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Investigación Relacional Dialógica (III)

                       

Diego Tapia Figueroa, Ph.D.  y Maritza Crespo Balderrama, M.A.

(noviembre, 2019)

«Habla también tú…»
Habla también tú sé el último en hablar, di tu decir.
Habla. Pero no separes el No del Sí. Y da a tu decir sentido: dale sombra.
Dale sombra bastante, dale tanta cuanta en torno de ti tú sabes extendida entre medianoche y mediodía y medianoche.
Mira en torno: ve cómo alrededor todo se hace viviente ¡En la muerte! ¡Viviente! Dice la verdad quien dice sombra.
Pero se estrecha ahora el lugar donde estás: ¿Adónde ahora, despojado de sombra, adónde? Asciende. Tanteante, asciende. Te haces más sutil, más irreconocible, más fino.
Más fino: un hilo por el que quiere descender la estrella para abajo nadar, al fondo,donde se ve brillar: sobre móviles dunas de palabras errantes.

 (Paul Celan)

Retrato de Elena y Alexandra Kourakine, 1802, de Borovikovski.

El diálogo como primera opción en la construcción de la ética relacional(*)


En la sociedad contemporánea, que ha devaluado la palabra a puro exhibicionismo, a puro marketing, cuando no a la queja victimista o a la culpabilización chantajista e irresponsable, el tipo de diálogo transformador llamado terapia es, en sí mismo, por la complejidad del proceso de interpelar lo no dicho, profundamente político y ético. Hacer investigación relacional dialógica en una sociedad como la ecuatoriana es un desafío complejo: una sociedad brutal y criminalmente clasista con injusticia social legitimada; con un racismo abyecto contra indígenas y afroecuatorianos; con un discurso cínicamente patriarcal para el sometimiento y la exclusión; con maltrato y abuso permanente, cruel e injusto hacia los niños; con gobiernos corruptos e ignorantes; con la miseria humana propuesta como modelo de ser exitosos. El diálogo en estos contextos es urgente, al generar la construcción conjunta de significados y la pragmática social necesaria para transformar las condiciones sociales inequitativas e indignas y los contextos relacionales opresivos, esto es en sí mismo transformador, como proceso dialógico, que nos permita coconstruir una vida que merezca ser vivida con alegría.

Cuando orientamos nuestro mundo de una manera relacional, transformamos nuestra visión del mundo y nuestro entendimiento relacional, creamos una diferencia cultural que genera bienestar colectivo.  Al dialogar distinto entendemos que el significado de la vida está entretejido en la relación que construimos con los demás y que cuando aportamos en las relaciones podemos desarrollar nuestras experiencias significativas. La perspectiva construccionista construye la percepción como consecuencia de la relación de colaboración conjunta.

Sheila McNamee, (2015) puntualiza que: “Las preguntas éticas y políticas son: ¿podemos abrir en nuestras relaciones con las personas discursos de posibilidades, en vez de discursos de opresión y represión? ¿La ética relacional puede atender las cuestiones personales, y a la vez atender las cuestiones políticas, sociales, económicas?”

La ética relacional está concebida como una ética de potencial discursivo, ya que vivimos en discursos de los que, con frecuencia, no estamos conscientes, que son los discursos dominantes.  Vivimos en un mundo relacional que se construye socialmente a través de la coordinación de personas. El diálogo transformativo nos introduce a una ética relacional en la que nos posicionamos con nuestros recursos como imaginando futuros posibles (también políticos), siendo críticamente reflexivos de nuestras propias voces interiores y de lo que estamos haciendo con otros, coordinando nuestra multiplicidad, hablando desde nuestra historia, de nuestras vidas, al contrario de hablar desde nuestros valores y creencias abstractos.

La ética relacional puede mirarse como esta sensibilidad humana en las relaciones (el estar presente con el otro) para comprender a las personas en un diálogo comprometido, que nos hace corresponsables de cuidar juntos las relaciones. Porque es en este diálogo que reside el interés en la construcción de nuevas maneras fructíferas de conexión entre quienes conversan distinto, lo que tiene que ver con la ética relacional: ¿qué construimos juntos que signifique bienestar?; ya que esta pregunta explica la forma en que se entiende la ética desde las posturas socioconstruccionistas.y guía lo metodológico en los encuentros con los coinvestigadores (las personas con las que dialogamos para una determinada investigación).

Ser significa relacionarse en diálogo con otros

Bajtin (s.f.) sostiene, en su trabajo sobre Dostoyevski, citado por Walter Zitterbarth (2013), que:

Ser significa relacionarse en diálogo con otros.  Cuando el diálogo cesa, todo cesa.  Por tal razón, en principio el diálogo no puede y no debe cesar.  En las novelas de Dostoyevski, todo confluye en el diálogo como punto de encuentro, en la oposición dialogística como centro.  Todo es medio, el diálogo solo es el objetivo.  Una voz individual no termina ni decide nada.  Dos voces son el mínimo de la vida, el mínimo del ser. (Zitterbarth, 2013, p. 95).

El diálogo significa que dos personas están interconectadas. Es mirar el campo relacional que se organiza cuando uno está vinculado al otro, porque en la medida en que nos conectamos se generan nuevos aspectos para la compresión, se producen nexos para desarrollar nuevas formas de colaboración.  Es en este espacio y contexto relacional, con un nivel reflexivo, en donde las palabras de uno de los interlocutores cobran sentido por la relación-conexión que establecen con las palabras del otro interlocutor.

El lenguaje es lo que nos permite ser y nos construye; es en el diálogo vivo que la vida habla. Al relacionarnos dialógicamente nos construimos socialmente. Solo el diálogo abre las posibilidades de encontrarse, respetuosamente, con la diversidad y de que el otro sea un genuino interlocutor porque es en esta acción con los otros – el diálogo- que el ser existe.

Sheila McNamee (2012), nos dice: 

Diálogo, desde el construccionismo social, es usado como asociado siempre con transformación social generativa, no conectaríamos el diálogo a algo que no sea generativo o de abrir posibilidades (…) Creamos un espacio donde la gente pueda poner realmente atención a las maneras en que ellos están creando juntos y entendiendo; y, también, que creamos un espacio en el que la gente pueda curiosear acerca de las diferencias. Eso no quiere decir que el diálogo resuelva el problema o que las personas lleguen a acuerdos, sino que las personas son invitadas a nuevas formas de entender las diferencias: y eso, es realmente de lo que se trata el diálogo.  

La coordinación, a través de diálogo generativo, de procesos que posibilitan relaciones participativas, inclusivas y colaborativas implica una actitud fundamentalmente proactiva; reconoce y estimula las capacidades de los participantes y afronta la complejidad de los diferentes contextos culturales, locales, con un sentido de esperanza.  El diálogo, es una pregunta sobre lo nuevo; significa que es profundamente creativo y moviliza, por ejemplo, en la terapia, los recursos de los consultantes promoviendo, desde la curiosidad, un sentido de innovación y exploración productiva, para entender las diferencias.

Porque la cuestión sigue siendo: ¿Qué estamos creando juntos, para generar las posibilidades de un presente con las condiciones relacionales éticas y políticas, que signifiquen equidad, justicia, responsabilidad, dignidad? ¿Cómo nos conectamos a través del diálogo, para crear posibilidades de futuros distintos, respetuosos de los derechos humanos y de los compromisos sociales y relacionales de sus participantes?

El diálogo es pragmático, es acción en el mundo

El terapeuta e historiador Paolo Bertrando (2011, p. 5) afirma: “(…) habitamos en mundos diferentes y necesitamos el diálogo -necesitamos entrar en la difícil lucha que es el diálogo mismo- para que esos mundos se comuniquen entre sí”.

Frente a la homologación contemporánea, el conformismo imperante y la complaciente repetición de lugares comunes, lo realmente importante es proponer conversaciones reflexivas sobre aquello que las personas, en su cultura, consideran como necesario, bueno y válido; reivindicar la legitimidad de lo distinto, de que estos mundos, desconocidos y extraños, nos enriquecen, siempre y cuando seamos capaces de poner nombre a las dificultades, contradicciones, antagonismos, sin temer que el diálogo (que no es para forzar acuerdos) profundice la alteridad, a la vez que es la única posibilidad de legitimación de esos mundos distintos; mundos que se reconocen y comparten un proceso de conocimientos y aprendizajes que los recrean, les dan consistencia, y les permiten tener vida propia.

Buscamos involucrarnos en las relaciones comprometiéndonos con ellas, lo que significa cuidarlas.  Esto (ser relacionalmente reflexivos) conlleva la invitación a que todas las personas con las que trabajamos (en investigación, en terapia) puedan participar activamente en un proceso relacional. McNamee (2015): “La falta de balance, de ser iguales en la relación, no es ética. Así como el no mirar los asuntos políticos, económicos y sociales que nos rodean. Como dice Foucault: los discursos dominantes existen porque nosotros hacemos que existan”.

Al conversar reflexivamente y mantener la conversación de forma significativa, generamos comprensión creando el contexto para la corresponsabilidad en el proceso relacional.  Al invitar, con un diálogo respetuoso y con buen humor, a desafiar el discurso dominante, es posible comenzar a abrir otras alternativas impensadas, inéditas. Optamos por cuestionar las maneras jerárquicas tradicionales de relacionarse, de conversar, los estilos de vida en los cuales hay quienes tienen el poder y privilegios y deciden lo que deben vivir los demás. Cuestionamos esas jerarquías en las que se imponen creencias, teorías, categorías, prácticas, verdades y perspectivas.

El diálogo tiene una dimensión pragmática, el diálogo es acción en el mundo. Y es con el diálogo que podemos desarrollar una reflexividad crítica.  Diálogo que abre ese mundo al darle sentido. Diálogo que cuestiona cada monólogo, todo monólogo del poder, que evidencia su mistificación y al preguntarse la legitimidad de su unilateralidad, enfrenta su hegemonía, generando alternativas culturales y sociales de lo deseable, de lo posible.

Siguiendo la reflexión de Edgardo Morales, (2014) la pregunta no es si algo es cierto o no, sino en qué mundo queremos vivir, y qué posibilidades abre ese mundo.  Morales, recordando a Gergen, afirma: “En los diálogos construccionistas la atención pasa del actor individual a las relaciones coordinadas”. Morales, sostiene: “futuros alternos pueden ser imaginados y diseñados y nuevos escenarios y formas de relación pueden ser iniciados en la vida cotidiana”.

Procesos enfocados en lo que sucede “entre” los coinvestigadores

No es lo más importante el que yo descubra algo que no sabía (o, que, tal vez no sabía que sabía), sino la oportunidad de -conjuntamente- prefigurar las posibilidades relacionales nuevas, potenciando la capacidad de interrogarnos con honradez humana e intelectual, de sostener con consistencia esta búsqueda y de resistir (porque de resistir a todas las formas de poder abusivo, también se trata) desde la imaginación y la creatividad.  Despertando, recuperando y movilizando nuestra mutua capacidad para asombrarnos.

 Diálogo aquí es entendido como procesos interactivos dinámicos que ocurren en las conversaciones, teniendo claro que el foco está en el potencial de las múltiples perspectivas traídas para estas conversaciones, que pueden ser reflexionadas y articuladas, ampliando las posibilidades de acción (…) Según la aproximación construccionista social, el diálogo invita a la diversidad, en el que las distintas formas de entender y de tomar una realidad son siempre bienvenidas (…)  En el diálogo, el interés reside en la conformación de formas fructíferas de conexión entre los participantes. (Camargo-Borges, 2014, p. 353).

El diálogo significa un nexo, una conexión, un movimiento a favor de la relación, una manera de estar con los otros gracias a las conversaciones; abriendo un espacio para la polisemia y para que las múltiples voces, con sus propias posiciones, puntos de vista y perspectivas, se comprometan en estas conversaciones, propiciando la reflexión crítica que permita elegir las formas útiles para actuar relacionalmente.

Al ser el diálogo una invitación a la diversidad, se reconoce el derecho de que cada protagonista narre su historia en primera persona, comparta sus recursos, entre en conversación con las otras diferentes historias y aprenda y se enriquezcan mutuamente con la potencia transformadora de sus fortalezas convertidas en recursos positivos y constructivos para la acción contextualizada que les ha permitido logros y resultados en favor de sus comunidades.

Según Dora Fried Schnitman (1998): “Esta perspectiva permite preguntarse sobre los conceptos de “verdad”, “objetividad”, “realidad”. Subraya una posición ética fundada y enraizada a la vez en la responsabilidad por nuestras construcciones del mundo y las acciones que las acompañan.” (p, 27).

La posibilidad que se genera de comprender nuestras responsabilidades en las construcciones de los mundos sociales y de cuán consecuentes somos en nuestras prácticas fundan y promueven una auténtica y genuina posición ética en las relaciones. Los principios y valores que guían a las personas, están relacionados con las acciones, siempre y cuando den respuestas a las necesidades culturales y sociales de quienes participan en un contexto concreto conversacional, porque son invitaciones a formar nuevos tipos de relación.

Procesos enfocados en lo que sucede “entre” los coinvestigadores: “(…) cuando nos involucramos en esta investigación relacional, acabamos creando el futuro.”(Sheila McNamee, Red TAOS de investigación relacional, 2016).

¿Esto sirve; es útil a los demás?

El ubicar lo relacional en el centro del contexto nos lleva a poner el foco en lo dialógico que nos permite ver y mover los procesos de interacción.  Así, comenzamos a hacer algo distinto y a coordinar las nuevas posibilidades con las personas, como una manera de construir alternativas -otras perspectivas- para ser con los otros en el mundo.  Es el intercambio colectivo y comunitario lo que nos permite entender las acciones, los discursos y las relaciones en las que estos se basan. Con esto, abrimos un espacio para que las múltiples voces que son silenciadas e invisibilizadas, participen de la conversación y enriquezcan este diálogo relacional.
En la investigación, sumar perspectivas como la deconstrucción es enormemente enriquecedor para ampliar el proceso de entretejer. Deconstruir significa mantener una actitud de duda necesaria y permanente, una distancia crítica y una relativización con respecto a las creencias culturales como la verdad, las jerarquías, los discursos, posibilitando el compromiso con la búsqueda de nuevas visiones -otras- para promover el encuentro con lo inesperado, en deconstrucción permanente de lo establecido por la cultura y la sociedad. Deconstruir no significa estar en contra de todo o destruir sino poner de manifiesto lo que circula implícitamente y no se percibe para, luego, ver cuáles son los supuestos y, en consecuencia, ampliar las perspectivas.

En las conversaciones con los coinvestigadores podemos preguntar:
¿qué tipos de sentido y significados nos surgen en estas formas de interrelación que estamos construyendo?  Pensando el diálogo como una forma de relacionarnos, porque el transformarse implica entrar en una relación y compartir un propósito.  Se suman otras preguntas: ¿Cómo podemos participar en eso que es novedoso? ¿Estamos construyendo juntos algo distinto? ¿Es un diálogo constructivo? ¿Vamos creando posibilidades? ¿Cómo nos gustaría expresarnos de una manera que nos permita decirles a los otros quiénes somos? ¿Qué recursos identificamos que hemos utilizado en este encuentro? ¿Cuáles son las palabras que necesitamos para abrir posibilidades relacionales en este espacio? ¿Qué utilidad puede tener el diálogo generativo y la práctica colaborativa en este contexto concreto? Es una posición, una forma de vida y de relacionarnos que permite que los otros tengan un lugar: ¿Esto sirve; es útil a los demás?

Concebimos nuestro trabajo no solo como “estar” con el otro, sino “estar presente” con el otro. Con una actitud atenta hacia los procesos relacionales y con una sensibilidad muy alta con respecto a aquello que entendemos como positivo, reconociendo qué parte de responsabilidad tenemos en los conflictos, crisis o dilemas que nos aquejan y buscando, a la vez, cómo contribuir para generar alternativas frente a esos conflictos, crisis o dilemas.

¿Cómo generar espacios para que la investigación sea relacional?

Varias de nuestras respuestas coinciden en esto: escuchando más profundo lo que se viene del contexto de cada participante; lo hacemos facilitando un proceso de investigación relacional que significa que estamos en conversación y relación. La investigación desde esta postura está siempre orientada a que surja algo distinto, a que deje algo que sea útil, creando espacios conversacionales interesados en lo diferente, en lo inusual, creando algo nuevo y comprendiendo que la colaboración es establecer una relación no jerárquica.

Cuando potenciamos los recursos y lo que significaban y generan en las relaciones estamos valorizando la necesidad de transformación en esas relaciones, a la vez que invitamos a un posicionamiento para construir con otros, para generar transformaciones sociales.  Estas nuevas maneras de ver, de abrir otras perspectivas, de construir distintos significados, generan aperturas y posibilidades que experimentan los participantes en la investigación y que integran en su propia vida.

En palabras de Kenneth Gergen (2016, p. 538):

Ser responsable de las relaciones es sobre todo sostener el proceso de creación conjunta de significado. En la responsabilidad relacional evitamos el narcisismo implícito de los llamamientos éticos para “cuidar del yo”. También evitamos la división yo/el otro fruto del imperativo de “cuidar del otro”. Cuando somos responsables de las relaciones abandonamos la tradición individualista y el cuidado de la relación se vuelve lo principal.

Al elegir el camino de la investigación relacional nos enfrentamos a retos diferentes a los que se ve abocada otro tipo de investigación.  Por ejemplo, a la necesidad de comprenderla como productora de transformaciones en los contextos relacionales que participan en proceso. En el diálogo, el interés reside en la conformación de formas fructíferas de conexión entre los participantes, un viaje en el que comparten su conocimiento local, el valor de su propia cultura y las reflexiones que dan sentido a conversaciones creadoras de diferencias constructivas.

Un construccionismo social que nos sirve para interesarnos en conocer, en comprender y entender el cómo vivimos en una red de relaciones con los otros, con sus diversidades, especificidades culturales y contextuales, en un devenir del ser con el otro en continua metamorfosis.  El construccionismo social y las prácticas colaborativas y dialógicas en procesos de investigación (y de terapia) son una manera de abrir el horizonte de los sentidos relacionales. Con esta perspectiva hemos ido comprendiendo que es fundamental resaltar la creación de significado activo, la importancia que se da a los cambios de perspectiva y al lenguaje en el proceso de creación de significado.

Buscamos nuevas maneras de ser con nosotros y con los demás, nuevas formas, genuinas y auténticas, de ser en la relación con el otro.  La perspectiva construccionista social se dirige al reconocimiento de los recursos relacionales, de las fortalezas y habilidades que se generan en las interacciones sociales; en el que el sentido del contexto que se innova tiene que ver con el elegir conversar, dialogar, conectarse con el otro, para caminar juntos, estar con los demás de maneras diferenciadas, legitimando las diferencias, aceptando la diversidad (abrazando la complejidad).  Eligiendo, finalmente, las relaciones que construyen futuros sociales comunes.

(*) Basado en la Tesis (2018) de DTF, para el Ph.D. con la Universidad Libre de Bruselas (VUB) y el TAOS INSTITUTE.


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