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Las terapias y sus posibilidades, en la diversidad

Consorcio Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE)

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A. 

El jardín de las delicias -detalle-, c. 1500-1505, de El Bosco.

El ser con, para navegar en la incertidumbre, aceptando la complejidad

Al abrir el diálogo comienza un proceso de transformaciones relacionales inéditas. Lo fundamental de todo encuentro es la conciencia de la propia responsabilidad en aportar para construir conexiones, vínculos, el ser con, para navegar en la incertidumbre, aceptando la complejidad.

De hecho, el sufrimiento, el dolor de las personas tiene que ver, sobre todo, por la ausencia de conexiones significativas, de la sensación de importar o no al otro, de tener o no un valor humano digno para los demás, de que se respeten o no sus necesidades y derechos; de que alguien los quiera, respete, acepte y reconozca.

Si hay algo que protege a las personas y les da esperanza, es la experiencia relacional de ser valoradas, reconocidas, respetadas y queridas, de contar para alguien, de ser importantes para alguien, de sentirse bienvenidas en la vida de quienes participan en sus diferentes momentos y ciclos vitales.

Por esto, el trabajo profesional que realizamos, desde una postura basada en la ética relacional, en una presencia radical, es aportar con inteligencia para generar posibilidades de conexión auténtica, en los diversos contextos relacionales de las personas con las que interactuamos.

Es un proceso dialógico en el que nos comprometemos interpelándonos con honestidad sobre todas aquellas prácticas que invisibilizan, silencian, encubren, normalizan y perpetúan el maltrato relacional; y, todas las formas crueles e injustas, abusivas y violentas de interrelacionarse, sobre todo con niños, niñas, adolescentes, mujeres.

Cuestionando con argumentos consistentes todas las maneras en que se ejerce un abuso de poder y cuestionando cómo se legitima ese abuso con coartadas ideológicas convenientes para mantener el poder y los privilegios de quienes, desde sus jerarquías garantizan la exclusión, la opresión, la explotación y la miseria relacional, social.

Significa, entre otras cuestiones, asumir la responsabilidad de hacer escuchar la propia voz, de decir y expresar libre y abiertamente, lo que se piensa, lo que se siente, lo que se desea, lo que se necesita que sea de otras maneras, que se transforme. Y, asumir con templanza estas preguntas:

¿Qué puedo aportar -yo- de distinto para construir el tipo y estilo de relaciones significativas, asertivas, que a mí me gustaría tener?

¿Qué me imagino que puedo hacer y decir distinto, para generar las transformaciones relacionales que me importan experimentar para encontrar un propósito en mi vida con los otros?

El jardín de las delicias -detalle-, c. 1500-1505, de El Bosco.

Otros [para qué] sentidos políticos, poéticos, confiando en el proceso de diálogo, en las relaciones

Conversar para comprometerse con las relaciones que crean conexiones nuevas, generando una sensación de participación y pertenencia; en diálogos creativos, que son capaces de interpelar el lugar común, los estereotipos sociales y culturales, los prejuicios que tiranizan la vida de las personas; el cuestionar todo statu quo cruel e injusto; no encubrir ni legitimar el abuso y la violencia; elegir decidir salir de la ceguera, la comodidad, la tontería estandarizada, la indiferencia.

Son diálogos abiertos, que enfrentan la angustia, el vacío, que tentativamente     -con curiosidad, respeto-, luego de una escucha profunda (sin interrumpir a quien habla o elige el silencio, hasta desear decir), comenzamos a invitar a poner palabras con sentido a esa angustia, a ese vacío, para que emerja una subjetividad propia; participamos en la construcción conjunta de nuevos significados.

En nuestro trabajo como terapeutas, como supervisores clínicos: conversamos a través de las peguntas; y, la mejor pregunta es la que se conecta con lo último que acaba de manifestar el/la consultante. No estamos para dar consejos ni sermones, no estamos para colonizar la subjetividad de los consultantes; cocreamos un lugar de confianza y seguridad para que sea habitado por la palabra del consultante.

Es un proceso de movilizar recursos y fortalezas, de optar por dejar de poner el foco en el déficit, en lo que no funciona, y poner -con criterio y consistencia- el foco en lo positivo, en las excepciones, en lo que sí funciona. El foco en lo que aporta, desde la pragmática reflexiva, desde una genuina ternura y el ser testigo a favor de quienes lo necesitan, el generar una y otra vez, cada vez como si fuera la primera vez, aprendizajes innovadores capaces de construir bienestar común.

¿Cómo nos acompañamos en nuestras mutuas vulnerabilidades, con la curiosidad y el respeto que nos merecemos; con la escucha y comprensión profunda necesarias, que significa poder entender; con la construcción conjunta de nuevos significados; con palabras nuevas, que abracen desde la complejidad, nuestras vulnerabilidades?

El proceso dialógico para construir conexiones de intimidad, de aceptación de la propia vulnerabilidad, con confianza, respeto, alegría, responsabilidad, libertad, creatividad, dignidad. Invitamos con diálogos sinceros, con sensibilidad relacional desde el asombro y la curiosidad, a maravillarnos conjuntamente con las interrogaciones que nos transforman y las singularidades que nos enriquecen.

Invitar [en ese diálogo transformador llamado terapia] con entusiasmo, con pasión a resistir y rebelarse, a reflexionar críticamente; a abrir espacios generativos/colaborativos; encarnando la responsabilidad relacional: ser responsables de dar respuesta, de cuidarnos y de cuidar al otro, de cuidar la relación; de articular otros [para qué] sentidos políticos, poéticos, confiando en el proceso de diálogo, en las relaciones, en las capacidades recursivas de las personas; que cada persona pueda estar donde desea con confianza y gratitud, ejerciendo el derecho de imaginar nuevos futuros posibles.

El jardín de las delicias -detalle-, c. 1500-1505, de El Bosco.

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