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SERIE: APORTES Y AUTORES SIGNIFICATIVOS EN EL CONSTRUCCIONISMO RELACIONAL-CONSTRUCCIONISMO SOCIAL

Diego Tapia Figueroa, Ph.D. y Maritza Crespo Balderrama, M.A.

(mayo, 2021)

“La praxis da sentido a las palabras.”

(Ludwig Wittgenstein)

Josep Seguí Dolz, MSc.

Proponemos una selección de breves conceptos, reflexiones, ideas, propuestas de algunos de los principales exponentes de la postura, perspectiva, teoría y práctica socioconstruccionista. Para facilitar la lectura reflexiva proponemos citas concretas textuales sin especificar cada vez las fuentes, por ello proponemos al final la bibliografía de referencia para que puedan hacer sus propias búsquedas y lecturas. Es una invitación a abrir su curiosidad por estos apasionantes aportes.

Seguimos con Josep Seguí Dolz, 20 de julio de 1956, Valencia, España.

El concierto en el huevo, s/f, de Hieronymus Bosch.

Deterioro dialógico y relacional

  • Cuando somos niños las instituciones nos constriñen y nos roban la palabra por serlo, por ser solo proyectos de personas; y cuando somos adolescentes, por eso mismo, nadie sabe tampoco qué es ser adolescente. Nadie se libra de esas constricciones, tensiones, agravios y abusos ejercidos por sistemas que, curiosamente, hemos creado nosotras y nosotros mismas/os.
  • Jamás —y los intentos no cesan— se ha mostrado el gen o la neurona de la esquizofrenia, el delirio o el de las rarezas. ¿Entonces? Pues entonces es una cuestión de recursos psicosociales y emocionales. Y estos están, precisamente, en las palabras.
  • La palabra es sagrada, y lo sagrado no se puede zanjar o ningunear. Tal vez en esa palabra libre, en ese diálogo sobre sus propios intereses, no acerca de los nuestros, encontremos, hagamos explicito con el otro, lo implícito en su propia narración de vida. Es posible que en ese acompañar sin condiciones co-encontremos nuevas posibilidades, nuevas narrativas, nuevas historias de sí misma que le den, al menos, un poco de sentido, intención y acción.
  • El deterioro relacional con los demás o con uno mismo sí que está en el origen de la mayoría de los llamados trastornos mentales. Por no decir de todos. Y se corresponde con procesos fallidos de diálogo. O, de manera similar, con potentes desacuerdos dialógicos, en cuyo caso cabría dejar de hablar del tema que genera el desacuerdo y comenzar a hacerlo “… acerca de sí mismos y de su relación”. El diálogo está en la base de toda interacción humana. Si funciona, el resto de los asuntos en que solemos estar inmersos en la cotidianeidad también funcionan, aunque cada uno requiere formas de dialogar seguramente diferentes. Si falla, algunos asuntos fallan también. O muchos.
  • Esos procesos fallidos en el diálogo conducen a lo que yo llamo pérdida o robo del derecho a la palabra (Seguí, 2015): un discurso se impone a otro u otros, despreciándolo(s). La persona afectada por esa pérdida o robo se siente aislada, censurada, ninguneada, despreciada; procesos emocionales que pueden conducir al etiquetaje mental diagnóstico como las llamadas depresiones, trastornos de ansiedad, obsesivo-compulsivos y otros de los cientos de ítems que aparecen en el DSM. O a reacciones violentas. Por ejemplo, en las relaciones de pareja. Pero muy en especial con los hijos normalmente apartados de la toma de decisiones por las instituciones de Gran Poder que son fundamentalmente las que imponen sus discursos: la propia Familia, seguro, y también la Escuela, los Servicios sociales, la Psiquiatría, la Psicología, la Mediación, la Abogacía, la Justicia. ¿Dónde queda aquí la palabra, la voz, de esos chicos y chicas que no son proyectos de personas, si no personas por sí mismas y mismos; en sí mismas y mismos? Aunque estén atravesando procesos vitales sustancialmente delicados en comparación con otros más avanzados, por decirlo así desde la mirada de la Psicología del desarrollo tradicional basada en el biologicismo.
La carga de la cruz, s/f, de Hieronymus Bosch.
  • ¿Cómo acercarnos a esas voces especialmente calladas, censuradas, aisladas, ninguneadas, despreciadas en esos procesos tan complejos? ¿Cómo hacerlas participar en ellos? ¿Piscopatologizándolas? ¿Cómo ayudar a esos niños y niñas, también a los padres y madres, a recuperar su derecho a la palabra? ¿Con un diagnóstico, por ejemplo, en niños y niñas, de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), tan de moda en nuestros contextos, y atiborrándoles a metilfenidato o anfetaminas? ¿O cualquier otro en el caso de los adultos (depresiones…)? ¿Aplicándoles rigurosas prácticas psicoconductuales que pueden llegar a rozar muchas veces la crueldad? ¿Rebuscando y removiendo insights inconscientes que los lleven a la traumatización inútil?
  • Si mi propuesta del deterioro dialógico y relacional tiene algo de verosimilitud (no de verdad absoluta), entonces sería conveniente volver a los fundamentos de lo que es la práctica dialógica y relacional. Podríamos apreciar las narraciones sobre sí mismas de las personas que participan en un proceso de coordinación. Deberíamos reconocer y valorar sus historias contadas por ellas y ellos a su manera; no a la de los manuales de psicopatología ni a la de las leyes del Código Civil. Y eso especialmente con los niños. Ver, observar, conversar, participar en sus juegos, en sus rabietas y alegrías, en sus lágrimas y risas, en sus caprichos, maldades e ilusiones. Colaborar en el redescubrimiento de sus recursos culturales seguramente perdidos. O en la co-creación de unos nuevos. Y eso vale también para los padres y las madres. Y para los y las adolescentes, por supuesto y siguiendo esa mirada del desarrollo psicobiológico humano con la que no estoy de acuerdo; pero que utilizo para entendernos. Por ahora.
  • Durante el proceso convendría ampliar el espacio relacional, incluir no solo a la familia nuclear sino a cuantas más voces mejor. Todas ellas aportarán historias y narraciones que enriquecen lo que ya creemos saber acerca del conflicto, que no es algo predeterminado ni mucho menos de origen biológico.
  •  Sugiero horizontalizar la práctica profesional reconociendo con humildad que somos invitados al mismo tiempo que huéspedes durante tan solo unas horas en las vidas de las personas con quienes trabajamos … que ellos son expertos en sus propias vidas y experiencias y el profesional lo es en facilitar los procesos relacionales y dialógicos oportunos orientados, al menos, a limitar los perniciosos efectos del conflicto para todas las partes.
  • Invito a salir de las cajas negras del conocimiento experto y a seguir poniendo en común ideas y usos que posibiliten y abran el diálogo profesional y la generación de eso, nuevas ideas y usos, confiando en que la diversidad multidisciplinar se convierta en un auténtico sello de identidad del profesional.
Extracción de la piedra de la locura, c.1494 – c. 1516, de Hieronymus Bosch.

Nos roban la palabra

  • ¿Cuál sería, entonces, la función del terapeuta o del psicólogo en general? Justamente colaborar con la persona o personas o grupos o comunidades en la búsqueda de esos recursos implícitos (insisto, no inconscientes, sino culturales y sociales) que le puedan ayudar a llevarse mejor con la tristeza y demás. O también a crear nuevos recursos, claro que socialmente construidos. Probablemente en la co-creación de esos nuevos recursos es donde interviene algo exclusivamente humano a lo que algunos autores (Shotter & Katz,1996; Deissler, 2008) vienen refiriéndose desde hace algún tiempo, y que tiene sus raíces en tiempos anteriores, como todo: lo poético. Esto es aquello nuevo, insospechado, contenido en los pequeños detalles, en frases, gestos, miradas, a lo que el profesional está siempre atento en la conversación colaborativa.
  • Seguramente la acción terapéutica tiene que ver con el proceso de reconstruir identidades personales, comunitarias y colectivas, aquello más íntimo y que más nos diferencia de las/os demás. Nuestra identidad, nuestro Yo, nuestra personalidad, nuestra manera de ser, era hasta hace poco lo que nos diferenciaba de los demás, sí. También nuestra identidad como comunidad y como colectivo. Por eso era íntimo y, por tanto, privado. Sin embargo, nuestra identidad es siempre pública y se hace en relación con, lo que no quiere decir que no tengamos una extraña sensación de individualidad debida todavía al gran peso que el asunto del inconsciente tiene en nuestra cultura. La identidad, como algo público, tiene agentividad e intención. Es decir, nosotras y nosotros decidimos cómo somos. Piensa, por ejemplo, en la identidad sexual o de género. O en qué tal nos llevamos con nuestra edad biológica.
  • Una psicología práctica (terapéutica, por ejemplo) del sentido, la intención y la acción pasa, seguramente, por tres fases: especulación, conceptualización y cuidado. Su método es la reflexión dialógica (o el diálogo reflexivo) y la evocación compartida. Su contexto es el sentido común y la vida cotidiana.
  • Especular es, en términos filosóficos clásicos kantianos, producir algo de manera puramente racional, más que experiencial. No es ese exactamente el uso que aquí propongo. Más allá de estas dicotomías entre lo racional y lo experiencial, especular es hablar, dialogar sin limitaciones acerca de lo que se puede decir o lo que no se puede decir; dígase o no se diga.
El jardín de las delicias, detalle, 1490-1500, de Hieronymus Bosch.
  • La especulación procesada a través del diálogo reflexivo trata de traer al presente todos los recursos socioculturales que sea menester. Pone al sujeto en situación de objeto con otros objetos; los que conforman su manera de ser intencional o no; ahora no importa. Los objetos no son cosas; son procesos. Habiendo perdido su cualidad de sujeto, la persona ya no trabaja en el plano subjetivo (inconsciente, interior, interno) sino en el objetual, social y relacional. Siempre como proceso, recuerdo e insisto. Lo privado se hace público en un diálogo sin más normas, leyes y métodos que los que la costumbre indica que pueden ser convenientes como buena educación y que se concretizan en el respeto, que también se corporaliza en el cuidado.
  • Las tres fases sugeridas no están aisladas. Más bien al contrario. A través de la especulación se conceptualiza todo, única forma de llegar a entenderse. Y ese entendimiento se realiza a través de la evocación. Evocar no es más que recrear dialógicamente situaciones o procesos sin dar nada por sentado; pero también sin dejar de dar cosas por sentado. Ese proceso lleva a situaciones provisionales —y frecuentemente imprevisibles— que generan conceptos muchas veces nuevos y con una función práctica.  
  • Todos los intervinientes en la conversación traen al presente conceptos simbólicos que tienen efecto en la vida del consultante o consultantes; también del terapeuta. Se crean así conceptos nuevos o se recuperan antiguos con nuevos significados que son prácticamente útiles para el cuidado de la(s) persona(s). Si hay un objetivo en la práctica de la Psicología del sentido, la intención y la acción es alcanzar un grado de cuidado compartido entre las personas, grupos, comunidades, organizaciones… quien sea que haya generado la consulta.
  • Quizás, incluso a niveles más amplios. O sea, políticos. El sentido común y las vidas cotidianas son el contexto de sentido de la acción psicosocial en praxis, ya que las conversaciones reflexivas no terminan nunca. Esto no quiere decir que el psicólogo —trabajador o educador social, mediador…— tenga que estar presente físicamente en las vidas de los consultantes siempre, obvio. Pero sí que tiene la intención de hacer explícita su participación en esas vidas. Lo hace con humildad, conociendo sus propias limitaciones y las del contexto y sabiendo que, como también digo, no es más que un invitado en la vida de las personas con las que dialoga.
  • Los pequeños detalles de la cotidianeidad —levantarse por la mañana, ducharse, desayunar, hacer el amor, ver la televisión, conectar el móvil, masturbarse, hacer la compra, freír un huevo, tomar el autobús o el metro, hablar con otras/os— poseen un grado de sofisticación práctica muy elevado al que se está atento. Cada mínimo detalle tiene o puede tener sentido y significación para el consultante. Pero el terapeuta no es un intérprete de significados, sino un colaborador en la co-construcción o recuperación de los mismos.
El jardín de las delicias, detalle, 1490-1500, de Hieronymus Bosch.

Una atención muy fina a los detalles del proceso

  • Reivindico, entonces, esta Psicología del sentido y la intención y la acción… Lo que me parece clave en el Construccionismo Social y en las Prácticas Colaborativas y Dialógicas es cómo a partir de todos estos cuestionamientos nos vemos casi obligadas/os a estar constantemente mirando precisamente eso, desde dónde miramos, desde dónde nos posicionamos.
  • Pero, ¿es posible una mirada, un posicionamiento único? Probablemente no. Entonces, más que el posicionamiento, lo que interesa realmente es cómo procesamos las transformaciones, los pasos de un posicionamiento a otro. Este el sumum del Construccionismo Social. Pero donde está la complicación y el verdadero reto del CS es en dejar de considerar las cosas de la psique o de lo social como hechos y pasar a hacerlo como procesos.
  • En un sentido más práctico se trata de ir viendo desde dónde nos habla/actúa la(s) persona(s) que tenemos delante. Pero también desde dónde hablamos/actuamos nosotros. E —insisto, lo más importante— cómo vamos pasando de una posición/mirada a otra. Todos, consultantes y profesionales. Este asunto me apasiona y es, en mi opinión, a donde conducen todas las reflexiones previas.
  • Pero cuando me preguntan ¿cuál es el método? no sé muy bien qué decir, la verdad. Sin embargo, intuyo que el método está en la ausencia de método. Vale, ¿pero cómo explico esto sin caer en la charlatanería tan común en nuestros días? Y veo que el mejor sustrato de ese no-método es, precisamente, una atención muy fina a los detalles del proceso, tal y como ya he propuesto.
  • Cuando se para el tiempo a través del latrocinio de la palabra es cuando acontece el trastorno mental o el conflicto social. No estoy hablando del tonto dejar fluir propio de otras orientaciones New Age y Happy Flowers. Hablo de un paso del tiempo en el que somos una parte MUY activa. Por eso digo que es al tiempo psicosocial al que me refiero. Al tiempo relacional, en términos ya claramente construccionistas.
  • Insisto en este aspecto de la atención al proceso más que al hecho o la cosa. Si hay una esencia en nosotros, en los seres humanos, esa no puede ser más que procesual. Obviamente, si es así deja de ser esencial, ya que la característica fundamental de la esencia de las cosas, siguiendo a Aristóteles y más, es su inmovilidad; su quietud, su equilibrio, su inmanencia.
  • Así, cuando a alguien se le quita la palabra y/o se le obliga a parar el tiempo —voy a llamarlo tempo, si te parece bien— es cuando aparecen los problemas, los trastornos, los conflictos, … Es una parada en la que desaparecen los significados —consensuados, sí—, en la que la capacidad de acción, la agencia, desaparece. Los procesos, los antiguos hechos y cosas, dejan de tener sentido y la realidad pasa a ser invadida por los dragones alados a que hace referencia los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari (1991). Dragones alados con lenguas de fuego en forma de infinita tristeza, de negra ira que lo invade todo, de terrores inexplicables… de locura mala.
  • ¿Cuáles son nuestros tempos en terapia o en trabajo social? ¿Cuáles los de nuestros consultantes? Seguramente nuestro trabajo es ayudarles a recuperarlos si es que los han perdido, acompasándolos, mejor dicho, acompasándonos a ellas y ellos, que no son ellas y ellos, sino el “Otro generalizado”, en palabras de George Herbert Mead (1973).
  • La pregunta es ¿hemos acompasado nuestros tempos? ¿Es posible que cuando nos sentimos molestos con nosotros mismos porque creemos que no lo hemos hecho bien —o todo lo bien que hubiéramos podido o debido o lo que sea— sea porque nuestro tempo iba un poco por un lado y el de nuestros consultantes por otro? ¿Es posible que se haya producido un desajuste en la matriz tempo-relacional? Y —¡ojo! sin meterme en asuntos personales, ¿eh? —¿no pasa algo de esto cuando algo falla en nuestras relaciones de pareja, de madres/padres, de hijas/hijos, de amigas/os, de estudiantes/profesores…?
El jardín de las delicias, detalle, c.1500, de Hieronymus Bosch.

¿Qué posibilidades de trabajo inéditas se ponen en circulación?

  • Ninguna praxis es inocente. Mucho menos la psicológica. Esa mirada más amplia sitúa en el devenir social la supuesta enfermedad mental de Carla y las claramente deterioradísimas relaciones de pareja de Carlos y Amparo. Ambas se insertan en supuestos de dominación neoliberal que nos están ganando la batalla porque hace tiempo que nos robaron la palabra. La praxis psicológica tiene una función importante: ayudar a personas como Carla, Carlos y Amparo a recuperar la palabra perdida. La intención y el sentido.
  • Sigamos con el lenguaje del déficit. Una persona que va al psicólogo se presenta a sí mismo como padre recién divorciado, se muestra con ciertas mezclas de sentimientos de invalidación, resentimiento y desconfianza. Viene solo para que se le corrobore oficialmente su propia versión de la historia; cree que su hijo es superdotado. «Mi psicóloga habitual me hizo un test de inteligencia y puntué muy elevado, esto me da explicación a muchos problemas y dificultades de relación con los demás en mi infancia, yo me sentía y me siento diferente del resto. Ahora estoy convencido de que mi hijo ha heredado mi coeficiente de inteligencia, de hecho, esto explicaría muchas cosas sobre su comportamiento actual y no deseo que pase por lo que yo pasé por no ser adecuadamente tratado. (…) Su madre no se ocupa de él a este nivel, tengo que preocuparme yo, el niño está más a gusto conmigo». No se siente escuchado, en la escuela no son capaces de reconocer sus capacidades especiales por encima del resto e insisten en que este niño es normal. Para ello nos pide sin titubeos que pasemos el test “Wisc”. No sale como él esperaba.
  • Lo que viene dado por hecho, lo no cuestionado, cierra vías de diálogo con uno mismo y con los demás. Podemos preguntarnos en qué situaciones hemos podido crear un momento distinto al guion esperado. ¿Qué posibilidades de trabajo inéditas se ponen en circulación?
  • Para que una interpretación o acción sean viables, deben ser coherentes dentro del contexto significativo interactivo. Esto requiere una forma de coreografía social” (Cecchin, 1992). Sugerimos un cuestionamiento de la pauta de relación, los movimientos cambian, la certeza de la verdad absoluta se pone en entredicho. Lo dado por hecho sobre el cliente/consultante, su vida, su diagnóstico, entendido como una forma coreográfica establecida, difícilmente puede ser cuestionado sin la curiosidad y la postura del terapeuta. Para entrar en el terreno de lo todavía no dicho y la oportunidad necesitamos generar vías de diálogo inciertas y situadas en el espacio del dialogo en danza, bailamos con el otro, no dirigimos una anti-coreografía, ni podemos aplicar la misma para todo el mundo que recibe el mismo diagnóstico. Los etiquetajes se reciben como si fueran formas coreográficas ya prefijadas que estipulan de entrada qué movimientos, con qué sentimientos y vestuario hay que danzar.
  • Los terapeutas, como co-constructores de la danza, escuchamos, compartimos, opinamos, apreciamos con el fin de abrir posibilidades de exploración a partir de ese o esos movimientos. Para nuestra práctica, ser conscientes de nuestra curiosidad en el momento preciso que se establecen las danzas resulta más enriquecedor, puesto que puede gestar otras miradas y posibles identidades diferentes a las de la opción del etiquetaje sobre un hecho objetivable ya estipulado. También en interconsultas, derivaciones o supervisiones (que nosotras/os llamamos co-visiones).
Grupo de Víctimas, 1500, de Hieronymus Bosch.

A través de la curiosidad, la autoría del consultante

  • «Usted está deprimido porque tiene polialgias». Si nos limitamos a actuar dentro de lo que el guion marca, independientemente de la persona, el terapeuta y el contexto que tenemos delante, podemos cerrar puertas a que se puedan re-activar sus propias habilidades para trabajar con aquello emergente.
  • Nuestro objetivo no se dirige pues a analizar el problema y sus causas, tampoco a rechazar versiones de la realidad. Nos orientamos más bien a apreciar, sensibilizar, para facilitar a través de la curiosidad, la autoría del consultante en su configuración particular y diseño del proceso de soluciones, su propia creación.
  • Podemos entonces también describir, quizá un poco evocar… No mucho más… Además de danzar dialógicamente…
  • …le robaron la palabra… Y con ello cualquier posibilidad de dar un sentido y una intención y, por consiguiente, actuar sobre su propia vida. No busco culpables. Nunca. Excepto si estos son institucionales; jamás en las personas. De eso ya se ocupan otras orientaciones en psicoterapia. Pero creyendo, como creo, que el origen de todo está en ese robo de la palabra, pienso que hay posibilidades de que Ramón recupere ese derecho y esa práctica. Y eso es un poco lo que hacemos: de nuevo facilitar espacios conversacionales evocativos y reflexivos para que eso pueda ocurrir, discurrir, transcurrir. Nos han quitado la palabra.
  • …nos han robado la palabra.

No lo digo en un sentido metafórico.

Nos han silenciado y ese silenciamiento impuesto es el motivo, seguramente no el único, por el que muchas personas se encuentran mal emocional y socialmente.

Tenemos que recuperarla tal y como se nos dio.

Con sentido, intención y acción.

Nos han llevado a un individualismo atroz.

Yo, mí, me, conmigo. Lo demás no importa.

  • Veremos…
La Tentación de San Antonio, detalle, 1505 – 1506, de Hieronymus Bosch.

El lenguaje solo puede ser relacional 

  • Creo que lo que se transformaría en el lenguaje es fundamentalmente que sería más tentativo; menos categórico. El lenguaje solo puede ser relacional porque solo puede tener sentido en el diálogo. No existe un lenguaje monológico; no hay posibilidad de un discurso, de una forma de hablar, individual. Así, la tentatividad se convierte en el eje fundamental del diálogo. Ya no se trata de convencer al otro de nada, sino de intentar abrir nuevas posibilidades para nuevas conversaciones.
  • Una postura posmoderna, construccionista social y relacional y colaborativa y dialógica no niega la realidad de los problemas sociales en el sentido tradicional. Lo que trata es de buscar nuevos sentidos a esos problemas y, por tanto, nuevas posibilidades. Como he defendido en otros lugares “… la institucionalización del conflicto tiene que ver con la legitimación del Poder. Sin ejercicio del Poder no existe Conflicto” (Seguí, 2016, pág. 228). El conflicto, la violencia, el malestar emocional, la injusticia y así son originados, fundamentados y legitimados por las instituciones y estas son la mayor y mejor expresión de lo social.
  • La ética solo puede ser concebida como relacional y colectiva; como el cuidado de nosotros mismos. La pregunta ética en esta situación posible es: ¿qué valores se hacen presentes y necesarios justo aquí, justo en este momento? ¿De qué justicia estamos hablando ahora? ¿De qué igualdad? ¿De qué más estamos hablando? ¿Cómo es que nos hacemos estas preguntas? Vivimos en mundos de significados (Bruner, 1990; Gergen, 1994), no de realidades absolutas. Así, no existiría LA ética; más bien las éticas locales y situadas que significan algo para quienes las construyen y las usan.
  • La terapia es un compendio de todo esto.  Cuantas más voces, mejor; cuantas más historias, narraciones y conversaciones, más terapia. Sería una terapia de la intención, el sentido y la acción (Seguí, 2015). Intención, sentido y acción que ayuden a la recuperación de la palabra arrebatada por las instituciones. Ninguno de los conocidos como “problemas”, “trastornos” o “enfermedades” mentales tienen su base en lo bioquímico, si no en lo relacional. Se produce un deterioro de lo relacional en cuanto que se prohíbe a la persona decir según qué, se le roba la palabra, como digo.
  • Todas las personas, en mayor o menor medida, padecemos a lo largo de nuestras vidas esos robos de la palabra. Y todas y todos tenemos recursos sociales y culturales para recuperarla. Cuando somos jóvenes nos quitan la palabra porque somos jóvenes. Si somos mujeres porque somos mujeres. Si somos hijos por eso. Y si somos viejos por eso también. Y así sucesivamente. Pero siempre hay otros lugares a los que ir para recuperar nuestra palabra de jóvenes, mujeres, hijos, viejos o ve a saber qué. El asunto es que a veces no somos capaces de encontrar los lugares de recuperación de la palabra y necesitamos ayuda (Seguí y Olivé, 2015, pág. 57).  La función del terapeuta sería, entonces, colaborar con la persona en apuros emocionales a recuperar su derecho a la palabra mediante los recursos oportunos. ¿Dónde están esos recursos? Justamente en lo histórico/cultural.
  • La polivocalidad, inspirada por el semiólogo ruso Mijaíl Bakhtin (1934-1941).  La polivocalidad nos invita y nos conduce a hacer presentes todas las voces como portadoras, precisamente, de historia y cultura. Historia y cultura que ya no son lineales; son rizomáticas (Deleuze y Guattari, 1988). Aparecen y desaparecen a gusto del consumidor; pero también según sus necesidades. Si necesitamos un futuro responsable las voces se harán presentes.
El jardín de las delicias, detalle, 1490-1500, de Hieronymus Bosch.

Kenneth Gergen, Harlene Anderson, John Shotter, Sheila McNamee

  • De Gergen me ha atraído siempre su aporte acerca del multi-ser relacional. Esta idea de la hipersaturación -y consecuente destrucción- del Self, de la identidad monolítica individual, es un gran paso hacia el reconocimiento de la polivocalidad histórico/social y, por tanto- personal que acabo de reivindicar como posibilidad para una construcción responsable del futuro. Ya no somos actores románticos individuales a merced de ideales supremos y trascendentes -o no tanto; como sí que lo seríamos en el actual sistema individualista salvajemente capitalista-. Somos conglomerados multi-identitarios colectivamente relacionados y coordinados. El propio Ken aporta una interesante reflexión sobre lo que él llama “La Tercera Cultura” (2011); es decir, ni la tuya ni la mía, sino una nueva extrañamente entrelazada entre el mí y el otro; entre “mi” comunidad (que no es mía) y “tu” comunidad (que tampoco es tuya).  ¿Qué hacemos con esto? ¿Cómo lo hacemos? Como el propio Ken dice, estas preguntas están seguramente mal planteadas. El asunto sería: ¿qué es lo que NO estamos haciendo?
  • Harlene Anderson, «being collaborative is a political statement» (“Ser colaborativo es una declaración política “). El uso de la palabra queda a la disposición y también bajo la responsabilidad de quien habla, quien consulta, por ejemplo, en terapia. Ya no hay un terapeuta, maestro, experto o gurú que dice a los demás lo que tienen que hacer para vivir una vida digna; es la propia persona quien se responsabiliza de una vida colectiva.
  • Si Sheila McNamee: El aporte de la presencia radical implica un modo de estar en terapia (y no solo en terapia) diferente a todo lo que estábamos acostumbrados hasta la aparición de las primeras ideas construccionistas. La presencia radical significa siempre, en cualquier momento y lugar, seas quien seas y hagas lo que hagas.  La colaboración es incondicional, radical en palabras de Sheila. No es cuando se puede o cuando se requiere. Es siempre. Radicalmente siempre. Es una actitud que se hace presente constantemente con el otro. Con el otro…
  • Withness… Me permito tocar solo de pasada este cuarto aporte de John Shotter (ver, por ejemplo, 2012). Tiene que ver con el concepto witness (testigo, observador). Desde la propuesta de Shotter, aquí no se es un observador externo de nada. Se es con el otro; se habla con el otro; se hace con el otro, … Las fronteras entre el mí y el otro quedan diluidas y fundamentan esa presencia radical en el nosotros.
La visión de Tondal, s/f, de Hieronymus Bosch.

El diálogo como el camino… (escrito en mayo de 2021, para IRYSE)

  • No me gusta hablar de la pandemia porque mi visión es muy pesimista y no soy quien para amargar la vida a los demás. Esto no quiere decir que me adhiera a las posturas negacionistas en absoluto. Tal vez de ahí mi pesimismo.
  • Al leer la palabra “crisis” me he alarmado un poco ya que en la mayoría de ocasiones y en contra de opciones “japiflowers” no creo que, en general, las crisis sean oportunidades. Muy al contrario, las personas sufrimos —y, muchas veces, mucho— durante las mismas. En este caso, por ejemplo, las personas mueren y enferman muy gravemente. Y muchas se están empobreciendo más de lo que ya estaban. Eso no son en ningún caso, oportunidades. Sé que no habéis hecho referencia a eso, a lo de las “oportunidades”; pero lo destaco para dejar clara mi postura.
  • La cuestión no es tanto si los procesos de terapia —palabra que toco más detenidamente en el punto siguiente— son distintos, si no que, en caso de ser útiles, la inmensa mayoría de la población no tiene acceso a los mismos por su coste económico. Entonces, no sirven para nada si solo los pueden pagar los ricos.
  • La palabra “terapia” tiene un origen biomédico. Y los psicólogos no somos médicos de la mente, ni de las emociones, ni de los sufrimientos. En todo caso somos acompañantes, estamos CON las personas, como dirían Harlene Anderson o John Shotter.
  • También estoy muy de acuerdo con lo que manifiesta el australiano y co-creador de las Prácticas Narrativas (muy próximas a las Colaborativo-dialógicas, que son en las que me siento más a gusto), Michael White: Creemos que “terapia” es un término inadecuado para describir el trabajo que aquí se examina. El Penguin Macquarie Dictionary describe la terapia como “tratamiento de enfermedad, desorden, defecto, etc., por medio de medicinas o procesos curativos”. En nuestro trabajo no entendemos los problemas en términos de enfermedad, y no creemos hacer nada que pueda relacionarse con una “curación”. White, Michael y Epston, David (1980).
  • Así, no uso la palabra “terapeuta”; sí “psicóloga/o”, “trabajadora/or social” u otras más que nada porque son básicamente las que aparecen en nuestros títulos oficiales.
  • En mi país cualquiera puede ser terapeuta siempre que se dé de alta y pague en el epígrafe profesional fiscal correspondiente. Por ejemplo, terapeuta de flores de Bach o de las cartas del Tarot. Y hay profesiones como fisioterapeuta u otras derivadas de la tradición biomédica que poco tienen que ver con, en mi caso, la Psicología. Aunque se puede aprender de todo, por supuesto…

Ser terapeuta hoy

  • Aunque no hago, ni voy a hacer, una cruzada de esto, el sentido de “ser terapeuta hoy” tiene que ver con la conversación y el diálogo orientados a abrir posibilidades, a reencontrar recursos socioculturales, sentidos vitales más o menos verosímiles, y a la acción política.
  • El problema aquí es que si alguien pone en su web o en su tarjeta profesional que es “conversador” o “dialogador” más bien tendrá poca clientela. Ser “terapeuta” vende más.
  • Justamente lo que aventuro al final del penúltimo párrafo anterior. La creatividad, palabra que por tan usada ha perdido su sentido, tiene que ver con ese reencuentro o co-creación de posibilidades con la persona que sufre emocionalmente y consulta por ello al psiquiatra, al terapeuta o al echador de cartas.
El Juicio Final, detalle, 1505, de Hieronymus Bosch.

Ética/Presencia radical

  • Sé que esto no es fácil, aunque decirlo así, rápidamente, sí que lo es. La o el profesional que trabaja desde las posturas llamadas posmodernas o ubicadas bajo el amplio paraguas meta teórico del Construccionismo Social y Relacional centra toda su atención en recuperar los, o dotar de nuevos, sentidos de, o a, los procesos vitales que la persona que consulta parece haber perdido. Esa es justo la creatividad de la relación. Porque, además, ¿dónde están esos sentidos, esos recursos? Precisamente en el lenguaje (que no es nada sin la acción) y la cultura. Y lenguaje (recordemos, en acción; o sea: diálogo, conversación) y cultura son inabarcables, son enormes, contienen, por decirlo así, grandes posibilidades de cambiar el mundo y/o los significados, siguiendo con propuestas de los psicólogos Kenneth J. Gergen o Jerome Bruner.
  • La palabra ética me acerca de inmediato a la propuesta de “Presencia radical” de Sheila McNamee, de acuerdo con la cual, “Esto no quiere sugerir que los discursos psi están equivocados o que no son útiles. Más bien   sugiere   que, cuando   nos   comprometemos   en   el   encuentro   terapéutico, deberíamos preguntarnos cuán útil es el vocabulario concomitante de las disciplinas psi –y por esto me refiero al vocabulario de ‘diagnóstico’, ‘patología’, y ‘enfermedad mental’. Este vocabulario es más comúnmente ubicado en el discurso individualista”. McNamee, Sheila (2015). Radical Presence: alternatives to the therapeutic state. European Journal of Psychotherapy & Counselling,17(4), 373-383.
  • Y tendría que ver, entonces, con el compromiso y la utilidad de nuestras prácticas, más que con diagnósticos y demás nombrados por Sheila y que hacen referencia, de nuevo, a tradiciones biomédicas y, en la mayoría de ocasiones si no todas, estigmatizantes para la(s) persona(s) que consulta(n).
  • Partiendo de aquí la transformación no puede más que ser política mostrando un compromiso radical con las justicias sociales. Y lo escribo en plural porque es muy verosímil que no exista una sola justicia social. Por eso esta postura ética tiene que ver también con lo local, con las tradiciones indígenas, por ejemplo, que no siempre son “buenas” per se en su totalidad, pero de las que se puede partir en sus contextos para CONpartir significados diversos, volviendo a Gergen y Bruner.
Haywain, Tríptico de carro de heno, c. 1516, de Hieronymus Bosch.
  • Por referirme a una postura personal muy concreta y como ejemplo, mi ética no puede aceptar —es más, me repugna hasta producirme arcadas y vomitar— la práctica tradicional de la ablación del clítoris femenino (obvio) propia de algunas culturas y que, además es ilegal en mi país (y en muchos otros). Pero yo no soy policía ni juez; solo soy un pobre psicólogo al que su ética SÍ le permite sentarse a conversar, a dialogar, a poner en acción el lenguaje con las personas, comunidades y culturas que practican eso. Ahí dejo de lado la repugnancia, las arcadas y los vómitos y converso buscando el sentido, la intención, la acción (que son la base de una hipótesis sobre la(s) mente(s) humana(s) en la que llevo trabajando algunos años). Nunca interpreto, nunca juzgo, jamás condeno; ese no es mi trabajo. Solo soy un pobre psicólogo, repito.
  • La riqueza de la formación-supervisión consiste en la horizontalidad. Por eso en el segundo caso yo (y más gente) lo llamo “co-visión”. En cuanto a la “formación” no he encontrado la palabra adecuada. Si se me permite una anécdota, un estudiante advirtió recientemente que huyo de decir la palabra “clase” y así les digo: «Bueno, nuestra propia reunión será…». Y él me dijo: «¡Oye, que no pasa nada por llamarla clase!». De acuerdo, aunque intento ser muy cuidadoso con los usos del lenguaje, efectivamente no pasa nada por decir “clase”.
  • Pero la cuestión está de nuevo en el diálogo. No en el mayéutico socrático según el que mediante preguntas se consigue sacar lo que la(s) persona(s) sabe(n), lleva(n) en su interior, sino en ese en el que entre todas y todos, CON todas y todos, vamos avanzando tal vez no sabemos bien hacia dónde —como diría el considerado creador de la Psicología social a principios del siglo XX, el norteamericano George Herbert Mead—; pero avanzamos.
  • … y la polifonía; cuantas más voces, mejor. Siempre hay algo nuevo; las conversaciones no se terminan nunca (Harlene Anderson). Siempre (perdón por la repetición) se abren posibilidades por aquí o por allá, en este pequeño detalle o en aquella gran historia de vida y experiencia. El mundo social (y cultural, identitario, emocional y político) no empieza aquí y termina allí. No, no tiene ni principio ni final. Ni se puede negar la palabra a nadie; ¡eso es sagrado! Como diría el psiquiatra noruego Tom Andersen.
  • Así, los procesos de enseñanza/aprendizaje, tanto como los de co-visión, son algo tremendamente dinámico en los que el “profesor” o “supervisor” nunca puede saber qué es exactamente lo que quien participa aprende en ellos. Y tampoco puede evaluarlos. Será y es lo que el propio proceso va generando. Y esto me recuerda a mi paisano, el poeta Antonio Machado, cuando dice: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar…». Y también al argentino Jorge Luis Borges, según Juan Villoro: “Borges dice que toda la cultura proviene de un peculiar invento griego: la conversación. De pronto, un grupo de hombres decidieron algo extraño: intercambiar palabras sin rumbo fijo, aceptar las curiosidades y opiniones del otro, aplazar las certezas, admitir las dudas. De ahí proviene todo lo demás”.  
La tentación de San Antonio, detalle, 1505 – 1506, de Hieronymus Bosch.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

Josep Seguí Dolz. (2020) “Cultura y palabra, una pareja bien llevada”. Letra Urbana, al borde del olvido. Argentina, edición 46, https://letraurbana.com/articulos/cultura-y-palabra-una-pareja-bien-llevada.

Josep Seguí Dolz. (2018) Sociología para no iniciados y otros ensayos insolentes. ENDIÁLOGO, Asociación Española de Prácticas Colaborativas y Dialógicas. Valencia, España.

Josep Seguí Dolz. (2015) Mentalidad humana. De la aparición del lenguaje a la psicología construccionista social y las prácticas colaborativas y dialógicas. Valencia, España.

Ángela María Estrada Mesa y Catalina Buitrago Murcia, Editoras. Recursos Psico-Sociales Para el Post-Conflicto. Segunda Edición. Taos Institute Publications / WorldShare Books.

Tapia Figueroa, Diego, Tesis (2018) para el Ph.D. con la Universidad Libre de Bruselas (VUB) y el TAOS INSTITUTE.

Página del TAOS INSTITUTE:

https://www.taosinstitute.net/?s=Josep+Segui

https://independent.academia.edu/JosepSegui

https://www.josepseguidolz.info

https://construccionismosocial.blogspot.com/2014/01/de-la-indagacion-apreciativa-los.html

Escuela de Psicología. www.umansenred.com

ENDIÁLOGO, Asociación Española de Prácticas Colaborativas y Dialógicas.

http://www.endialogo.org

Bases filosóficas del Construccionismo Social. Josep Seguí. TILAC