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SERIE: APORTES Y AUTORES SIGNIFICATIVOS EN EL CONSTRUCCIONISMO RELACIONAL-CONSTRUCCIONISMO SOCIAL

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.

(julio, 2021)

“La praxis da sentido a las palabras.” 

(Ludwig Wittgenstein)

Saliha Bava, Ph.D.

Proponemos una selección de breves conceptos, reflexiones, ideas, propuestas de algunos de los principales exponentes de la postura, perspectiva, teoría y práctica socioconstruccionista. Para facilitar la lectura reflexiva proponemos citas concretas textuales sin especificar cada vez las fuentes, por ello proponemos al final la bibliografía de referencia para que puedan hacer sus propias búsquedas y lecturas. Es una invitación a abrir su curiosidad por estos apasionantes aportes.

Seguimos con Saliha Bava, Ph.D. (New Delhi, India, 1968).

Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar, 1944, de Salvador Dalí.

Un mundo relacionalmente receptivo: la política de las prácticas colaborativas dialógicas

  • La práctica colaborativa-dialógica (CD) ofrece un proceso ético, co-creativo y participativo que otorga a las personas dignidad y posibilidades en la vida cotidiana. Es un antídoto para los enfoques basados en la dominación que uno encuentra en muchos contextos clínicos y organizacionales. ¿Qué significa ser político? Político es lo que la gente hace junta.
  • La respuesta simple es que la práctica CD es un proyecto político ya que desafía las estructuras consultivas tradicionales que representan “un sistema experto-no experto, …un proceso tecnológico, preestructurado e intervencionista basado en un lenguaje deficitario” (Anderson, 2012). Su política —relación con el poder— radica en su resistencia a las prácticas de poder basadas en la dominación y, en cambio, adopta prácticas de poder junto con.
  • La política radica en notar la interconexión de nuestras expresiones/interacciones y sus capacidades de hacer mundos y ser relacionalmente receptivos a lo que llega desde dentro de nuestras acciones conjuntas localmente situadas.
  • En lugar de orientarse hacia el poder sobre los discursos, el practicante de lo CD se orienta hacia el tipo de mundo que podríamos construir si recurrimos a una cosmovisión de acción comunicativa interconectada, una orientación a la conversación estando presentes. El énfasis está en las actividades comunicativas del uso del lenguaje y la creación de significado —lenguaje, gestos, expresiones, diálogo e interacciones— mediante las cuales creamos nuestro mundo social.  
  • Un análisis unilateral a menudo no logra ver cómo el poder es un producto de la construcción del conocimiento y que la producción del conocimiento es un medio para crear poder. Al pedir una visión expansiva e inclusiva del poder, intento fortalecer nuestra lucha contra las injusticias creadas por una construcción singular del poder que lo ubica en el elitismo y el dominio más que en la resistencia, la liberación y la colaboración.
  •  El sello distintivo de un sistema de dominación es colonizar siendo reduccionista y divisionista (Bava, 2018; Prasad, 2003). Y, por lo tanto, es crucial prestar atención al llamado de la socióloga Patricia Collins de que “la lucha por la justicia es más grande que cualquier grupo, individuo o movimiento social” (p. Xiii). En ese espíritu, es fundamental notar cómo los procesos estructurales sistémicos se construyen desde el interior de lo interaccional y discursivo, tal como lo explica la perspectiva de la acción comunicativa. Adoptar tal posición relacional es ético, ya que llama la atención sobre las condiciones constitutivas interpersonales, es decir, nuestra participación en actos de habla interactivos.
  • El poder no es un objeto (Foucault, 1978) sino (re) constituido en el habla, la interacción, los discursos y las comunidades de prácticas. Las formas en que hablamos sobre el poder elevan y hacen circular esas formas de poder y su impacto.   La novelista Chimamanda Adichie (2009) plantea esto con una pregunta, “¿desde la perspectiva de quién se cuenta la historia?” Por lo tanto, cuando no hablamos del poder de la resistencia del pueblo junto con el poder de las élites, solo estamos reconociendo el poder de las élites, lo que fomenta discursivamente el dominio. En palabras de van Dijk (1989), “el poder debe ser analizado en relación con varias formas de contrapoder o resistencia por parte de los grupos dominados” (p. 21).
El enigma del deseo, 1929, de Salvador Dalí.

El poder

  • El poder es constitutivo y está constituido: el poder circula en nuestras interacciones cotidianas y en el lenguaje para crear los sistemas sistémicos y estructurales, que a su vez proporcionan contexto para nuestras interacciones cotidianas y el uso del lenguaje.
  • Nuestra incapacidad para ver la construcción discursiva del poder resultará en nuestra incapacidad para desafiar eficazmente los efectos dañinos del poder estructural y sistémico y viceversa.
  • El hecho de no ver la interacción discursiva y sistémica/estructural es el juego de la división y la seducción del juego de la dominación. Igualmente, habla de la observación de Bateson (2011) de nuestra incapacidad para ver la interconexión inherente de nuestro mundo natural, del cual somos parte, y cómo en nuestra búsqueda de comprensión, aislamos las cosas de su contexto. A menudo, la forma en que buscamos comprender o ver puede descontextualizar nuestra comprensión o nuestra visión; en consecuencia, no descontextualicemos la construcción del poder.

Implicaciones de una descripción discursiva del poder

  • La importancia de abordar el poder desde una perspectiva discursiva radica en la democratización de la producción de conocimiento, que surge de la colaboración. Gergen (2009) nos recuerda que, “las palabras y las actividades se dan significado entre sí … (y) pueden requerir años de lenguaje y acción negociados” (p. 176). Entonces, lo que llamamos discursos sociales (de poder) y política son convenciones de lenguaje y creación de significado que surgen del compromiso social y relacional a lo largo del tiempo   Una postura crítica, conocida como escepticismo por las grandes narrativas (Anderson, 1997), se practica reflexivamente al notar la actividad de producción de conocimiento, escuchar con curiosidad y permanecer en el contexto local de los participantes. Tal forma de ser no dicta, sino que nos invita a notar la postura de cada uno y lo que se está co-creando. Esto promueve una orientación reflexiva en la que se orienta hacia el proceso dialógico y discursivo atendiendo al diálogo interno y su relación con la conversación entre los interlocutores. Al tratar de mantenerse lo más cerca posible de la comprensión del consultado, el profesional tiene espacio para la voz y la perspectiva del participante, privilegiando así el conocimiento del participante y al mismo tiempo reflexionando sobre la posición y el contexto de cada uno. Por lo tanto, los practicantes de lo CD atienden las políticas y prácticas de la co-creación involucrando el conocimiento, el lenguaje y la participación locales.
  • La práctica de lo CD se resiste al privilegio de la teoría adoptando una postura reflexiva, reflejando en la acción (Schön, 1983), y manteniendo la curiosidad sobre la forma en que el participante construye el “conocimiento”. Los practicantes de la práctica de lo CD privilegian las voces contextualizadas locales para contrarrestar el papel que juegan las teorías en la preservación de las jerarquías de privilegio en la academia y en lo que cuenta como práctica legitimada. A menudo, la noción de conocimiento como herramienta para colonizar se recibe con sorpresa porque nos gusta creer en nuestra intención del juego limpio. Sin embargo, no vemos cómo la “teorización”, una actividad académica, se privilegia sobre la práctica. Lo hemos configurado como una clase aparte de la práctica, en lugar de una forma de práctica académica dominante.
  • Collins, llama nuestra atención sobre cómo la teoría promueve el elitismo cuando afirma: La teoría de todo tipo se presenta a menudo como algo tan abstracto que sólo puede ser apreciado por unos pocos elegidos. Aunque a menudo resulta muy satisfactoria para los académicos, esta definición excluye a quienes no hablan el idioma de las élites y, por lo tanto, refuerza las relaciones sociales de dominación. Las élites educadas típicamente afirman que solo ellas están calificadas para producir teoría y creen que solo ellas pueden interpretar no solo sus propias experiencias sino las de los demás. Además, las élites educadas a menudo utilizan esta creencia para defender sus propios privilegios (2000, p. Vii).
Construcción blanda con frijoles hervidos: premonición de una guerra civil, 1936, de Salvador Dalí.

Implicaciones de la co-construcción del conocimiento

  • La naturaleza transformadora descansa en la naturaleza dialógica de las conversaciones y su capacidad para volver a relacionar los eventos de nuestras vidas en el contexto de un significado nuevo y diferente. A través de la conversación se desarrolla un significado único y adecuado a la situación y a las personas involucradas en ella. (Anderson, pág.109)
  • Anderson, habla de una postura filosófica: participar en conversaciones y relaciones contextualizadas que promueven la indagación y localizan la construcción del conocimiento para la acción cotidiana diseñada y vivida por las personas que participan dentro de ese círculo de interacciones.  
  • Shotter (2003) afirma que la significación depende “de nuestra capacidad de respuesta corporal, viva y espontánea hacia los demás y las alteridades que nos rodean” (p. 435). Esta forma de ser es una postura que honra el contexto del otro y donde la presencia radical del terapeuta (McNamee, 2015) invita a los consultantes/clientes a valorar su forma de conocer y dar sentido. Anderson nos invita a mantener la coherencia de esta postura en las conversaciones terapéuticas diarias mediante la adopción de una “filosofía de vida en acción” (2007b, p. 43). Tal coherencia no se limita a la “práctica” se extiende a una forma de estar en relación con todos, en los espacios cotidianos de nuestra vida. Por lo tanto, en lugar de ser un rol o una posición definida, es una forma intencional de estar en el mundo, de humanizar todas las conversaciones y relaciones.

Política del lenguaje

  • En el lenguaje damos forma a nuestra identidad. Las conversaciones terapéuticas son a menudo conversaciones que moldean la identidad: ¿cómo podríamos hablar (hablar de) nosotros mismos y el mundo que nos rodea? Como “expertos”, nos ubicamos dentro de una comunidad de prácticas o tradiciones que nos define como tales, por lo que es fundamental reconocer el “juego del lenguaje” (Wittgenstein, 2009, p. 15) en el que nos ubicamos. Los juegos de lenguaje son formas socialmente compartidas mediante las cuales se utiliza el lenguaje.
  • Nuestras convenciones sociales infunden significado al lenguaje. Todos vivimos en un mundo de palabras y la forma en que las usamos puede promover (o cambiar) las convenciones de su uso. McNamee (2008, 2014) profundiza nuestra atención sobre la elaboración de estas convenciones y cómo se ritualizan para crear mundos de diferente moralidad. Tal es la política performativa del lenguaje.
  • Como terapeutas, estamos entrando en la conversación con nuestros juegos de lenguaje de consulta, terapia, investigación o ayuda, etc. También estamos entrando en los juegos de lenguaje de la otra persona a medida que participan en función del mundo moral en el que están incrustados. Prestar atención a las convenciones del lenguaje a) siendo sensible a su presencia como realidad o creación del mundo, b) buscando así comprender el significado del interlocutor c) creando un contexto para la investigación conjunta y al mismo tiempo d) siendo curioso acerca de quién más está en la conversación, es una de las sensibilidades de un practicante de lo CD.
  • Esta forma de orientación nos ayuda a notar el poder del lenguaje y los procesos sociales e históricos presentes dentro de la práctica de consulta local, para dar un sentido. Esta práctica de prestar atención a los juegos del lenguaje y la interacción de los procesos sociales a medida que nos involucramos con nuestros compañeros participantes en una investigación conjunta nos ayuda a mantener la curiosidad y a involucrarnos con la incertidumbre. No solo el tema de la consulta es parte de la terapia, sino también la relación que está surgiendo. Cómo nos relacionamos y qué hace nuestra relación, todo se convierte en parte del proceso reflexivo. Por ejemplo, a menudo les pregunto a mis consultantes/clientes: “¿Cómo podríamos tener esta conversación de modo que no me deleguen su salud relacional?” Dicho proceso reflexivo es una forma de reflexionar sobre la potencial inducción jerárquica que surge cuando se presenta una solicitud de consulta.
La Jirafa en llamas, 1937, de Salvador Dalí.

Implicaciones de la política del lenguaje

  • Nada viene sin su mundo” (Haraway, 2004: 237). Nuestra realidad es lenguaje, y en el lenguaje, podemos rehacer nuestras experiencias vividas (no solo el marco teórico, sino las condiciones materiales de existencia). Y así es el caso de nuestros socios dialógicos. Prestar atención a su lenguaje es adentrarse en sus mundos y sentir curiosidad por saber qué mundos están materializando y cómo les funciona a ellos y a los que les rodean. Es una de las formas de ser visto y escuchado. Basándome en A. J. Austin, veo las palabras como actos, acciones. Me veo dialogando contigo, lector, y sigo siendo consciente de cómo circulan estas palabras y de lo que creamos en los mundos que ocupamos y hacemos juntos (no solo como una terapia). La falta de atención al lenguaje es falta de atención al contexto emergente (subtexto) creado desde dentro de nuestra interacción.  

Políticas de participación como capacidad de respuesta relacional

  • La participación no es una actividad que hacemos a veces y no hacemos en otras ocasiones. Siempre está ocurriendo. Alejándose de verlo como entidades separadas que interactúan de una manera mecanicista, Shotter ve la participación como que ocurre solo en el entrelazamiento de las respuestas espontáneas de las personas entre sí y con su entorno. Lo que se produce en una actividad estructurada dialógicamente y entretejida de manera tan receptiva, es un extraño tercer ámbito de actividad, siempre en curso y siempre inacabada de su propia característica única. (2003, págs. 456-457)
  • Por lo tanto, la política de dicha participación radica en las expresiones corporales espontáneas, relacionalmente sensibles, que Shotter afirma que son indeterminadas, incompletas e invisibles, excepto desde dentro del compromiso relacional. Es una experiencia muy sentida que no está predeterminada pero que permanece abierta al surgimiento del momento relacional, haciéndolo parte del ámbito indivisible de la actividad conjunta. Aquí vemos la naturaleza discursiva del poder dentro del reino indivisible, que abarca el bucle relacional que compone simultáneamente nuestra interacción y momentos sociales.
El gran masturbador, 1929, de Salvador Dalí.

Implicaciones de la participación como capacidad de respuesta relacional

  • Anderson (1997; 1997a) señala que tal capacidad de respuesta relacional invita al juego de la incertidumbre. Desde una posición de no saber, el llamado a apoyarse en la incomodidad de la incertidumbre es un movimiento político para resistirse a interpretar la experiencia como expertos. Shotter (2003) afirma en lugar de apartarnos de ella y hundirnos profundamente en nuestros pensamientos en un intento de construir mental e imaginativamente una manera de explicarla de maneras que ya nos son familiares, deberíamos, por así decirlo, mantener un diálogo con ella. Deberíamos revisarla como miramos un cuadro o una escultura en una galería de arte. Nosotros debemos responderle de cerca, desde la distancia, desde este ángulo y desde ese ángulo, hasta que podamos comenzar a lograr un sentido modelado y vectorial del espacio de posibilidades que nos abre en las respuestas que “emanan” de nosotros. Y debemos hacerlo en colaboración con los demás involucrados con nosotros en la práctica en cuestión. (págs. 462-463)
  • Así, además de reorientarnos hacia la participación como una “interacción que ocurre en la acción conjunta”, nos orientamos hacia la incertidumbre emergente devolviéndola a los pliegues del diálogo como describe Shotter. Como terapeuta, tal orientación implica que no veo a las personas como “no participando”. En cambio, noto cómo están participando y lo recibo como una de las muchas formas de participar. Por ejemplo, en respuesta al COVID-19, toda la enseñanza se movió en línea utilizando un sistema de gestión de aprendizaje para interacciones asincrónicas y Zoom para interacciones sincrónicas. Una de las quejas más comunes fue que los estudiantes “no se involucran”. Y, a menudo, la facultad informó sobre la tensión de “atraer a los estudiantes”. Mi enfoque no fue mirar a los estudiantes ni a mí mismo como “entidades” individuales, sino más bien considerar la actividad de enseñanza/aprendizaje como una investigación conjunta. Definimos y diseñamos colectivamente desde nuestro compromiso de lo que vino después: compartir nuestras luchas y descubrimientos. A menudo me sorprende lo abiertos que son los estudiantes cuando les hacemos tres preguntas simples: “¿Qué salió bien o qué está funcionando?” “¿De qué necesitamos/queremos más?” “¿Qué sigue?” Tal conversación se basa en el espacio ya emergente de su voz. Y, si lo que se comparte está entretejido en lo que viene a continuación, sienten que su voz es importante. Por ejemplo, invito a mis alumnos a que aporten su “capacidad de respuesta sentida” a las lecturas como poesía hablada, reacciones, simplemente lo que les gustó o no les gustó o entendieron, todas formas de promover nuestra comprensión. Luego, con permiso, traigo sus palabras/citas a nuestras discusiones de clase que se convierten en “movimientos vivos” de diálogo y compromiso. La capacidad de respuesta relacional es el compromiso. Por lo tanto, la política de participación radica en cómo mantenemos un espacio para el no saber y cómo vemos la participación como una actividad entrelazada.
La persistencia de la memoria, 1931, de Salvador Dalí.

Conclusión: la política de la vida cotidiana como fuente de conocimiento

  • La política más crucial de la práctica de lo Colaborativo Dialógico radica en involucrar la vida cotidiana como fuente de conocimiento. Como he descrito, la ubicación y la acción de la actividad intelectual a menudo se han colocado dentro de un espacio élite e inaccesible de la academia y la investigación. La práctica de lo CD nos saca de ese molde y nos invita a ubicar nuestra mirada y curiosidad dentro de la práctica y la vida cotidiana. Es el mejor antídoto que tenemos contra los movimientos de elitismo que impulsan la dominación. Esta forma de orientar nos convierte a cada uno de nosotros en un posible defensor frente a la colonización por la que llega la supremacía. La vida cotidiana es donde damos sentido a los demás y, en el proceso, creamos nuestras identidades y el mundo que nos rodea.  
  • La vida cotidiana, el lugar de la creación de significado, es una actividad coordinada que se encuentra dentro de los repertorios relacionales y culturales que co-creamos. Cada momento interactivo es un momento de relatarnos a nosotros mismos en relación con nuestro contexto, el otro y lo que está surgiendo en la conversación. Como practicante de espacios cotidianos, ¿cómo podríamos centrarnos en cómo crear las condiciones para que lleguen esos momentos históricos en lugar de ser prescriptivos basados en puntos de vista recibidos-impuestos sobre el conocimiento de uno mismo y la identidad? Esta es la política del yo: ¿debemos vivir vidas prescritas o podemos ver los procesos co-creativos que constituyen nuestro yo histórico? Y, como profesionales, ¿cómo podríamos participar en este proceso social para crear las condiciones para el diálogo, la construcción de sentido intersubjetivo? Creo que la respuesta, para mí, está en el “movimiento de comunicar, inclinarse y organizarse, pensar desde dentro de nuestra participación viva en la evolución de las formas de identidad… pensar desde dentro, pensar como participantes, pensar en términos de proceso, sobre todo, pensar cuestionando” (Shaw, 2002 p. 20). Tal postura requiere que cada uno de nosotros traiga su forma de ser humano desde dentro de la interacción situada de conversaciones y relaciones.
  •  Notamos que lo que se forma está en nuestra capacidad de respuesta y lenguaje; informados por nuestras historias, posiciones y participación dentro de nuestras comunidades discursivas. Las vidas históricas que vivimos están conectadas con personas, lugares, cosas y los significados que les damos. Informan nuestra postura. Tejemos relaciones y conversaciones en el proceso de hacer nuestras vidas: las vidas (inter) personales, sociales y ambientales. Notar nuestras conexiones, el proceso de relacionarnos y lo que hace nuestro relacionarse es una forma de capacidad de respuesta relacional que brinda un mundo justo, ya que lo abre todo, como posibilidades de compromiso y transformación.
Retrato de Picasso, 1947, de Salvador Dalí.

Un cierre para IRYSE (julio 2021):

El poder del estar con… para crear una transformación social

La pandemia ha puesto de relieve lo que el proceso colaborativo-dialógico ha enfatizado todo el tiempo: que las conversaciones y las relaciones importan (lo que también está demostrando la neurobiología interpersonal). La pandemia también ha puesto de relieve las injusticias y las desigualdades que existían anteriormente, pero de las que no hablaron aquellos que no la experimentaron tanto o que podían permitirse el lujo de apartar la mirada.

Lo que es diferente en mi práctica de consulta es una mayor solicitud de consulta de personas afrodescendientes, de organizaciones que buscan incluir visiones del mundo divergentes y no dejar de cuestionar la visión dominante. Por lo tanto, surge la pregunta de cómo nos orientamos a medida que las prácticas de dominación se cuestionan en todo el mundo.

Junto a estas condiciones emergentes, también he estado lidiando con la pregunta frecuente de cómo responde la práctica colaborativa-dialógica al poder o la política. Esto me ha llevado a escribir recientemente el capítulo titulado “Un mundo relacionalmente receptivo: la política de las prácticas dialógicas colaborativas“, en el libro de Anderson & Gehart “Práctica dialógica colaborativa: transformación de relaciones y conversaciones a través de contextos y culturas”. En este capítulo, llamo nuestra atención sobre cómo las prácticas colaborativas-dialógicas son políticas, ya que resisten las prácticas de poder basadas en la dominación y, en cambio, adoptan prácticas de poder con los participantes. Propongo que nos orientemos hacia la capacidad de respuesta relacional para notar cómo el conocimiento local, el lenguaje y la participación están profundamente entrelazados en el proceso discursivo de crear los procesos estructurales y sistémicos que a su vez dan forma a nuestras realidades y nuestro yo histórico. Describo este proceso recursivo como el bucle relacional que es una visión discursiva del poder, el poder del estar con, en lo que respecta a la creación del mundo (Bava, 2021). Propongo que el cambio social requerirá que comprendamos las formas de poder tanto estructurales como discursivas para crear una transformación social.

Y es este énfasis en lo discursivo, que está en el corazón de las prácticas colaborativas-dialógicas, lo que está impulsando mi participación en el mundo con un compromiso renovado de centrar y promover las prácticas relacionales en las organizaciones y las familias. Si queremos sobrevivir a las secuelas de la pandemia, a nivel micro o macro, mientras abordamos la amenaza del cambio climático y el rostro global de las desigualdades, debemos orientarnos hacia nuestra interconexión e interdependencias no solo entre los humanos sino entre todas las cosas naturales. y hechos por el hombre en lo que respecta al medio ambiente colectivo. Necesitamos un enfoque de múltiples puntas; uno de los cuales es adoptar la postura relacional de “estar con” (Anderson, 2012; Shotter, 2011). Como señala Patricia Shaw, el estar dentro es una forma de “pensar desde adentro, de pensar como participantes, de pensar en términos de proceso, sobre todo, de pensar paradójicamente“. Tenemos que ir más allá del pensamiento, de lo que Harlene Anderson llama “una forma de ser“.

A medida que las personas se orientan hacia lo que importa y cuestionan los sistemas de práctica basados ​​en la dominación, tenemos que reflexionar sobre nuestras propias prácticas y hacer preguntas nuevas. Y continuar un diálogo comunitario reflexivo en curso es tanto una práctica de posmodernismo como una respuesta a la necesidad social más amplia.0

Dormir, 1937, de Salvador Dalí.

Es un compromiso en el proceso de humanizar, de aprender a ser humanos

Ser terapeuta es una actividad humanizadora para las personas a las que aportamos y también para nosotros. Es más que un título o un rol. Es un compromiso en el proceso de humanizar lo que aún no se ha visto ni escuchado. Como dice Hannah Arendt en su libro Men in Dark Times, “Por mucho que nos afecten las cosas del mundo, por más profundamente que puedan conmovernos y estimularnos, se vuelven humanas para nosotros solo cuando podemos discutirlas con nuestros compañeros … … Humanizamos lo que sucede en el mundo y en nosotros mismos sólo hablando de él, y al hablar de él aprendemos a ser humanos.”

Es un proceso de vivir en busca de sentido.

Es un juego de liberación

Es un juego de imaginación

Es un juego de dialéctica

¿Qué quiero decir?

Todo nuestro mundo es un contexto interactivo, tomado en el nivel más grande, entonces, ¿cómo nos desempeñamos como terapeutas para ser relacionalmente éticos no solo dentro del momento actual de interacción sino también para el mundo que se crea desde dentro del encuentro relacional? Esa es una pregunta muy importante, pero a la que me inclino como terapeuta, más aún como persona que es parte de la co-creación del paisaje más amplio (de desarrollo humano, salud mental, bienestar, inclusión, vivir con dignidad, etc.) que da forma a todos, de nuestras vidas. Un paisaje de liberación – sentido de sentirse vivo, libre para ser/expresarse y la alegría de la dignidad desde nuestros espacios relacionales.

El juego de la imaginación plantea la pregunta de cómo no estar limitados por nuestros roles y, en cambio, ser definidos por el proceso creativo en el que participamos y hacemos en el mundo a través de nuestras acciones e interacciones cotidianas. Por ejemplo, nada en mi función/descripción de trabajo como maestra/capacitadora de terapia me obliga a crear los círculos de conversación que organizo con mis alumnos y exalumnos para que reflexionemos colectivamente sobre el desempeño de nuestras identidades profesionales a medida que escuchamos y respondemos a un llamado más amplio por un mundo racial y socialmente justo. Es un espacio para la “imaginación colectiva en un futuro de agencia” para la transformación (bell hooks).

Para mí, el objetivo de ser terapeuta hoy en día es albergar conversaciones que sean importantes para las personas con las que nos relacionamos. Conversaciones que pueden no ser consideradas esenciales para el aprendizaje por el sistema de concesión de créditos de educación superior o reembolsadas por el seguro o el sistema de salud. Como terapeutas somos recursos de emergencia. Trabajamos en los espacios liminales de lo contingente y lo emergente; qué es y qué está por surgir. Aunque lo que significa ser humano no cambie, su desempeño cambia con el tiempo, el espacio y el lugar. Y ser un terapeuta orientado a las relaciones hoy en día es responder al llamado de nuestro tiempo, espacio y lugar.

La tentación de San Antonio, Salvador Dalí, 1946, de Salvador Dalí.

La creatividad en terapia surge del contexto relacional, explora posibilidades

Para mí vivir la vida es una actividad creativa. El activista estadounidense de derechos civiles Martin Luther King afirmó que “la salvación humana está en manos de los creativamente inadaptados“. La respuesta creativa del ser humano a las desigualdades e injusticias sociales es asombrosa, aunque no justifica las condiciones que lo requieren. ¿Cómo vamos a afrontar estos desafíos?

Como practicante e investigadora del juego relacional, llevo más de 20 años preguntando ¿cómo jugamos como adultos? Por juego me refiero a cómo hacemos lo que Shotter (2003, 2011) denomina “capacidad de respuesta espontánea” para co-crear nuestro sentido de nosotros mismos, del otro y del mundo que nos rodea. Por tanto, la creatividad es una actividad relacional, no una actividad mental. Es en el proceso relacional de prueba y error o en el vaivén experimental entre nosotros que co-creamos lo que llamamos proceso terapéutico. Nuestra creatividad surge de la relación y el contexto. Como consultores/terapeutas, nos involucramos en la actividad creativa de explorar posibilidades. Creo que lo hacemos orientándonos hacia lo que importa y escuchando cómo “el otro” construye la significación; y cómo su mundo social y el proceso de creación de significado da forma a sus vidas. Adoptar una visión socio-relacional de la creatividad llama mi atención sobre el contexto, la relación y la interconexión de las relaciones y los discursos (historias sociales) que la producen. Al atender esto, me asombra el potencial creativo y nuestro espíritu creativo que siempre está presente con nosotros no solo dentro del espacio terapéutico sino en todos los espacios de nuestras vidas.

Dado el vasto potencial generativo de las improvisaciones relacionales cotidianas, creo que necesitamos el lenguaje por el valor que nos brinda. Por eso investigo el juego relacional como fuente de creatividad. Es reclamar el juego como una actividad humana y humanizadora central en lugar de honrar el legado de Aristóteles de que el juego es lo opuesto al trabajo; o jugar como algo aparte, un descanso o un entretenimiento. El juego en forma de juego relacional no es para divertirse o pasar un buen rato, sino más bien es una forma de estar en el mundo en el que nos sentimos vivos a medida que nos inclinamos hacia los desafíos aprovechando el poder del compromiso relacional. Por lo tanto, el juego son las posibilidades improvisadas de la capacidad de respuesta relacional, una forma de avanzar juntos frente al no saber; lo que se conoce como jugaad en hindi.

Detalle del retrato de Paul Eluard, 1929, de Salvador Dalí.

Necesitamos una ética relacional: un compromiso reflexivo

Hay muchas formas de entender el mundo en el que vivimos. Una es vernos viviendo en un mundo de lenguaje, donde negociamos nuestras diferencias a través del lenguaje. El poder del lenguaje en la creación de significado se ilustra por su naturaleza constitutiva. Sin embargo, el lenguaje puede categorizar y dividir incluso cuando se socializa en su uso. Por lo tanto, necesitamos una ética de la relacionalidad que llame nuestra atención sobre lo que hacemos juntos, de acción, lenguaje y, en el mundo. Tal ética es aquella que se enfoca en relacionarse, humanizar y co-crear. La ética relacional es una forma de ser el mundo donde notamos cómo nuestras acciones sociales cotidianas son constitutivas y constituidas de nuestra ecología social (Shotter, 2012).

Como personas en relación entre nosotros, coordinamos nuestras actividades y entendimientos (a través del lenguaje y las interacciones) que se habitúan y ritualizan convirtiéndose así en costumbres, prácticas, políticas y leyes (Bava & McNamee, 2019). “Adoptar un enfoque relacional pone nuestra atención en las especificidades de cualquier interacción dada y al mismo tiempo nos permite notar patrones en las interacciones, en el tiempo, el lugar y la cultura” (Bava & McNamee, 2019, p. 295). Ese es el enfoque de la ética relacional: notar la relación recursiva entre nuestros microespacios interactivos cotidianos y cómo estos, a su vez, están moldeados y modelados por los macro espacios de nuestras vidas. Es decir, notar y actuar dentro de los microespacios cotidianos de nuestras vidas mientras nos preguntamos y nos damos cuenta de lo que estamos co-creando juntos a través de interacciones, tiempo, lugar y cultura. Me he referido a este proceso recursivo como el bucle relacional discursivo. El ciclo relacional ilustra que al cambiar nuestras acciones y lenguajes podemos cambiar los discursos culturales dominantes y las prácticas institucionales y viceversa. Este proceso recursivo habla del poder de lo discursivo que se encuentra en el centro de la transformación socio-relacional.

En consecuencia, la ética relacional centrada en relacionarse, humanizar y co-crear, nos pide estar presentes en cuestiones como:

1. ¿Qué estamos haciendo juntos? (Pearce, 2007)

2. ¿Cómo lo estamos haciendo? (Pearce, 2007)

3. ¿A quién sirve?

4. ¿Cómo podemos entender al otro desde su visión del mundo?

5. ¿Quién se privilegia de la racionalidad, para juzgar el bien del mal, cuando hay diferencias, sobre todo, diferencias de poder?

6. ¿Cómo se construye la equidad en las relaciones?

7. ¿Cómo podríamos hacer un mundo social mejor? (Pearce, 2007)

Por lo tanto, la ética relacional consiste en hacer un compromiso reflexivo-significativo en los mundos que habitamos y continuamos creando a lo largo de la vida.

Mujer en la Ventana, 1925, de Salvador Dalí.

Supervisión, co-visiòn: espacio para dar sentido a las prácticas profesionales

La supervisión se señala correctamente como co-visión en su pregunta. A menudo nuestra profesión codifica  este espacio llamado formación o supervisión. Pero está sucediendo mucho más en ese espacio. Es un espacio donde no solo estamos aprendiendo sino también negociando la experiencia vivida. Es una cultura que hace espacio al dar sentido a las prácticas profesionales a medida que aprendemos a navegar nuestras historias personales y profesionales. A menudo, dados nuestros roles, como supervisores, podemos centrarnos demasiado en lo de “super” y no notar las co-visiones que dan vida y dignidad a tales relaciones. La co-visión es un espacio relacional donde negociamos identidades emergentes o navegamos por nuestras identidades hipervinculadas. El espacio de capacitación se forma en la intersección de las historias de práctica, cambio, compromiso y significado de la vida de los consultantes/clientes, el “supervisado” y el “supervisor” (angustia, ayuda, salud, etc.) por decir lo menos. Todos estamos nadando en múltiples discursos sociales que moldean y son moldeados por nuestras historias de identidad y contextos. Esta relación entre contexto e identidad (como texto) y cómo respondemos a esta relación es lo que yo llamo identidad hipervinculada (Bava, 2019, 2020). La supervisión es un espacio discursivo donde nuestras identidades están centradas y descentradas dentro de estos contextos relacionales cambiantes. Es un espacio de conversación dinámico que nos brinda muchas posibilidades generativas mientras reflexionamos juntos. La riqueza de esta co-visión consiste en ser capaces de…

1. Honrar las historias de los demás

2. Estar en una investigación compartida

3. Apoyarse en la curiosidad

4. Confiar en la incertidumbre

5. Darse cuenta de nuestras posturas

6. Sostener las ideas con flexibilidad

7. ¡Estar – participar en el juego relacional!

Gracias por invitarme con estas preguntas, ya que me facilitaron una manera de entretejer mis prácticas a través de espacios diversos, en un espacio nuevo. ¡Gracias Iryse!

Don Quijote, 1983, de Salvador Dalí.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

Bava, S. (in print). A Relationally Responsive World: The Politics of Collaborative Dialogic Practices. In H. Anderson & D. Gehart (eds.). Collaborative-Dialogic Practice: Transforming Relationships and Conversations across Contexts and Cultures. Routledge.

Bava, S. (2020). Play Creates Well-being: The Contingency and the Creativity of Human Interaction. In S. McNamee, M. Gergen, C. Camargo-Borges & E. Rasera (eds.), The Sage Handbook of Social Constructionist Practice. Sage

Charles, L. & Bava, S.  (2020). Systemic Family Therapy and Global Mental Health: Reflections on Professional Development and Training. In K. Wampler, M. Rastogi & R. Singh (Eds.). The Handbook of Systemic Family Therapy. Wiley.

Bava, S. (2019). Responsive Supervision: Playing with Risk-Taking and Hyperlinked Identities. In L. L. Charlés  & T. Nelson (eds). Family Therapy Supervision In Extraordinary Settings: Illustrations of Systemic Approaches in Everyday Clinical Work. Routledge.

Bava, S. & Greene, M. (2019). Un-gendering Couple’s Collaboration. In D. Whitney et al (Eds). Thriving Women Thriving World. Taos Institute Publications.

Bava, S. & McNamee, S. (2019). Imagining Relationally Crafted Justice: A Pluralist Stance. Contemporary Justice Review 22:3, 290-306 DOI:10.1080/10282580.2019.1644174

Bava, S. (2018). Hyperlinked Identity: A Generative Resource in a Divisive World. In M. McGoldrick & K. Hardy (Eds.), Re-visioning Family Therapy. Third Edition. Guilford.

Bava, S. & Greene, M. (2018). The Relational Book for Parenting. ThinkPlayPartners.

Bava, S. & Arora, K. (2018). An Unknown, Unnamable Journey:  Family Therapists in Complex Conversations as Muslim and Sikh Immigrants. In D. Trimble (Ed.), Engaging with Spirituality in Family Therapy, AFTA SpringerBriefs in Family Therapy. NY: Springer.

Bava, S. (2018). Kaethe Wiengarten. In J. L . Lebow, A. L. Chambers, & D. Breunlin (Eds.), Encyclopedia of couple and family therapy. New York: Springer.

Bava, S. (2017). Creativity in Couple and Family Therapy. In J. L . Lebow, A. L. Chambers, & D. Breunlin (Eds.), Encyclopedia of couple and family therapy. New York: Springer. Available at:

https://link.springer.com/referenceworkentry/10.1007/978-3-319-15877-8_226-1

Bava, S (2016). Making of a Spiritual/Religious Hyperlinked Identity.  In Duane R. Bidwell (ed.), Spirituality, Social Construction and Relational Processes. Chagrin Falls, Ohio: Taos Institute Publications.

Co-author, (2015). Exploring how Context Matters in Addressing the Impact of Armed Conflict. In B. Hamber & E. Gallagher (Eds.) Psychosocial Perspectives on Peacebuilding. NY: Springer.

Página del Instituto Taos que contiene información de Saliha Bava, Ph.D.:

Tapia Figueroa, Diego, Tesis (2018) para el Ph.D. con la Universidad Libre de Bruselas (VUB) y el TAOS INSTITUTE.

1. Relational Play:

2. Relational Intelligence:

3. Crisis Response 101 for Leaders:

4. Relational Book for Parenting:

Y, para la pandemia, creamos un sitio web de resiliencia comunitaria:

https://resilience-collective.com/