Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)
Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.
Confianza para habitar las contradicciones con el diálogo
Los temas que surgen en los procesos terapéuticos, las historias que se despliegan en estos diálogos son una concreta y permanente invitación a aprender a escuchar distinto para comprender con autenticidad. Son ocasiones privilegiadas para hacer escuchar la propia voz en un espacio donde se construyen conexiones relacionales contextualizadas a favor de la generación de nuevas posibilidades.
La complejidad de la condición humana nos interpela en cada conversación con seres humanos, que movilizan con valentía la angustia frente a innumerables vacíos sin sentido, carencias de afectos sin crueldades ni injusticias; con el compromiso, desde la curiosidad y el respeto, de construir conjuntamente nuevos significados para las experiencias enajenantes que se desean atravesar, de las que tienen derecho a liberarse.
Estamos, conscientes que aprender a vivir significa también aprender a vivir en la incertidumbre, abrazando la complejidad, y estamos en la búsqueda constante de interlocutores inteligentes en una sociedad que mata con zafiedad, estulticia, vulgaridad y abyección feroces, toda forma de inteligencia relacional distinta, disidente, reflexiva, creativa.
Interlocutores capaces de pensar críticamente con su propia cabeza y arriesgarse -sin miedos, sin culpas- a dialogar con palabras y actos consistentes, guiados por una ética relacional, que se enfrenta a todas las formas y manifestaciones de poder abusivas y violentas.
Estamos presentes íntegramente y con integridad en cada conversación para aceptar y legitimar la diferencia, el derecho a la resistencia, a expresar libre y abiertamente los propios deseos y necesidades, asumiendo las responsabilidades que conllevan, desarrollando un sentido de pertenencia consecuente y congruente, el derecho de vivir con libertad el propio presente, conscientes de lo que nos gustaría construir para nuestro futuro, con un lenguaje de respeto y amor, generador de conexiones y relaciones significativas, transformadoras.
La decisión de abrir posibilidades y de abrirse a nuevas e inéditas posibilidades nos puede reconciliar con lo mejor de nosotros mismos y conectarnos con lo mejor de los otros. Este proceso generado con el diálogo produce confianza para habitar las contradicciones, para preguntarnos sobre en quiénes nos queremos convertir mientras nos movemos.
Podría ser momento de interrogarnos, desde otro lugar -un lugar propio- sobre:
– lo que hemos perdido y sobre cómo hemos procesado esas pérdidas;
– sobre nuestros resentimientos y cuánto hemos dejado que colonicen nuestra subjetividad relacional;
– sobre nuestras carencias y su tiranía en nuestra existencia;
– acerca de las palabras y prácticas sociales/relacionales poco o nada respetuosas, que sean abusivas o violentas, que permitimos, en las que participamos o encubrimos y que no deben continuar, normalizarse, silenciarse, invisibilizarse, ni perpetuarse;
– preguntarnos sobre lo que nos impide poner límites respetuosos, responsables y humanos;
– sobre las culpas, miedos, prejuicios que nos roban nuestro derecho al placer, el gozo y la alegría.
Es, probablemente el momento de interrogarnos e interpelarnos (como testigos, a favor nuestro) sobre el propósito de nuestra vida, de darle un propósito genuino, auténtico, que construya sentidos renovados del ser con el otro, para construir bienestar común, no sobre el cadáver del otro ni sobre nuestro cuerpo, más bien, con los demás, para la creación del “con” relacional, en una metamorfosis continua de sentidos, en este ser rizomáticos para las posibilidades creativas.
Estamos en este viaje de aprendizajes compartidos, en nuevos contextos, conscientes de nuestras mutuas vulnerabilidades, comprometiéndonos en generar diálogos distintos -quizá también poéticos-, que necesitan curiosidad, respeto, aceptación, responsabilidad, ternura, legitimación, reconocimiento y el ejercicio ético de la reciprocidad, con libertad y alegría.
Como profesionales de estos campos relacionales:
¿trabajamos desde una conexión relacional, desde una pragmática reflexiva, con ética relacional?
¿contribuimos a generar con inteligencia, libertad y alegría, aquello que los consultantes desean construir con responsabilidad para sus contextos relacionales?
¿aportamos con diálogos transformadores a poner el foco en lo positivo y a abrir esperanzas en futuros posibles?
¿podemos y logramos contagiar la capacidad de mirar horizontes nuevos sin desconectarnos de los contextos presentes en los que estamos y participamos?
¿cómo nos abrimos para dialogar con la alteridad, aceptando la diferencia, para comprendernos y transformarnos en ese encuentro con la complejidad, que nos permite devenir con los demás?
¿confiamos en los recursos de las personas, en el proceso dialógico, en la relación; nos pensamos “en relación” y su capacidad de generar transformaciones?
¿somos responsables con nuestras preguntas, nuestras respuestas, nuestras reflexiones y aportes; sin eufemismos, sin coartadas que encubren y multiplican un statu quo que sostiene una cultura de mal trato?
¿cuidamos nuestros diálogos, las relaciones, a las personas, a nosotros, siendo valientes, honestos, inteligentes, comprensivos?
¿se genera un vínculo relacional, un espacio se seguridad y confianza, para que el diálogo terapéutico sea habitado por la palabra del consultante?
¿se trabaja para que nos conectemos con las vulnerabilidades de los participantes, sin temer las propias vulnerabilidades, que serán movilizadas responsablemente a favor del proceso del consultante?
¿hay dignidad, innovación, creatividad, generación y construcción de nuevos significados en cada uno y todos los diálogos transformadores a los que llamamos terapia desde esta postura relacional?
Liberarnos de la retórica de las historias opresivas y elegir decidir quiénes queremos ser con los otros, para construir el estilo de relaciones que nos gustaría compartir y experimentar, es parte de nuestra responsabilidad relacional, para aportar con consistencia, serenidad, templanza y buen humor en la construcción de una cultura de buen trato, para invitar a co-crear mundos socialmente posibles, con bienestar común, con acciones que siembran esperanza.
Tejer, entretejer conexiones relacionales significativas, que abran -como un don- el diálogo inteligente y transformador, que produce futuro.
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