Se acabó el extraño, con quien, tarde la noche, regresabas parla y parla. Ya no habrá quien me aguarde dispuesto mi lugar, bueno lo malo. Se acabó la calurosa tarde; tu gran bahía y tu clamor; la charla con tu madre acabada que nos brindaba un té lleno de tarde. Se acabó todo al fin: las vacaciones, tu obediencia de pechos, tu manera de pedirme que no me vaya fuera. Y se acabó el diminutivo, para mi mayoría en el dolor sin fin, y nuestro haber nacido así sin causa.
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