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Procesos relacionales (con preguntas generadoras) distintos para terapeutas que buscan salir de sus certezas rutinarias (parte II)

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, MA

Todo lo que hago, lo hago con alegría.” 
Michel de Montaigne (trad. en 2007, p.588)

Ojivas de la selva, 1992, de Miguel Betancourt (Cumbayá-Ecuador, 1958).

¿Cómo hacer, qué hacer diferente en la terapia, para no aburrir a los consultantes y a nosotros también, con las cansinas repeticiones de “más de lo mismo”? ¿Cómo logramos generar conjuntamente diálogos creativos?
Es frecuente escuchar en las sesiones de terapia, especialmente al inicio, la fatiga con la que muchos consultantes llegan y cómo expresan su escepticismo, cansancio, desgaste y desesperanza, imaginando que se encontrarán con otra convencional terapia de arqueología instrapsíquica, diagnósticos patologizantes y etiquetas psicológicas; o, también, con consejos descalificadores, sermones moralizantes y un extenso deber ser de supuesta perfección.

Como ya lo hemos mencionado en otras ocasiones, de diferentes maneras, el desafío sigue siendo cocrear un contexto horizontal, democrático, participativo e inclusivo en el que es posible cuestionar, con criterio, las formas jerárquicas de la cultura dominante, valorizando y reconociendo las necesidades humanas de los participantes, antes que los objetivos burocráticos estandarizados.

Las prácticas, se pueden ver y entender de distintas maneras, se las puede asimilar y dar nuevos significados en las relaciones con los otros. Lo significativo es contextualizar las acciones para hacer posible la comprensión de las necesidades de las familias, comunidades y de los profesionales y la coconstrucción de alternativas para solucionarlas. Alternativas que se coordinan en un proceso conjunto entre todos los participantes.

Para organizar la conversación podríamos hacer estas 3 preguntas iniciales:

  • ¿Cuál es el contexto del diálogo? 
  • ¿Quiénes somos nosotros en este diálogo? 
  • ¿Cuál es el proyecto que podemos y queremos compartir?

¿Cómo es la secuencia del proceso?

 (basado en Dora Fried Schnitman, 2017)

Construir una base para que el/los consultante/s se comprometa/n. Los mejores resultados surgen cuando existe una relación, un vínculo sólido basado en la confianza y seguridad entre la familia y el operador.
Apoyar a que el/los consultante/s imagine/n qué dirección prefiere/n darle a su vida. Nuestro trabajo con el consultante puede realzarse significativamente cuando se organiza alrededor de una visión de las posibilidades. El desarrollo de una visión proactiva se convierte en un proceso que despierta la esperanza en un futuro mejor.

Apoyar al/los consultante/s a identificar elementos que restringen y/o sostienen la dirección que prefiere/n darle a su vida. A medida que van emergiendo estos elementos que restringen y sostienen, empezamos a verlos como entidades externalizadas y a la gente como formando parte de una relación con ellos que está en constante devenir y es modificable.
Apoyar al consultante a cambiar su relación con elementos que restringen y/o a realzar la relación con los que sostienen, para así poder “asumir” la vida que prefiere vivir.

Apoyar al consultante a desarrollar comunidades que apoyen la puesta en acción de la vida que prefiere vivir. Así, el trabajo puede centrarse en ayudar al consultante a identificar, utilizar y sostener esta comunidad de aliados para darle continuidad a las transformaciones.

El Proceso Colaborativo 

(basado en Harlene Anderson, 2017): 

Parte de los valores y principios que caracterizan a estos servicios centrados en las fortalezas y recursos de la familia:

  • Tener curiosidad cultural y honrar la sabiduría de la familia;
  • Creer en posibilidades y centrarse en los recursos de la familia para salir adelante, contribuyendo a movilizar su resiliencia;
  • Desarrollar un trabajo conjunto y adaptar el servicio-proceso a las familias;
  • Activar prácticas de empoderamiento y tomar responsabilidad por nuestro trabajo con las familias.

Es importante sostener una reflexión (poner en conversación) que es capaz de interpelar las certezas teóricas y prácticas de los terapeutas, que tienden a homogenizar y son funcionales al control social, el conformismo imperante y la domesticación de las subjetividades. Que este cuestionamiento (este continuo interrogarse y discernir) genere sentidos nuevos para este encuentro dialógico distinto con un propósito transformador.