

¡Yo, cambiar! ¡Yo, transformarme!
¡Pues lo haré, cuando en la Colina Eterna
Crezca una Púrpura más Pequeña –
Al atardecer, o un brillo inferior
Vacile en la Cordillera –
En el mejor cierre del Día!

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No es que el morir nos duela tanto 

No es que el morir nos duela tanto –
Es el vivir – lo que nos duele más –
Pero el Morir – es un camino distinto –
Una variedad detrás de la Puerta –
La Costumbre Sureña – del Pájaro –
Que antes de que lleguen las heladas –
Acepta una Latitud mejor –
Nosotras – somos los Pájaros – que se quedan.
Las Ateridas en torno a las puertas del Campesino –
Por cuya miga reacia –
Pactamos – hasta que las Nieves compasivas
Persuadan a nuestras plumas a Casa

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Cuando cuento las semillas

Cuando cuento las semillas
sembradas allá abajo
para florecer así, lado a lado;

cuando examino a la gente
que tan bajo yace
para llegar tan alto;

cuando creo que el jardín
que no verán los mortales
siega el azar sus capullos
y sortea a esta abeja,
puedo prescindir del verano, sin queja.

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Él era débil y yo era fuerte

Él era débil y yo era fuerte,
después él dejó que yo le hiciera pasar
y entonces yo era débil y él era fuerte,
y dejé que él me guiara a casa.

No era lejos, la puerta estaba cerca,
tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
no había ruido, él no dijo nada,
y eso era lo que yo más deseaba saber.

El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
ahora ninguno de los dos era más fuerte,
él luchó, yo también luché,
¡pero no lo hicimos a pesar de todo!

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Certidumbre

Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de adónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero

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Ensueño

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

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La sortija

En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido y bello.
Y me dormí sobre la yerba fina.

Al despertar miré sobresaltada
mi mano pura entre la tarde clara.
La sortija entre mi dedo ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
es un recuerdo de color dorado.