Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, MA
“Todo lo que hago, lo hago con alegría.”
Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)
Dialogar es dejarse tocar y conectarse de y con las palabras de los otros, encontrar dentro de nosotros las palabras inteligentes de los demás, reflexionadas con sensibilidad en la resonancia producida, una vez que nos abrimos (damos la bienvenida) a ser entretejidos relacionalmente por esas palabras transformadoras. Es responder a los diálogos para generar nuevos diálogos. Dialogamos con la pregunta, porque podemos poner todo en pregunta sobre el sentido, para decirnos que todo puede ser distinto.
El otro es un interlocutor, un igual, no una víctima o un enemigo; es un interlocutor con corresponsabilidades en la cocreación de un contexto relacional abierto a la creatividad, la libertad, la imaginación, la alegría. Si me propongo (asumiendo un lugar propio, lo que implicará tener una voz propia) en las relaciones desde una postura de respeto, aceptación y curiosidad invito a que la alteridad, la otredad y la diversidad se manifiesten, ocupen su propio lugar y sean legitimadas por el solo hecho de ser, de existir; sin necesidad de dirigir hacia un consenso. Es el diálogo para reconocer, aceptar y celebrar las diferencias, para crearlas, potenciarlas y generar posibilidades.
Como lo explica Sheila McNamee, las personas son invitadas a nuevas formas de entender las diferencias: de eso se trata el diálogo. Lo significativo es contextualizar las acciones para hacer posible la comprensión de las necesidades de las personas y la coconstrucción de alternativas para solucionarlas. Decidir optar por esta filosofía socioconstruccionista como el lugar desde el que podemos elegir relacionarnos con los demás; para ir a un encuentro (un diálogo con el otro).
Con la confianza de sumar positivamente, para abrir un nuevo espacio de conversación ética y política, que haga posible el que cada persona, profesional, familia e institución, asuman la parte de responsabilidad que les corresponde en la coconstrucción de estas nuevas ideas y propuestas; que haya la consistencia ética necesaria para encarnar la diferencia positiva. En palabras de Hans-Georg Gadamer: “El mundo es suelo común, no hollado por nadie y reconocido por todos, que une a todos los que hablan entre sí. Todas las formas de la comunidad de vida humana son formas de comunidad lingüística, más aún, hacen lenguaje. Pues el lenguaje es por esencia el lenguaje de la conversación. Sólo adquiere su realidad en la realización del mutuo entendimiento.” (Gadamer, 1977, p. 535).
Estos son procesos de construcción conjunta, con la comunidad; lo hacemos conversando para conectarnos, comprendernos, entendernos y ser relacionalmente las personas que nos gustaría ser con nosotros y con los otros. Como nos invita Harlene Anderson (1999, p. 151): “El objetivo -según Gergen y McNamee- de una exploración de la responsabilidad relacional no es cambiar a una u otra persona defectuosa ni resolver un conflicto. Más bien se trata de ampliar el espectro de las voces -”realidades relacionales”- que son aceptadas en la conversación. Hacerse más responsable, y dar más cuenta de sí (…).”
Es una danza: la dialéctica entre creatividad y libertad, una deconstrucción con irreverencia y respeto a la vez, movilizar recursos propios inéditos con preguntas que generen la propia relación dialógica, gracias a la confianza entre todos los participantes involucrados.
Según Kenneth Gergen (1996, p. 180): Los significados y la identidad nacen en un contexto, partiendo del principio relacional; el yo crece dentro del marco de intercambios y conversaciones en el que estamos insertos y la identidad es el resultado de las narraciones que cada uno de nosotros escribe dentro de tales danzas conversacionales.
Reiteramos, el construccionismo social pone énfasis en las conversaciones, ya que a través del lenguaje y significado, cada ser humano entra en relación con los otros, construyendo de ésta manera su propia identidad o voz interna. Cada idea, cada concepto nace del intercambio social mediado por el lenguaje.
Uno de los desafíos, es enfrentar de manera responsable los prejuicios y los pseudo compromisos -sin ética relacional- que, con mucho cinismo, muestran la careta de las buenas causas solo para beneficiarse de un statu quo opresivo e injusto y para mantener su poder y privilegios. Queremos socializar estas ideas y aportar, desde este lugar, con reflexiones cuya intención es la de estimular el desarrollo de un pensamiento local promoviendo la creatividad para trabajar procesos transformadores significativos y estimulando la imaginación para generar lo que no existe todavía en este contexto, y sin embargo, es tan necesario y urgente. Decir y actuar con templanza y disfrutar del pacer del diálogo, de la vida con los demás.
Porque el valor está en el bienestar del proceso, reflexionando permanentemente de manera crítica sobre nuevas formas de actuar y de ser; donde el hacer sirve para construir futuro. Repensar y reflexionar la complejidad, la incertidumbre, el misterio; las palabras por decir, por venir; con un lenguaje de posibilidades distintas, con amor.
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