En la región de los lagos
En aquel tiempo, en el país de los dentistas,
—sus hijas mandaban a Londres los pedidos,
sus tenazas izaban bien sujeta en bandera
una muela del juicio que no tenía dueño—,
yo, ocultas en la boca unas ruinas
más limpias que lo estaba el Partenón,
espía, bandolero, quintacolumnista
de una podrida civilización —de hecho
profesor de bellas letras—, vivía
en un college junto al principal
de los Grandes Lagos, adonde
me habían llamado a emplear el potro
con los adolescentes del lugar.
Todo lo que escribía en aquella época,
se reducía sin remedio a puntos suspensivos.
Aterrizaba en la cama con lo puesto.
Y si me daba por examinar el techo,
de noche, en busca de una estrella,
ella caía, acorde con la ley del fuego,
por la cara a la almohada sin dar tiempo
a que yo formulara siquiera un deseo.
Divertimento mexicano
El jardín acapara las hojas,
Del calor nos protege.
(yo existía, me consta, porque estaba contigo).
En la plaza una fuente con la ninfa
Picada de viruela.
(Yo veía las cosas de perfil,
Porque estaba contigo).
Detrás de las selvas edénicas
Está el infierno de las voces.
(¿Quién estaba a mi lado
si tú me acompañabas?)
Luna roja en la noche
Como lacre en la carta.
(no temía a la muerte, Porque estaba contigo).
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