Arte y literatura

Iván Carvajal

(San Gabriel, Carchi-Ecuador, 1948) es un poeta, filósofo y ensayista ecuatoriano.

ULISES

Va a soñar entre los picos de las gaviotas
que vienen a sus pies por las migajas
nadie asome a perturbar su somnolencia
a solas rumia el chasquido de las madreperlas
enhiesto marino que enhebra sus leyendas
de corsario de puertos lejanos
viejo es su hábito de esconderse con los pájaros
en él nada queda de la ostentosa astucia
y el olvido jubila sus Calypsos sus Penélopes
ya sólo el sueño saquea sus andrajos.

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Exilio

Sangres y huesos yacen
Sin túmulos funerarios

Los muertos no enterrarán a sus muertos

Al anochecer
Las agujas de los cipreses
Enfiladas lanzas contra el campo abierto

Los muertos huirán de los vivos

En casa el baúl listo para el destierro
Y pan para el camino

Los vivos huirán de los muertos

Adonde van estos caminos
Dónde se hospedan los viajeros
En noches de luna llena
En noches de tempestad
Con quién toman su vino
Por los puertos del mar dónde se van

Los vivos no tienen tiempo
Para enterrar a los muertos.

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Tus amores también quedarán sin nombre

Polvo serán, mas polvo enamorado.

Quevedo

Tus amores también quedarán sin nombre

Nombrando la juventud y el júbilo
Tus palabras marcan la muerte
En un mismo gesto

Tu amor es amor de tu tiempo

Amor a secas
Ya es inútil nombrar en los versos
A la que un día amaste.

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Los amantes del Sumpa

Para Gloria

But wherefore do not you a mightier way
Make war upon this bloody tyrant, Time?

Shakespeare, soneto XVI

1.

Diez mil años contra la sal perdura
tendido el abrazo que la tierra protege

del deseo

la frágil escultura
la muerte

constelación de los huesos
echada al azar

sobre las dunas

¿rastro de amor?

huesos proféticos

(es sólo tuyo el ritual junto a la Tumba).

2.

diez mil años
el abrazo defiende
al agónico gesto
contra la afrenta del óxido
con que el Tiempo conspira

despojados de rictus y de máscaras
sólo huesos
fémur del hombre
sobre pelvis de mujer

y sobre el húmero
dura reposa la calavera
en el abrazo yerto.

3.

ninguna rosa
ninguna agua benéfica
en el caldeado mediodía

sólo arena y sol
el cementerio

¿qué lejana huella
de la pasión aún provoca?

4.

pacientes
entre los escombros de esas órbitas
y de las bocas
el gusano y las lluvias
despojaron la piel
desnudaron al hueso

5.

ya nada puede el sueño de perpetuidad
aún si los cuerpos al abrazo se aferran.

6.

pero aún si sólo escombros residuo calcio
junto prosigue el pulpo en su instinto
persiguen sus tentáculos al sueño

y anhela el cuerpo

diez mil años el mar persigue
con su pausado canto de sirenas
a la locura humana

y anhela el cuerpo.

7.

huésped de paso
levantará el hombre casa y canto
cultivará los huertos y los usos
labor sueño y escombros
en la sucesión que mide la clepsidra
hasta que el agua se pierde

quedan los restos de la fatiga humana
huesos arcillas máquina ocarina
tránsito del hombre por los lechos
que el Tiempo desnuda

huésped de paso
deja en la casa el canto
tu huella en las arenas.

8.

no sólo la carne
más la pasión se extraña
se consume se consuma se anonada
¿qué queda de las batallas cuerpo a cuerpo?
¿esa acuciante huella del deseo
en estos huesos?

9.

lateral cae la luz sobre la Tumba
fulgura en la Pareja eterno el gesto:
el abrazo desespera de la carnal ternura

el abrazo de otra pareja junto a la Tumba
a la luz cenital repite el gesto:
desespera del amor que no perdura.

10.

¿qué queda de la pródiga búsqueda del cuerpo?
¿qué de las voces de llamada?
¿qué del ardor de la caricia de los labios?
¿qué del eléctrico contacto de los sexos?
¿qué resta en estos rastros guardados por un pueblo
que escondió ferviente el misterio
bajo las piedras?
cadáveres ocultos a los ojos del profanador
legados a nuestra mirada
consagrando en esqueletos la unión

diez mil años la tierra escuda
al efímero gesto.

11.

ninguna frase queda de su lengua
ningún nombre registra su duración

todo su cosmos:

la Pareja
estos huesos
ordenados en el suelo bajo el sol

gaviota pez delfín y garabatos
la pura atmósfera sobre el mar infinito

pero adivina sus ojos de obsidiana
mirándose por sobre el fuego
adivina su voz
silbido de serpiente
que arrastra su magia hacia la espuma
allí desova la serpiente emplumada.

12.

sexo de mujer
abierta boca del mundo
ruedan las estrellas de lo interno
abalorios de coral en su pecho
y entre el viento y el mar
su cabellera de torbellino
emergiendo de la profundida
profuso en ruidos el caracol
los peces en fosforescencias
el sexo de flor de concha de ensenada
habitación resguardo rincón de acogimiento
en la noche más oscura
que la pequeña selva que el beso
desentraña
y el sexo masculino
báculo de la ceremonia
árbol que se enfila hacia el abismo
gavilán que desciende vertical
sobre su presa
y asciende el humo
desde el fogón del sacrificio
alcatraz que se precipita
detrás de la anchoveta
émbolo de la máquina
que en la tierra penetra.

13.

la fortaleza del cuerpo
en la danza en el juego

y del abismo afloran
furor y fervor

persistir es vivir
y volver a morir
insistir.

14.

jamás escucharemos sus palabras
jamás escucharemos

nos quedan los supuestos
y la superstición

sólo los abrazados espectros

los cautivos del sueño

15.

morir pudieron en plenitud perseverando
más allá del ruego y del espasmo
muriendo uno con otro uno en el otro
acabando en este juego de espejos
o repitiendo nosotros el abrazo
o nuestro encuentro reflejado en los huesos

morir perseverando en el abrazo
vano triunfo del amor por sobre el Tiempo.

16.

pronto la rosa agota su esplendor
en días perece el bello escarabajo
que en la larva germinara en meses
y también la piel lustrosa del felino
se aja y el rugido enmudece y al fin
nos causa lástima su pupila sin brillo

el tiempo humano es vértigo
de instauración

destrucción

ya nos devastará del todo el Tiempo

borrará de tus pupilas todo el brillo
y surcará tu rostro y en tus labios
no sonarán joviales las palabras
y yo iré para viejo y ya distantes
iremos uno y otro
a las arcanas sospechas de la muerte.

17.

la plenitud no está en la eternidad
reposa breve en el instante de invención
cercano a lo mortal estalla el gozo
bien puede el Tiempo arrasar y ser perverso
logrará acabar con tu amor y con mi cuerpo
mas qué importa si ya la rosa vivió su esplendor. 


***************

LA OFRENDA DEL CEREZO

I
Simulacro de la escarcha

en el día soleado,

mapa de un cielo de estrellas

albas y enanas, o un firmamento

que apenas se sostiene

de las cuerdas mecidas

por un rumor de niños que se alejan.

Las flores del cerezo

copan el cuadro de la ventana.

II
Esta ventana se abre al jardín.

Detrás de sus cristales,

la luz y el cerezo.

En este instante

la ventana existe

para que la luz

Ilumine el despliegue

de las flores blancas,

su suave balanceo.

III
El mundo podría seguir rotando sobre su eje

aun si no estuviese este cerezo en marzo

sobre la acera de una calle en Washington.

Tal vez ninguna necesidad tenga la Tierra

de su color, de su perfume o de su peso.

Ninguna necesidad de él tienen los imperios.

Seguirían su curso los negocios.

El asesino no detendría el disparo

ni la víctima se volvería a mirarlo

antes de caer. Que aquí florezca

se debe a la intriga diplomática:

Un obsequio del imperio japonés

a Norteamérica.

IV
Ninguna necesidad tiene el cerezo

que venga de tan lejos y me detenga

a contemplarlo en su milagro.

Nada es necesario para el árbol

salvo la luz, la noche, el agua,

los fermentos, la brisa del Potomac

y el vuelo de las moscas.

La rotación incesante de la Tierra.

V
Para ser, el árbol no necesita que

me detenga a contemplarlo.

No mora el cerezo real en mi palabra.

Mi palabra es tarda, solo evoca

un cerezo que florecía en Washington

y aquel otro en el jardín de Arga

junto al Mediterráneo. Existen

una avenida que va al Potomac

y una ventana que da al jardín

para guardarlos, y en mi memoria

avenidas de diáfanos cristales

por donde llego al árbol que contemplo.

VI
El poema es movimiento interno.

Memoria, imagen. Luego vacío.

Imaginación y palabra inventan otro cerezo,

la sombra del cerezo contemplado

en otro lugar una mañana.

¿La sombra?…¡La luz! La luz

espléndida en la flor del cerezo.

VII
Contemplo al cerezo en su milagro.

Florece. Y aunque me embriaga su aroma,

no estaré aquí para probar sus frutos.

Mi vida depende del cerezo apenas

mientras dure este instante. Un blanco manto

que cae y se mece, un fresco olor,

mi júbilo. Me iré en unos minutos.

Mi vida no depende del cerezo.

Y sin embargo irá el fantasma

del árbol conmigo para siempre.

VIII
El universo continuaría en expansión

sin el cerezo. Seguirían la historia

y las catástrofes. El ascensor descendería

con su carga y en el puente

esa pareja de amantes se abrazaría igual.

Y sin embargo el esplendor del día

se hundiría en mi mente

sin el cerezo en flor.

Sin el fantasma de ese cerezo en flor.

IX
Siembro un cerezo en Chigchirián.

Tal vez un día alguno de estos petirrojos

parezca un sol del tamaño de un puño,

la mancha de un corazón sobre el manto

blanco del cerezo. Tal vez estaré

sentado en una silla del jardín

esperando el milagro. Otro cerezo

distinto de aquellos que contemplé

plantados en una avenida que va al Potomac

y en un jardín que da al Mediterráneo.

Otro cerezo: Hoy mi mano abre

su nido en el suelo. Y espero la lluvia

con unción.

X
¡Una ventana para este cerezo

y una avenida para llegar a él!

Tampoco se detendría la vida

si no plantase hoy este cerezo,

si un día no llegase a florecer.

Mi política en este pequeño reino

-el huerto de Chigchirián-

apenas consiste en abrir un hoyo

para sembrar el árbol.

Mi diplomacia: la paciente espera.

Que la Tierra gire y con ella el Sol

en torno a su tallo. Que las ramas

sean sacudidas por la lluvia y el viento.

Que florezca y revoloteen las moscas

polinizándolo. Por lo demás,

la historia y las catástrofes

seguirían su curso sin el poeta,

sin el jardín, sin el cerezo.





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