Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.
(agosto, 2020)
“Vivimos en un arcoíris de caos”.
(Paul Cézanne)
Es necesario, en las relaciones íntimas, aquellas relaciones significativas en las que nos construimos con los otros, habitar con palabras verdaderas las carencias del otro así como poner palabras propias a nuestra historia, palabras que cuidan el bienestar de la relación y que se generan desde el amor y el respeto.
Escribimos la continuación del primer artículo y nos percatamos que íbamos a repetir lo que sobre estos temas se encuentra a granel en la más simple y superficial búsqueda por internet, y sobre esto ya publicamos anteriormente algunas reflexiones. Ver estos 2 textos, el uno del 13 de diciembre de 2019 y el otro del 6 de marzo de 2020:
https://iryse.org/?s=La+Conversaci%C3%B3n%2C+Caminando+Juntos
https://iryse.org/?s=Relaciones+de+maltrato+a+las+mujeres+y+en+pareja
Por ello, nos parece más útil proponer algunos breves fragmentos de diferentes momentos de distintas conversaciones en nuestras consultas terapéuticas (que hemos sistematizado con el permiso generoso de los/las participantes y manteniendo la rigurosa confidencialidad), porque encontramos que estos consultantes dicen, desde el acontecimiento de la construcción de sus experiencias, de los claros oscuros, lo frágil, ambiguo, contradictorio, a veces banal y en otras profundo, y en permanente metamorfosis del ser con el otro en el amor, del dolor de amar y de la alegría de amar y ser amado; otra vez, de la complejidad de la condición humana.
María (estudiante universitaria de 23 años): Cuando me preguntan cómo así elijo seguir en esta relación con una persona que, evidentemente, no es recíproca con lo que yo aporto a nuestra relación, lo que me respondo es que no importa, lo que cuenta es ver feliz al ser que amo y no sentirme sola. No soy una esclava de amor, disfruto de dar amor, si el otro no lo valora es su responsabilidad. No renuncio al placer de experimentar el placer de amar, que me hace sentirme viva. Si va bien, qué bueno, si va mal, lloraré, se me pasará y probaré nuevamente. Que alguien te acepte y que aceptes al otro es la única opción para no quedarnos solos y tristes. Nuestros sueños se realizan plenamente cuando encontramos y construimos el amor. Esa es la búsqueda diaria que nos compromete y transforma.
Juan (empleado público de 35 años): Reconozco que más que amor, mis relaciones son un viaje de ida y regreso por lo que imagino que merezco y no encuentro. Puede ser, como ustedes me hacen reflexionar, que mi miedo a amar, me impida mostrarme vulnerable y nunca sea realmente auténtico en el amor. El riesgo de confiar es que te hieran, que te quemes, y lo que te quita el no confiar es la paz y el disfrutar de la relación con libertad. Tener pareja, no nos engañemos, es elegir estar en una eterna lucha de poder. Por eso me casé y aquí estamos en el tercer proceso de terapia de pareja, hablando de los otros en lugar de hablar de nosotros. Cuando llegan los hijos, los cuentos del amor romántico se destruyen y todos entramos en la rueda de obligaciones, renuncias y nos toca seguir más que con la pareja, por la familia. Comprendo que, si admiro a mi pareja, si hay mutuo buen trato, si existe complicidad y nos reímos juntos, si cada uno aporta para la realización del otro sin dejar la propia realización, las crisis se afrontan como equipo y se superan. Lo difícil es sostener esto en las relaciones.
Laura (socióloga, 41 años): Cuando comienzas una relación ya sabes que se va a terminar y sabes por qué se va a terminar. Lo que hacemos, perdiendo juntos el tiempo y diciendo que esa pérdida es nuestro amor feliz, es retrasar con trampas la constatación de que nos imaginamos tener una pareja que nunca existió ni existirá y nos cansamos de que nos idealicen porque es doble trabajo cada día y de venderle gato por liebre a nuestra pareja. Entonces inventamos quejas y resentimientos, nos desgastamos con culpas y estupideces, hasta que no tengamos que seguir con una máscara que no nos deja respirar. Sentimos alivio y luego nos morimos de soledad extrañando lo que perdimos, y nos arrastramos sin pena ni gloria mendigando amor, es lo típico; así están mis amigas y mis amigos, también yo y mis ex parejas. Si logramos crear un vínculo importante que sea significativo hay que cuidarlo, no dejar que se desgaste o se pierda, ahí se ve nuestra capacidad, sensibilidad e inteligencia reales. Por ir de noveleros o irresponsables no valoramos lo que tenemos, no lo innovamos o reinventamos, no lo disfrutamos. Por la tontería de esperar el amor único y perfecto me perdí experiencias que me habrían hecho sentir más humana y cómo he dicho aquí, de lo que me arrepiento no es de lo que hice sino de todo lo que no hice en mi vida.
Pedro (médico, 53 años): Llamamos amor, a lo que es necesidad de desahogo sexual. Mis infidelidades, que no considero importantes y que mi pareja no tiene por qué enterarse, como tampoco me interesa saber si ella tuvo aventuras, demuestran que hay varios tipos de compromisos y pactos: un tipo de responsabilidad es la que tengo con mi familia, mi mujer y mis hijos, a los que protejo, quiero y valoro; otra responsabilidad es la que tengo con mis propias necesidades adultas, a las que no responden totalmente ni mi familia ni mi pareja. Es decir, es imposible que una sola persona satisfaga todas tus legítimas necesidades y expectativas; en lugar de lastimarse o perderse, hay que manejar opciones y alternativas con responsabilidad, sin dañar a nadie y sin renunciar a vivir lo que uno desea, para no culpar a quienes te quieren ni ir amargado por la vida. Reconozco, con ustedes, que me siento vacío con frecuencia, sin embargo, no hay perfección en la vida de nadie y a mis padres les fue peor. Mi madre era puro sacrificio, frustraciones y renuncias; mi padre solo obligaciones, una doble vida y lejanía. Con mi mujer y mis hijos somos cercanos, nos apoyamos y queremos. Los hombres tenemos mejor suerte que las mujeres en esta sociedad. El tema es que se diga lo que se diga, el amor necesita de buen sexo y de medios económicos, lo demás es retórica. Bueno, no ser mala persona con el otro y los demás también ayuda.
Sofía (comunicadora, 30 años): Yo no creo en el amor que implique una “cárcel” en la que deba hacer o no hacer determinada cosa. Mi madre me lo ha demostrado con el sacrificio que dice haber hecho para que yo tenga una familia y un padre y que me hace saber en cada factura emocional que me pasa cada cierto tiempo. No entiendo el amor eterno ni obligado, me convence más un amor que sé que terminará (no sé cuándo) pero que también me genere alegría y asombro por explorar, comprender, plenitud, gozo, curiosidad. En este proceso he hecho conciencia que las rutinas y el posponerse empobrecen cualquier relación, dejan individuos frustrados y en condiciones de subalternidad, por eso, sólo la exploración honesta alimenta positivamente la propia vida y la relación con la pareja. No creo en lo que mis amigas dicen sobre su “tipo” de hombre, o el hombre que quieren, yo quiero un hombre o una mujer, a mi lado, que me permita ser yo y que quiera ser él/ella conmigo. Y que dure lo que tenga que durar, aceptando la angustia y la liberación que implica.
Santiago (comerciante, 60 años): Toda mi vida ha sido un juego a las escondidas. De mis padres, de mis amigos, de mis trabajos. Estar casado, tener hijos y ser gay -sin que nadie se entere- en este mundo es algo que te desgasta y no tienes paz. Cada momento feliz fue a medias. Soy el tipo que renuncia para que los demás estén contentos y se sientan tranquilos. Soy el que quieren los otros para que me acepten, valoren y me reconozcan. Lo que me di cuenta tarde es que a estas alturas de mi vida lo que no hice a tiempo ya no lo podré hacer jamás; llámenle crisis de la mediana edad o como quieran, es cierto: la persona que soñaba ser no será nunca. Me he sentido amado a un precio muy alto. Yo también amo intensamente, si bien la sensación de miedo y de ser un impostor me acompañan todo el tiempo. Confío que mis hijos sean distintos, mi esperanza es que sean lo que necesitan ser con ellos y con los demás. Veo que vamos por la vida como ciegos con la fantasía del amor. Y cuando nos juntamos con otro ciego nos decimos pareja y nos casamos. La tragedia es que creemos que no estamos ciegos, sordos y mudos y cuando elegimos ver, oír y hablar, ya es demasiado tarde.
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Raquel (arquitecta, 50 años): Sobre las relaciones de amor no hacemos más que repetir lugares comunes y vivir lo que los prejuicios de nuestras familias, historias y culturas nos imponen. Lo triste suele ser que luego reproducimos lo mismo con nuestras hijas en particular y con nuestros hijos también. Si no nos hemos divorciado a tiempo como la inteligencia demandaba, de una pareja a la que dejamos de amar y a la que no deseamos o que nos maltrataba, pues nos buscamos hobbies de diverso tipo para torear la responsabilidad de reflexionar, de hacernos cargo y responsables de darle un sentido y un significado trascendente a esta vida humana que es breve y no hay otra. Hay mucha telenovela, películas románticas y publicidad para comprar y vender relaciones que “deben” ser de una supuesta manera feliz, que en realidad sólo significan control del deseo y opresión para las mujeres, en particular. Las preguntas importantes sobre las relaciones de las parejas siguen sin respuesta y probablemente no importa si aparecen respuestas, lo que sí importa es no dejar de hacer preguntas, aunque incomoden. Como en todo, la diferencia es ser creativos. Y, ser creativos en el amor es hablar juntos un lenguaje nuevo, que produzca alegría.
Finalmente, a los posibles lectores, les invitamos con respeto, a pensar con esta pregunta:
¿Qué vas a hacer de distinto con tu historia?
La construcción de lo posible – un sentido y un propósito- se construye en el proceso complejo del diálogo…
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