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El diálogo en la construcción de la ética relacional

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, MA

“Todo lo que hago, lo hago con alegría.” 
Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)

Lloviendo campanas, 1988, Gonzalo Endara Crow (Bucay-Ecuador, 17 de mayo de 1936.  14 de abril de 1996, Quito).

El diálogo significa que dos personas están interconectadas. Es mirar el campo relacional que se organiza cuando uno está vinculado al otro, porque en la medida en que nos conectamos se generan nuevos aspectos para la compresión, se producen nexos para desarrollar nuevas formas de colaboración. Es en este espacio y contexto relacional, con un nivel reflexivo, en donde las palabras de uno de los interlocutores cobran sentido por la relación-conexión que establecen con las palabras del otro interlocutor.

El lenguaje es lo que nos permite ser y nos construye; es en el diálogo vivo que la vida habla. Al relacionarnos dialógicamente nos construimos socialmente. Solo el diálogo abre las posibilidades de encontrarse, respetuosamente, con la diversidad y de que el otro sea un genuino interlocutor porque es en esta acción con los otros -el diálogo- que el ser existe.

Sheila McNamee en una entrevista en la Universidad de Manizales en Colombia comenta:

Diálogo, desde el construccionismo social, es usado como asociado siempre con transformación social generativa, no conectaríamos el diálogo a algo que no sea generativo o de abrir posibilidades (…) Creamos un espacio donde la gente pueda poner realmente atención a las maneras en que ellos están creando juntos y entendiendo; y, también, que creamos un espacio en el que la gente pueda curiosear acerca de las diferencias. Eso no quiere decir que el diálogo resuelva el problema o que las personas lleguen a acuerdos, sino que las personas son invitadas a nuevas formas de entender las diferencias: y eso, es realmente de lo que se trata el diálogo. (2012).

La coordinación, a través de diálogo generativo, de procesos que posibilitan relaciones participativas, inclusivas y colaborativas implica una actitud fundamentalmente proactiva; reconoce y estimula las capacidades de los participantes y afronta la complejidad de los diferentes contextos culturales, locales, con un sentido de esperanza.  El diálogo, es una pregunta sobre lo nuevo; significa que es profundamente creativo y moviliza los recursos de los consultantes promoviendo, desde la curiosidad, un sentido de innovación y exploración productiva, para entender las diferencias.
Porque la cuestión sigue siendo: ¿Qué estamos creando juntos, para generar las posibilidades de un presente con las condiciones relacionales éticas y políticas, que signifiquen equidad, justicia, responsabilidad, dignidad? ¿Cómo nos conectamos a través del diálogo, para crear posibilidades de futuros distintos, respetuosos de los derechos humanos y de los compromisos sociales y relacionales de sus participantes? La reflexión demanda pasar siempre por el discurso crítico y la memoria generativa.
Frente a la homologación contemporánea, el conformismo imperante y la complaciente repetición de lugares comunes, lo realmente importante es proponer conversaciones reflexivas sobre aquello que las personas, en su cultura, consideran como necesario, bueno y válido; reivindicar la legitimidad de lo distinto, de que estos mundos, desconocidos y extraños, nos enriquecen, siempre y cuando seamos capaces de poner nombre a las dificultades, contradicciones, antagonismos, sin temer que el diálogo (que no es para forzar acuerdos) profundice la alteridad, a la vez que es la única posibilidad de legitimación de esos mundos distintos; mundos que se reconocen y comparten un proceso de conocimientos y aprendizajes que los recrean, les dan consistencia, y les permiten tener vida propia.

En la sociedad contemporánea, que ha devaluado la palabra a puro exhibicionismo, a puro marketing, a instrumentalización, cuando no a la queja victimista o a la culpabilización chantajista e irresponsable, el tipo de diálogo transformador llamado terapia es, en sí mismo, por la complejidad del proceso de interpelar lo no dicho, profundamente político y ético; es más, el diálogo en estos contextos, al generar la construcción conjunta de significados y la pragmática social necesaria para transformar las condiciones sociales y los contextos relacionales, es en sí mismo, como proceso dialógico, un proceso transformador, que nos permita co-construir una vida que merezca ser vivida con alegría.