Arte y literatura

Joseph Brodsky (24 de mayo de 1940, San Petersburgo, Rusia – 28 de enero de 1996, Brooklyn Heights, Nueva York, Estados Unidos)

Casi de modo inevitable, el artista se encontrará con que ha de tomar una ruta distinta a la acostumbrada para, así, tratar el asunto de su obra de manera novedosa. Así pues, busca en todo momento nuevas formas de expresión que reproduzcan su nuevo lenguaje, o sus nuevas imágenes, por decirlo de otro modo”.

“Lo que me atrae de la poesía es que provoca un estado de aceleración mental y, para decirlo de un modo algo burdo, muestra cierta tendencia a economizar, a tomar atajos, a provocar cortocircuitos mentales, y lo hace mejor que nadie. Eso es lo que me fascina de la poesía y lo que yo mismo estoy tratando de llevar a cabo”.

“El lenguaje es más antiguo, más inevitable y más invencible que cualquier estado”.

“Después de pasados unos cuantos años, de pronto un verso que memoricé cuando era niño me viene a la mente y capto su sentido. Es como si la edad te proporcionase una lente cuyo uso disipa la neblina para que aparezca ante ti una estrella perfectamente definida. Pero para que eso ocurra, primero has de poseer esa neblina”.

“Cada uno de nosotros llevamos una vida distinta, pero, se haga lo que se haga, el tiempo pasa para todos”.

Bajémosle de un tirón la falda,
[a ver si se sonroja.
Bueno, tragedia, si quieres,
[sorpréndenos.
Enséñanos un cuerpo traicionado,
[o su fallecimiento, recursos
de la inocencia perdida, la crisis
[íntima.


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En mi calidad de infrecuente,
y tal vez único visitante de este
[sitio,
dispongo, creo, del derecho
a describir lo que observo. Aquí está
[nuestro pequeño Valhala,
nuestro fundo cubierto de maleza
desde hace tiempo, con un manojo
[de almas hipotecadas
y prados donde de seguro no ha de
[correr con desenfreno
una afilada segadera;
donde copos de nieve flotan en el
[aire, como un buen ejemplo
de aplomo en el vacío. ~

*******

CANCIÓN DE CUNA

No te tuve en el desierto
al azar:
no había allí nadie,
ni el zar.

Buscarte allí fue en vano.
En el desierto
hay menos espacio que frío
en el invierno.

Unos tienen muñecos, pelotas,
la casa llena.
Tú, para tus juegos de niño,
toda la arena.

Acostúmbrate, hijo mío, al desierto
como a tu destino.
Dondequiera que estés, en él ahora
has de vivir.

Te amamanté con mi pecho.
Y éste
acostumbró tu mirada a la soledad,
y se llenó de ella.

Aquella estrella a pavorosa distancia
acaso aquí vea mejor
de tu rostro
el resplandor.

Acostúmbrate, hijo mío, al desierto:
bajo tu pie,
no hay otro suelo firme,
sino él.

Allí, el destino está ante la mirada,
a plena luz:
a la legua se distingue la montaña
por la cruz.

Es grandioso y solitario -!No son humanos
sus caminos!-
para que vayan pasando
los siglos.

Acostúmbrate, hijo mío, al desierto,
como el polvo
al viento, sintiendo que tú no eres
sólo un cuerpo.

Acostúmbrate a vivir con el misterio:
este saber, tal vez,
podrá ayudarte en aquel vacío
sin límites.

No es peor que el de aquí: tan sólo
dura más;
Y el amor hacia ti demuestra que tienes
en él lugar.

Acostúmbrate, querido, al desierto
y a la estrella
que con su incandescente luz
todo lo deslumbra,

como el candil que recordando a su hijo enciende
en la hora tardía
Aquél que lleva en el desierto
más tiempo que nosotros.

********	

DISCURSO SOBRE LA LECHE DERRAMADA

1
Llegué a las Navidades con el bolsillo vacío.
El editor da largas a mi novela.
El calendario de Moscú esta contagiado del Corán.
No puedo levantarme y visitar
a mi amigo, donde lloran los niños,
ni la casa familiar, ni a una chica que conozco.
Por todas partes falta dinero.
Sentado en una silla, tiemblo de rabia.

……………….

40
“!Verano verde! !ay! !Verano verde!
¿Qué murmura el arbusto en flor?
!Qué grato salir sin abrigo!
El verano verde volverá.
La niña con su pañuelo !ay!
pasea por el campo, recoge flores.
La tomaría por hija mía, !ay! por hija mía.
En el cielo revolotea una golondrina”

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Enero 1, 1965

Los reyes magos extraviarán tu dirección de siempre.
No habrá estrellas que destellen indicando el lugar.
El oído cederá, bajo presión,
ante un persistente rugido de ventiscas.
Sombras bajarán por tu espalda,
soplarás la vela, impactarás la cama,
porque los calendarios pueden contener
más noches que velas hay para encender.

¿Qué es esto? ¿Tristeza? Sí, quizás.
Una tonada breve que nunca cesa.
Que sabe de memoria los idas y vueltas.
Y que puede tocarse a la par,
con las cosas por venir, el eclipse personal,
como agradecimiento de ojos y labios
por lo que ocasionalmente guardan
entrenados siempre para algo futuro.

Y preguntarás a un cielo sin nubes
por qué en tu calcetín navideño no hay regalos,
y entenderás el ahorro: encaja perfecto
con tu edad; no es un desaire.
Es demasiado tarde para dejarse atravesar por alguien,
para milagros, para la tripulación de Santa.
Y de repente te das cuenta de que eres,
para ti mismo, el regalo absoluto.

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