Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, MA
“Todo lo que hago, lo hago con alegría.”
Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)
Como lo narraba John Shotter citando a Tom Andersen, en el encuentro, ISI-México, 2015 (testimonio recogido en el diario de campo) -en nuestra adaptación-: “Las palabras son como manos con las que tocamos el rostro de las personas. Y, a la vez, puedes ver a las personas ser tocadas por sus propias palabras”.
Los usos distintos de las palabras implican una posición que significa una relación ética; por ello, nuestras formas de relacionarnos con las personas son éticas (en la vida y también en terapia). No existen formas fijas en la manera de entender las experiencias. Vivimos en corrientes de actividades, que son constantemente turbulentas. Hay que intentar tomar el equilibrio en esa turbulencia y entender algo de manera diferente. Las experiencias existen, pero son de un tipo lógico distinto. Diferentes palabras de nuestra experiencia apuntan a diferentes futuros (nuevamente: las palabras son éticas y políticas).
Parafraseando a Shotter , se trata de ser sensibles a estos pequeños momentos. Estamos inmersos en muchas actividades, como los peces en el agua, en diferentes contextos. Hay corrientes de vida y que nos afectan más de lo que nosotros podemos afectarlas. Somos intelectualmente arrogantes al pensar que podemos controlar lo que sucede alrededor; lo cierto es que no controlamos nada. Tenemos una percepción limitada de este proceso.
Podemos alcanzar algo útil si logramos ver las situaciones particulares en contextos particulares. Si tenemos la intención de crear un mundo mejor, no servirá tratar de forjar nuestros ideales en otras personas. Tienen otra historia y necesidades.
Al involucrarnos en procesos relacionales desde una perspectiva posmoderna, estamos eligiendo una incesante búsqueda de preguntas que generan metamorfosis de sentido y, a la vez, construyen en el diálogo colaborativo significados distintos, en una transformación permanente del momento, del detalle, de los movimientos relacionales, así como de los compromisos y responsabilidades posibles.
Todo encuentro auténtico -que es tal porque aceptamos al otro y al hacerlo lo legitimamos en su alteridad- todo encuentro genuino, nos lleva a otro lugar, en el que el ser, con las palabras propias, se metamorfosea continuamente y se transforma poco a poco y paso a paso, con las palabras de los demás; es allí, por su carácter transformador, que las conversaciones se hacen poéticas.
Nos importa reflexionar sobre cómo generar posibilidades discursivas, reconociendo la multiplicidad de los temas, desarrollando un arte para preguntar e interpelar lo establecido, para legitimar nuestros diálogos distintos, gracias a esta capacidad de interrogarnos, asumiendo la responsabilidad de los significados creados. Las palabras son constructoras de las personas: cómo le hablas al otro y cómo hablas del otro, lo construyes.
Nuestra premisa central es que la consecuencia natural del diálogo o la conversación dialogística, es el cambio o la transformación. Partiendo de esta premisa, resulta importante la pregunta: ¿Cómo pueden los terapeutas producir estas conversaciones y relaciones con sus consultantes, de manera que de ambas partes puedan permitir el acceso a su creatividad, y abrir nuevas posibilidades donde antes no pareciera que existiera ninguna? (Anderson, 2013. p. 60).
Se trata de responder a esta cuestión desde una actitud-acción-relación-reflexión, que no acepta el statu quo como válido, natural, normal y eterno, sino que, reconociendo las múltiples versiones de la historia y sus intereses, legitima las diferencias. Como Kenneth Gergen afirma en la Red de Investigación Relacional del Taos Institute (14 de marzo 2016): las palabras obran como acciones en una relación.
Esto lo conectamos con la conciencia de que solo es posible el diálogo comprometido con una persona curiosa, en un espacio seguro y confiable; con una persona abierta, a la que no le pesa lo que escucha y que por eso puede dar esperanza. En palabras de Jacques Derrida (2006, p. 31) sobre la Hospitalidad Absoluta: “Abro mi casa y se la ofrezco no solamente al extranjero, sino al “otro” absoluto, desconocido, anónimo (…) Te doy lugar, te permito entrar, te permito llegar y tomar tu lugar en el lugar…”.
Los diálogos colaborativos son prácticas que hacen posibles otros significados, capaces de construir y transformar contextos a través de la responsabilidad relacional. Es este comprometerse con los otros, en conversaciones inéditas, con preguntas nuevas, lo que hace posible la emergencia conjunta de creatividades, que a su vez, expanden las opciones de nuevos estilos de vida; se trata del surgimiento de proyectos alternativos con significados compartidos.
Hablamos de un proceso que comienza cuando se piensa reflexivamente -en un diálogo interno- que lleva a conectarse con otro responsablemente; luego esto evoluciona el momento en que pongo en palabras mi ser (hecho pregunta, incertidumbre, posibilidad) en el espacio del encuentro en el que comienza la transformación del contexto relacional. Solamente cuando el otro, al respondernos, nos reconoce y legitima como interlocutores (“aquello que nos es común”), surge el ser relacional, esto constituye el momento poético.
Y la cuestión de cómo continuar nos interpela en tanto y en cuanto nos remite a las relaciones con los otros, porque el cómo continuar puede hallar respuestas tentativas solamente cuando incluye el “con“. No es posible continuar si no es un continuar relacional.
El momento en que nos hacemos la pregunta sobre el continuar estamos asumiendo la responsabilidad de construcción conjunta de bienestar con los otros. Se trata de una pregunta que establece una diferencia de proceso y de contenido; porque se la hace en el presente y, a la vez, es un arco que dispara una flecha para el futuro. Es la forma de invitar, de convocar y dar presencia a las alternativas posibles. De hecho, cuando realizamos procesos conversacionales terapéuticos, estas reflexiones se encarnan en el diálogo significativo que evoluciona y nos transforma, precisamente por preguntarnos a nosotros mismo y con los otros.
Por otro lado, las respuestas que nos vamos dando, abren (es el inicio de una interpretación hermenéutica) las posibilidades pragmáticas de la relación -una pragmática reflexiva como estilo relacional y comunicacional-; y, encontramos, en este diálogo hecho preguntas que encuentran respuestas que generan nuevos significados, el sentido de lo útil, de lo que podría ser.
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