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Secuencia posible, ultra resumida, para un proceso de terapia

                Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.  

(diciembre, 2019)

“Estamos hechos de la misma materia con la que están hechos los sueños”.

(William Shakespeare-La tempestad)

Mañana en un bosque de pinos, 1889, de Ivan Shishkin.

Los estudiantes universitarios con los que estamos trabajando en esta etapa, así como diferentes colegas en espacios de supervisión clínica, nos suelen pedir pautas que orienten su práctica profesional. Es una invitación a tabajar relacionalmente, socialmente con esta brújula: “el lenguaje construye la realidad “. Más que adscribir a teorías y epistemologías como dogmas de fe, de inducir a repetir la manera de hacer de los que “saben”, de aplicar técnicas, protocolos o “verdades” generales-universales y de control social, se trata de contribuir a que cada profesional encuentre su propio estilo de ser terapeuta, de ser con los otros en un proceso de metamorfosis y transformación permanentes.

En esta última entrada del 2019 les compartimos una secuencia posible, para la sesión terapéutica y el proceso:

0. Logística adecuada: sin escritorio de por medio; sillas en círculo. Dar a firmar, antes de iniciar, el “Contrato Bien Informado”, donde se detalla que se garantiza la confidencialidad; que es un espacio para su palabra verdadera, no para la palabra vacía; el tiempo y costo de la sesión; que nuestro rol no es juzgar ni criticar, sino comprender; etcétera.

1. Dar la bienvenida: “Bienvenido/a”.

2. Cada terapia es un proceso único; cada vez es como la primera vez; asumimos una postura de curiosidad, respeto, capacidad de asombro, deseo de aprender con los consultantes. Hay que poner el foco en lo positivo y hacerlo crecer.

3. Comenzar preguntando con curiosidad y genuino interés humano -opciones-: ¿Qué es lo más importante que le gustaría contar de su historia para yo poder comprender que persona es?, ¿Cómo le gustaría utilizar este espacio?, ¿Qué debería suceder para que se vaya con lo que esperaba?, ¿De qué le gustaría conversar?;

4. Escuchar profundo, sin interrumpir. Escuchar (para comprender) la resonancia y utilizarla a favor del proceso del consultante; hacer públicos -con criterio- nuestros pensamientos, en el contexto adecuado, con un lenguaje reflexivo.

5. Desarrollar una sensibilidad fina. Favorecer un clima de respeto, responsabilidad, apertura, flexibilidad, libertad y confianza.

5. No asumir el rol del experto; poner en cuestión las jerarquías; evitar actitudes asistencialistas, de salvadores, no dar consejos o pretender enseñar a vivir.

7. Preguntar: ¿Qué diálogos internos tenía mientras me escuchaba (o mientras escuchaba a su pareja)?

8. Al finalizar la sesión de terapia: ¿Qué se lleva de esta sesión?, ¿Qué le fue útil?

Ese diálogo transformador llamado psicoterapia se basa en estar curiosos y abiertos, antes que, en mirar el déficit, es buscar y confiar en los recursos y fortalezas de los consultantes. Lo más importante es la co-creación de una relación dialógica, de un espacio de seguridad y confianza para:

A. Generar un vínculo relacional, una conexión, tejer relaciones a favor de las necesidades de transformación de la historia del consultante. B. Que el consultante se sienta respetado, comprendido, aceptado, reconocido, legitimado. C. Trabajar desde un paradigma de complejidad, aceptando la incertidumbre y la diferencia. D. Con una perspectiva que contextualice las relaciones y culturas locales.

Los principales recursos, que movilizamos como psicoterapeutas son:

1. El ser del terapeuta, que significa elegir un lugar, una postura de Gentileza: a. Que se escuche con gentileza; b. Que se pregunte con gentileza; c. Que se hable con gentileza; d. Que se responda con gentileza; e. Que se trate con gentileza.

2. Con un lenguaje que valora, invita y genera la co-creaciòn del “con”, del “entre”, de este proceso dialógico reflexivo. Tiene que ver más con la actitud que con técnicas. Más que qué hacer, la pregunta es cómo ser con el otro. Dialogamos incorporando la polifonía de las múltiples voces presentes en la conversación, creando posibilidades.

3. Conversamos, dialogamos a través de las preguntas: a. Preguntas reflexivas, significativas, distintas, que aporten y sean útiles; b. Preguntamos para conectarnos y para comprender; c. La pregunta “correcta” o la “mejor” pregunta es la que se conecta con lo último que el consultante acaba de decir; d. Acompañar a pensar y reflexionar distinto, con la pregunta significativa.

4. Hay que confiar en el proceso dialógico, comprometerse en la construcción conjunta de significados nuevos. Las transformaciones consisten en y resultan de la creación dialógica de una nueva narrativa. La transformación ocurre conforme el diálogo fluye.

5. Buscamos con creatividad y buen humor, generar posibilidades inéditas y futuros posibles. El proceso busca expandir las relaciones y los significados, está orientado hacia el futuro, hacia la creación de lo que no existe aún, de nuevas posibilidades.

6. Ser terapeuta, en un proceso en permanente devenir, manteniendo esa postura abierta para cuestionarse y reflexionar sobre sus propios prejuicios, implica estar en constante transformación como profesional y como persona. Saber remitir, en situaciones que veamos que nos seremos útiles a los consultantes o cuando, por asuntos propios no resueltos, nos enganchamos con los consultantes, de una manera que estanca la relación.

7. Una ética relacional, en construcción, que significa, trabajar desde una perspectiva de derechos humanos (en especial, a favor de la causa de los niños y niñas): a. Estar radicalmente presentes, íntegramente y con integridad, sin ansiedad; b. Sostener de manera consistente estas preguntas, sobre lo que construimos en el proceso terapéutico: ¿Aportan? ¿Importan? ¿Son útiles? ¿Qué es lo distinto, transformador y significativo que decimos y hacemos conjuntamente?; c, Hacer procesos anuales de terapia personal (6 sesiones a semana seguida, al menos); d. Buscar y participar en espacios de supervisión o multivisión clínica; e. Investigación, actualización, formación y profesionalización continuas; f. Generar y participar en espacios de “cuidando al cuidador”, para prevenir el burnout; g. Generar redes de apoyo (familiares, amistades, sociales, profesionales, institucionales); h. Tener vida propia y satisfactoria, más allá del trabajo; i. Disfrutar del arte, la literatura, el cine, la música; amar y ser amado.

Como decía un escritor: crear la posibilidad de encarnar en la vida social, para darle sentido y nuevos significados, este triángulo: amor, poesía, rebelión.